Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

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Minutos más tarde la profesora apareció en el salón con un extraño artefacto al que guardó en un cajón del escritorio. Aún con los labios apretados se sentó su sillón y comenzó a leer pergaminos de estudiantes alternando entre medias sonrisas y gestos de satisfacción; y ceños fruncidos seguidos de enérgicas tachaduras.

- Es todo por hoy – Avisó cuando ya hubo pasado poco más de una hora. Llegarán tarde a cenar. – Se levantó de su asiento y se encaminó al comedor junto con sus dos alumnos.

Al entrar al gran salón, siendo los últimos, precedidos por McGonagall, James comenzó a aplaudirlos y Lily le dio un codazo en las costillas para que hiciese silencio.

- ¡Estuvieron geniales! – exclamó James – Tienes un gran talento con el maleficio de moco murciélagos, Canuto; ¡y tú te has lucido con el embrujo petrificante!

- Ya basta, Cornamenta – pidió Sirius – Harás que nos castiguen por más días.

- Cierto, ya cierra el pico, tú no tienes que pasarte una hora y media leyendo un polvoso libro. – lo reprendió la pelinegra.

- Tú no te quejes, Canuto, tú prácticamente deseabas un castigo – Agregó Remus. Isadora sintió que le ardían las mejillas.

- ¿Dónde te metiste anoche? – Dijo ella mirando a Peter.

- Fue el primero en llegar a la habitación – Informó James negando con la cabeza en señal de desaprobación. – Una tragedia. – Por cierto... Alguien se libró de la apuesta que habíamos hecho antes del baile...

- Nadie perdió – Dijo Remus. – Lamento decepcionarte, colega, pero Sky y yo fuimos juntos, así que ninguno de los dos quedó último.

- Tramposos – James tomó un una presa de pollo con las manos y se la llevó a la boca. Isadora cogió un trozo de una tentadora tarta de verduras, seguida de ensalada, pan, una hamburguesa y jugo de calabaza. Remus y Lily la observaban como si fuese un bicho extraño. Ella alzó la vista al notar sus miradas.

- Es que llegué tarde al almuerzo – explicó.

Luego de las tartas dulces del postre los platos de plata quedaron limpios nuevamente. Todos se disponían a levantarse, pero en el plato de Isadora apareció una deliciosa barra de chocolate negro.

- ¿Y eso? – Preguntó Alice.

- ¡Oh, es un regalo! – respondió la muchacha con una sonrisa – Son los elfos – agregó en voz baja. Se desató una de las pulseras que llevaba colgadas y garabateando unas cuantas palabras y una flor en un pergamino, dejó las dos cosas encima del plato donde antes se encontraba el chocolate. La nota y su regalo se esfumaron- Ellos me dieron pastelitos cuando llegué tarde a almorzar – dijo encogiéndose de hombros – Y les dejé una nota agradeciéndoles, Son muy amables. – Remus asintió alegremente, los demás, extrañados, no replicaron nada. Los siete volvieron a la sala común de Gryffindor.

Cuando Lily y Alice se fueron a dormir, los cuatro muchachos se acercaron a Isadora, que estaba sentada frente a la chimenea.

- Tenemos una sorpresa – dijo Remus. James sacó un pergamino de su túnica y lo depositó en el suelo, en medio de ellos. – Creo que es hora de mostrarte el mapa del merodeador.

- Aquí no hay nada escrito, Cornamenta – Presumió la chica, creyendo que se trataba de una broma

- Claro que no – replicó James – está oculto. Colagusano, has los honores – El aludido alzó su varita y apuntó al pergamino.

- Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas – unas manchas de tinta se arremolinaron en el papel sin escribir y dibujaron un plano, el plano del castillo de Hogwarts.

- ¡Vaya! – exclamó ella. – Es increíble.

- En el aparecen todas las personas que están en el castillo – explicó Sirius – Ahí está McGonagall – dijo señalando unas manchitas con un cartel en el que se leía "Minerva McGonagall" – Allí está Dumbledore en su despacho, Slughorn... Quejicus... - Isadora no objetó nada al oír el apodo.

- ¿Ustedes hicieron esto?

- Claro – Dijo James - << Lunático Colagusano, Canuto y Cornamenta>>, somos los merodeares - comentó como si fuese obvio - Aquí aparecen todos los pasadizos secretos del castillo, puedes usarlo cuando quieras, solo recuerda que cuando termines debes decir...

- Travesura realizada – Remus apuntó con su varita y la tinta se esfumó.

- Es grandioso, chicos, gracias por compartirlo – dijo ella con una sonrisa. Bueno, creo que me iré a dormir. – Giró sobre sus talones y se enfiló en dirección a su cuarto.

- Espera – la llamó Sirius apenas levantando la voz. Los otros tres, fracasando olímpicamente en disimular salieron despedidos por la escalera en dirección a sus habitaciones. La muchacha se volvió y se quedó plantada esperando lo que el pelinegro tenía para decirle. – Bueno... - titubeó – Creo que no me he disculpado contigo, así que: Siento haber sido un imbécil estos días, de verdad lo lamento, Sky, ¿Me perdonas? – ella se cruzó de brazos simulando pensar con el ceño fruncido, al cabo de unos segundos esbozó una sonrisa.

- De acuerdo – aceptó – Amigos – Le extendió una mano en señal de reconciliación. Su amigo estrechó su mano con la de ella, pero antes de soltarla se acercó aún más y la abrazó con fuerza.

Isadora se quedó de piedra, con los brazos a ambos lados del cuerpo, incapaz de reaccionar, pestañeó y saliendo de su trance rodeó fugazmente a Sirius con sus brazos para luego dar un paso para atrás como si el chico hubiese tenido espinas en todo su cuerpo.

- Em... Bueno, hasta luego – Saludó ella torpemente, se giró y puso un pie encima de la escalera que daba a su cuarto.

- Que tengas buenas noches – le deseó Sirius, sonriendo desde los pies de su escalera.

- Igualmente – respondió. Subió apresuradamente los escalones y luego de cambiarse se metió en la cama. Sus ojos seguían abiertos como platos, mirando a la oscuridad del techo de piedra, incapaces de juntar los párpados.

En silencio, repaso cada palabra y cada gesto que Sirius había tenido ese día, hasta que, por fin, cayó dormida.

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Próximo capítulo: Travesura Realizada 

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora