RAB

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Ya había amanecido y Sirius caminaba de un lado a otro de su casa, los demás lo observaban desparramados en los sillones de la sala de estar.

- Deberíamos haber ido a San Mungo – opinó finalmente.

Remus se puso de pie y se colocó delante de Sirius, evitando que éste siga caminando.

- Van a estar bien; Isadora ya te dijo que no quiere ir a San Mungo luego de lo que pasó en lo de Arthur y Molly, cree que no es seguro.

- Si ya lo sé, la última vez que lo sugerí Molly casi me saca a patadas de la habitación.

- Para ser justos, te lo merecías – dijo Remus soltando una risita al recordarlo.

Se escucharon pasos en el segundo piso y segundos después Poppy apareció en lo alto de la escalera.

- Tú – dijo señalando a Sirius con el dedo - ¿Dónde te habías metido? Sube.

Sirius quiso explicarle que sólo había bajado a buscar algo que tomar pero desistió y siguió a Poppy trotando hasta su propia habitación sin hacer ni una sola pregunta. Sólo notó sus propios nervios cuando quiso girar pomo de la puerta y su mano temblaba. Un llanto al otro lado de la puerta acabó con su indecisión, logrando que entrara en la habitación inmediatamente.

Allí estaban ambas, Sirius creyó sus piernas lo abandonarían y caería al suelo, pero logró llegar junto a Isadora, que estaba tan tranquila como él asustado y le sonreía a una niña que lloraba a todo pulmón. Sirius parecía querer decir algo pero no sabía qué exactamente, así que optó por echarse a llorar también, con una sonrisa en sus labios.

Pasado un momento, se hizo silencio, sólo estaban ellos tres en la habitación. Isadora mecía en sus brazos a su hija y Sirius la observaba. Era tan pequeña que no se animaba a cargarla y sus deditos no alcanzaban a rodear completamente uno de él cuando se los acercaba a la palma de la mano.

- Es perfecta – susurró Sirius dándole un beso en la pequeña frente que hizo que la bebé se sonriera.

Sus ojos eran como los de Sirius, tal vez de un gris más oscuro y menos melancólicos, pero aun así se parecían demasiado.

Isadora alzó sus brazos acercando la niña a Sirius y el la miró con pánico.

- ¿Crees que se va a romper o algo así? – dijo con una risa silenciosa.

- ¡Claro que sí!, eso es exactamente lo que pienso.

La luz del sol inundaba toda la habitación de un color dorado que tenía un efecto adormecedor, al menos en Isadora que se esforzaba por mantener los ojos abiertos. Sirius tomó a la niña en brazos para que ella pudiese descansar.

- Te amo – dijo él.

- Mhm... - respondió Isadora dos segundos antes de dormirse, haciéndolo reír.

Ya habían perdido la noción del tiempo que los tres habían pasado en esa habitación juntos, era como encontrarse en una burbuja donde lo único que les recordaba que había algo más fuera de allí eran los murmullos y las risas amortiguadas que provenían de la planta baja, lugar que estaba particularmente concurrido.

La pequeña Black parecía estar más que a gusto en brazos de Sirius

Pasaron varias horas hasta que alguien se animó a golpear la puerta.

- ¿Puedo pasar? – preguntó alguien del otro lado.

- ¡Shh! – respondió Sirius abriendo la puerta.

- Lo siento, lo siento – susurró Remus – es que las quería ver – hizo una mueca de sorpresa al ver la bebé que Sirius cargaba en brazos - ¡es hermosa! – exclamó tal vez demasiado fuerte.

- Por supuesto – dijo Sirius con orgullo. Remus sonrió.

- ¿Puedo sostenerla?

- Mmm... - miró a Remus con desconfianza – pero te sientas ahí primero – señaló uno de los sillones. A Remus le pareció entre ridículo y divertido, pero obedeció.

Isadora despertó culpa de los cuchicheos de Remus y Sirius e inmediatamente se indignó.

- ¡Sirius Black! – el aludido dio un salto en el sillón dónde se encontraba sentado, y por suerte quien cargaba a la bebé era Remus - ¡Te dije que me despertaras, yo también quería decirle!

- ¡No dije nada! – se defendió Sirius.

- ¿Decirme qué? – preguntó Remus con cara de susto.

- Dile tú – ofreció Sirius

- Bueno, pero después le cuentas lo otro...

- ¡Dime, por favor! – exclamó Remus despertando a la niña - ¡Ay, no!, ¡Shh! – dijo hamacándola - ¡Lo siento! ¡Lo siento! – Sirius e Isadora se echaron a reír.

- Bueno, si vas a ser su padrino mejor que aprendas como hacer que deje de llorar – dijo Isadora con una sonrisa.

- ¿Su qué?

- ¿En serio pensaste que no te íbamos a pedir a ti? – preguntó Sirius – además, puedes elegir el segundo nombre, como acordamos.

Remus observó por un momento a la bebé y sonrió, ella dejó de quejarse en cuando él puso de pie y la acunó.

- Esto es... ¿Están seguros? ¿en serio? – ambos asintieron – Pero... ¿Y si no le agrado porque... ya saben...

- Remus, te va adorar – respondió Isadora – mírala, ya le caes bien.

- Gracias, en serio... Los abrazaría si no tuviese a mi ahijada en brazos – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Resultaba extraño que la casa estuviese tan repleta de gente y a la vez tan silenciosa, todas sus habitaciones estaban, aunque temporalmente, ocupadas. Pero en ese momento nadie se encontraba en sus habitaciones, pues estaban concentrados en la niña de ojos grises que Sirius llevaba en brazos.

- Bueno, aquí está – dijo observándola con admiración – Les presento a Raphaella Aurora Black

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora