Harmonia Nectere Passus

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A la absolución de Sirius le siguió una celebración que, aún muy entrada la noche, parecía no dar señas de querer terminar. Harry, Ron y Ginny estaban amontonados en un sillón a medio dormir; Remus se servía el quinto whisky de fuego de la noche y Hagrid, que había llegado a eso de las ocho de la noche, ya hipaba y contaba por tercera vez el chiste de un dragón con gripe; Allie, por su parte, se reía como si fuese la primera vez que lo escuchaba.

Tal vez por haber pertenecido al diminuto grupo de personas que no había tomado alcohol, Isadora fue la primera en despertar esa mañana. Era la tercera vez que golpeaba la puerta de la habitación de Remus.

- ¡Estoy despierto! ¡estoy despierto! – se escuchó del otro lado. Remus abrió la puerta e Isadora tuvo que contener una risa, parecía que una tropilla de hipogrifos lo había pasado por encima.

- ¡Necesito la carta, Remus!

- Ah, cierto... Un momento...

- ¡No me cierres la puerta otra vez!... ¡Ay, por favor!

Sirius salió de la habitación de en frente impecablemente vestido y, a juzgar por su rostro, sin un vestigio de resaca.

- Buenos días – dijo echándose el cabello negro hacia atrás para luego besar a Isadora - ¿Quieres venir conmigo?

- ¿A dónde?

- Afuera

- ¿Sólo afuera?

- No pienso quedarme un minuto más de lo necesario en esta cueva. Es más, pensé que ahora que puedo ir a donde quiera, podríamos quedarnos en tu casa.

- Ehh... Sí, está bien – dijo Isadora – Pero necesito que me acompañes a la madriguera primero.

Sirius estaba tan empecinado en abandonar Grimmauld Place que no preguntó mucho más y casi cargó a Isadora hasta afuera para poder desaparecerse.

Ambos se materializaron en la colina más cercana a la casa de los Weasley y caminaron el resto del trecho. Sirius parecía estar viendo todo por primera vez, no era un día soleado, pues nunca había muchos días soleados en tiempos oscuros, siempre había sido así, pero a él parecía no importarle demasiado.

- Cariño, estás yendo en la dirección incorrecta – señaló Sirius, pero antes de poder indicar hacia dónde se encontraba la madriguera Isadora tomó su mano y volvieron a desaparecer unas cuantas colinas más al norte. Antes de que Sirius pudiese protestar ella le entregó un sobre. - ¿Y esto?

- Ábrelo

Rasgó el papel y con el ceño fruncido leyó las líneas escritas en pergamino que delataban la caligrafía de Remus Lupin:

La Casa Black está ubicada en el valle tres kilómetros al norte de la Residencia Weasley en Ottery St. Catchpole, Devon, Inglaterra.

El papel se incendió con un débil chasquido en la mano de Sirius y un momento después había desaparecido. Una amorfa pared de color crema se hizo lugar en el aire e inmediatamente se expandió en todas direcciones dejando ver una enorme vivienda de puertas y ventanas muy altas hechas de madera oscura, en lo más alto relucían tejas de color gris humo; y enredaderas de madreselva y glicina trepaban las paredes alrededor de las ventanas.

- No podemos quedarnos en mi casa porque ya no es mía, así que espero no te moleste mudarte a ésta que de hecho es de ambos – explicó ella.

- ¿Bromeas?, es increíble, ¡Mira todo este lugar! – Sirius llegó a la puerta en dos zancadas y espió a través del vidrio.

- ¿Qué haces?, entra ya. – dijo Isadora riendo.

Pasaron el vestíbulo y llegaron a la sala de estar, había un delicioso aroma a madera y a pesar de no haber sol, la claridad era abundante. El objeto principal en la habitación era la chimenea, sus columnas de piedra se alzaban unos centímetros por encima de Sirius y el hogar enfrentaba a los sofás de la sala.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora