Evanesco

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Los días hasta la fecha del egreso pasaron volando, Lily seguía igual de emocionada, Sirius igual de mohíno e Isadora todavía no había encontrado ganas de ir, pues no podía evitar sentirse un poco incómoda con Ric, aunque fuesen amigos.

Esa mañana habían llegado varias lechuzas con paquetes y cajas con túnicas de gala y vestidos de los que aún no los tenían.

Estaban desayunando cuándo Orión dejó caer un paquete encima de la mesa salpicando a James con mermelada de arándanos, quién bufó molesto ante la risa de los demás.

- ¡Abrelo! – urgió Lily, a quién su vestido le había llegado hacía casi una semana. - ¿Ustedes no recibieron nada? – preguntó a los demás.

- Nosotros ya tenemos – respondió Peter.

Isadora espió por una abertura del paquete, dejando ver una porción de tela negra.

- Creí que sería azul – comentó Lily

- Cambié de parecer – dijo Isadora encogiéndose de hombros – Aunque, creo que mamá olvidó enviarme la gargantilla que me dejé en casa, debe estar ocupada con lo de la mudanza, pues según me contó estuvo en Francia la semana pasada.

Cuando Alaric se acercó a la mesa de Gryffindor para acordar el sitio de encuentro de esa noche, Isadora observó instintivamente a Sirius que parecía ignorar olímpicamente que el muchacho estaba allí parado. Luego de unos incómodos segundos Alaric se perdió de vista entre el gentío que salía del comedor y el mal humor de Sirius pareció acrecentarse.

- ¿Puedes por favor dejar de estar tan amargado?, ¡Anímate, tal vez sirvan Whisky de fuego esta noche! – dijo James dándole un golpecito en el hombro a su amigo – Además, deberíamos hacer una broma de despedida o algo – opinó y jaló a Sirius de la camisa para que lo acompañe, seguido de Remus y Peter,

- No tienes ni un poco de ganas de ir, ¿no? – aseguró Lily al ver el desgano de su amiga que le trenzaba el pelo frente a un espejo.

- Es algo raro ir con Ric después de lo que sucedió el otro día.

- Tendrías que haberle dicho a Sirius – opinó Alice – ¿No te dijo que era eso que quería decirte? – preguntó intercambiando miradas con Lily – Oigan, ¿me pongo los aros plateados o dorados? – se acercó ambos pares a las orejas.

- Los dorados – respondió Isadora – No, no me lo dijo, de verdad quería ir con él, ¿Saben? – dijo bajando mucho la voz, como si dijese un importante secreto.

- Ay, no me digas – respondió Lily sarcásticamente a lo de que Alice soltó una risita. – Creo que ya sabes lo que él planeaba decirte – Lily esbozó una sonrisa pícara.

Isadora miró a Lily algo confundida, pero la verdad es que había considerado la posibilidad, como también se había planteado decirle lo que le sucedía con él.

Cuando las tres muchachas llegaron a la sala común ninguno de los cuatro merodeadores se encontraba allí. Luego de unos minutos, Remus, James y Peter aparecieron desde el pasillo que daba a sus habitaciones.

- ¡Estás preciosa! – exclamó James al ver a Lily, estrechándola en sus brazos.

- Todas lo están – dijo Remus cordialmente.

- Ustedes también se ven bien – correspondió Isadora con una sonrisa - ¿Sirius? – preguntó mirando por encima del hombro de Peter.

- Salió hace un rato - respondió Peter – aunque no iba vestido para la ocasión... - agregó como pensando en voz alta.

Al llegar Frank también, todos salieron de la torre de Gryffindor. Isadora aún debía encontrarse con Alaric, por lo tanto se separó de sus amigos y se apresuró por el pasillo del séptimo piso, al llegar al tapiz de Barrabás el chiflado intentando enseñar ballet a unos trolls, se detuvo, su amigo aún no había llegado. Al observar en dirección a las escaleras lo vio aparecer con paso apresurado, disculpándose por la tardanza.

A medida que bajaban las escaleras, Isadora miraba a los lados esperando ver a Sirius, muy a su pesar, no lo encontró. Cuando llegaron al final de la escalera del primer piso Alaric se detuvo.

- ¿Qué sucede? – preguntó ella. Alaric no respondió inmediatamente, pues parecía debatirse en su interior sobre lo que debía decir.

- Ve – soltó finalmente con un pesado suspiro.

- ¿Qué dices? – Isadora abrió los ojos como platos.

- Sé lo que pasa, lo entiendo – respondió con seguridad – Y lo último que quiero es arruinarlo para ti, veo como se miran, bueno, debería estar ciego para no darme cuenta – sonrió a medias – No soy yo con quien debe estar esta noche, no me consideraría un buen amigo si no te dijera esto.

- Ric... - susurró ella aún sin creerlo.

- ¡Vamos!, ¡Ve a buscarlo! – exclamó un poco más animado, zamarreándole amistosamente el hombro. – No tienes opción, me niego a ir contigo – dijo cruzándose de brazos, aunque de buen talante.

- No sé dónde está – comentó ella aún desconcertada.

- En la torre de Gryffindor – informó Alaric

- ¡¿Cómo lo sabes?!

- ¿Qué importa?, ¡Ve de una vez! – dijo riendo. Ella se giró sobre sus talones para volver a subir por las escaleras hasta el último piso. Pero antes de dar el primer paso abrazó fuertemente a su amigo.

Subía las escaleras con paso decidido y sin pensar demasiado en lo que iba a hacer, no sabía siquiera qué le diría a Sirius o en lo raro que podía llegar a resultar que se apareciese abruptamente. Tampoco podía evitar que la culpa le retorciera el estómago por dejar a Alaric solo, así que trató de convencerse de que él estaba seguro de la decisión que había tomado y aunque volviese no la dejaría acompañarlo. Sintió un arrebato de afecto hacia él y una profunda gratitud. Por otro lado consideró que Sirius estaría con su acompañante de esa noche y pensó en volverse, pero ya estaba allí, parada frente al retrato de la Señora Gorda, agitada por haber subido las escaleras a toda velocidad, incluso sin darse cuenta. Al mirar hacia abajo no entendió como no se había desplomado en el camino por ir con unos zapatos tan altos y empinados sin mirar el camino.

- Abraxan – Susurró la contraseña deseando que la señora gorda no la escuchara, pero el cuadro se corrió y reveló la entrada a la torre.

Isadora caminó lentamente por el pasillo retrasando su entrada en la sala común lo más posible. Al llegar a la arcada donde se abría la habitación, lo primero que vio fue un par de ojos grises abrirse como platos. Sirius se levantó de un salto del sillón en el que estaba cómodamente sentado, pero no dijo una palabra.

- ¿No vienes? – preguntó ella sin saber cómo comenzar.

- Como te dije, no dispongo ni quiero una segunda opción – respondió con voz serena. Ella sentía el corazón latirle sordamente en la garganta, pero dio unos pasos, acercándose hacia él y armándose de coraje volvió a formular una pregunta.

- ¿Es muy tarde para aceptar tu invitación?



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Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora