Morsmordre

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1º de Agosto de 1997

Isadora había despertado temprano ese día, pero no tan temprano como Sirius y su hija, quienes parecían dormir la mitad que cualquier otro humano.

Mientras disfrutaba su café de desayuno aparecieron en su casa Alaric y Allie, vestidos ya con su ropa de trabajo.

- El Ministerio es un desastre estos días – comentó Alaric extendiéndole El Profeta de ese día a Isadora – No vi a Scrimgeour en toda la semana.

- Yo tampoco – secundó Allie – Kingsley dijo que lo encontró cuando llegaba a la oficina, mucho más temprano que el resto, y que no lucía nada bien, que estaba tan delgado que tenía la piel del rostro pegada al hueso. – a Isadora le pasó por la mente una imagen fugaz de Sirius cuando recién había salido de Azkaban.

- Es que todo es un desastre, mira – agregó Ric señalado el periódico.

Isadora lo tomó y le dio una hojeada rápida. Todas las columnas hablaban de lo mismo de siempre: desaparecían magos, desaparecían muggles, la marca tenebrosa había aparecido en numerosos lugares; y edificios y puentes se derrumbaban en las ciudades muggle. En la tercera página Isadora encontró una lista de recaudos que tomar para evitar las visitas de mortífagos en su casa, pero no se molestó en leerla, ya las conocía de la última vez y no servían de nada. Lily y James habían estado bajo el encantamiento Fidelio cuando fueron atacados y ninguna de esas tonterías los podría haber salvado de Voldemort. Frunció los labios con rabia y apartó el periódico a un lado.

- Y las cosas que no salen en el periódico – agregó Allie – pero ya te conté cuando vine la vez pasada, no podemos hablar entre nosotros ahí dentro, es peligroso, ni siquiera los que estamos en el mismo departamento y ni aunque que no sean de la Orden. Cuando me cruzo con Arthur y Kingsley apenas si los miro. Y nosotros dos – señaló a Ric – nunca entramos juntos.

Pasados unos segundos, y tal vez llamado por las voces que provenían desde la planta baja, Sirius apareció en la cocina con su bebé en brazos aún vestido con un pijama color índigo, descalzo y con el cabello revuelto.

- Buenos días – saludó.

Allie y Ric respondieron y se quedaron mirándolo por un momento como si fuese un bicho raro, pues rara vez Sirius andaba en esas fachas, pero lo comprendieron cuando vieron como Raphie le jalaba del cabello con sus manos pequeñas pero fuertes. Sirius hizo un gesto de dolor pero inmediatamente le sonrió a su hija y con sumo cuidado le desenredó los deditos de su cabello.

- ¿Cuáles son las malas noticias de hoy? – preguntó alegremente, como si fuese lo más común del mundo.

- Pésimo clima laboral – resumió Allie – realmente nos merecemos un aumento, todos.

Sirius chasqueó la lengua en respuesta.

- No los quiero desalentar, pero empeorará, igual que la vez anterior.

- Gracias, Sirius – respondió Ric con sarcasmo amistoso.

En ese momento la puerta principal se abrió nuevamente y Tonks entró a toda velocidad.

- Buenos días – saludó apurada – ustedes dos – señaló a Allie e Isadora – tengo que hablar con ustedes, ¡Ay, hola bebita hermosa! ¡Ven conmigo! – le tendió los brazos a Raphaella pero ella lo miró a Sirius con sus ojos idénticos a los de él y ésta vez en vez de jalarle el pelo le apretó la nariz. Tonks, ignorada, se volvió a Isadora y Allie – es importante – apuró

Ric dijo que a él le convenía adelantarse así llegaba solo al ministerio y Sirius subió las escaleras para dejarlas solas. Tonks, consciente de que ella y Allie llegarían tarde si no se apresuraba, tiró la bomba.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora