Fidelio

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- ¡No entiendo por qué Moody insiste en que no salga!, ¡Ya no recuerdo la última vez que fuimos a lo de James!

- Ya te lo dije – repitió cansinamente Isadora – Alastor cree que eres el guardián de los secretos al igual que todo el mundo y a menos que quieras desengañarlo tienes que quedarte aquí, ¿Cuántas veces más quieres tener esta conversación? – Isadora le echó una mirada a la foto de James, Lily y Harry que tenía pegada junto a la mesa de luz, Lily la había enviado junto con una de sus cartas. En la imagen, Harry montaba la escoba de juguete que Sirius le había comprado para su cumpleaños (en una de las tantas ocasiones en que había desobedecido a Alastor) y James lo perseguía evitando que rompiera todo cuanto se le cruzara en el camino.

- De acuerdo, no iré al Valle de Godric, pero necesito salir de todos modos – Isadora rodó los ojos – no me digas que no quieres venir... - la tentó

- Claro que quiero salir de aquí – admitió – Me arrepentiré de esto, lo sé.

- ¡Genial!, necesitamos un disfraz – dijo Sirius – a ver si recuerdo como era esto... - tomó su varita y apuntó a su rostro mirándose en el espejo, inmediatamente su cabello creció y se volvió rubio, sus ojos cambiaron de color y deformó su nariz hasta que su rostro dejó de parecerse lo suficiente al original - ¿Me veo guapo? – preguntó subiendo y bajando las cejas.

- ¡Cielos, claro que no!, ¡Te pareces a Lucius Malfoy, qué horror! – exclamó Isadora arrugando la nariz y Sirius soltó una sonora carcajada.

- Ahora te toca a ti – dijo Sirius apuntándole en la cara con la varita. Ella lo miró con espanto - ¡Qué desconfiada!, lucirás genial – aseguró, Isadora vio que su largo y negro cabello se acortaba hasta que ya no pudo verlo - ¡Listo! – Informó el muchacho partiéndose de la risa.

- ¡Ay, si!, ¡Qué chistoso! – Exclamó Isadora al verse la cara llena de arrugas y con un horroroso maquillaje de anciana, su cabello estaba lleno de rizos apretados y de canas entremezcladas con un cabello rubio oscuro espantoso – Aun así sigo más bonita que tú.

- Mmm... no creo que convenzas a nadie del cuello para abajo – dijo él al ver que seguía igual que siempre – mejor ponte esto. – le alcanzó unos harapos viejos y feísimos sin dejar de reír. Ella los agarró de mala gana pero luego de un rato no pudo evitar reírse del aspecto que deban los dos.

- Andando muchacho, muévete, muévete – ordenó Isadora imitando la voz de una anciana. - ¿De quién era esto? ¿De la madre de Alastor?, qué cosa horrible, ¡Ya deja de reírte, mocoso!

- Eres la abuela más candente que vi en mi vida – comentó Sirius mientras ella lo empujaba hacia la puerta.

La mañana era soleada y no hacía demasiado frío para ser otoño, las hojas de los árboles se veían hermosas, las que aún se mantenían en las ramas eran rojas, anaranjadas y amarillas, las demás formaban un crujiente colchón en el suelo. La ropa que llevaba Isadora apestaba a humedad, pues la habían sacado de un armario que estaba empotrado en la pared que nunca habían utilizado, Sirius en cambio llevaba la ropa más muggle que tenía.

En lugar de ir al valle de Godric se aparecieron en la ciudad más cercana. Mientras paseaban por la plaza Sirius se divertía fingiendo que era el nieto de Isadora y ésta hacía el papel de sorda preguntándole a los gritos qué era lo que le estaba diciendo. Luego de pasar por una tienda de dulces a insistencia de Sirius, volvieron a su escondite.

- ¡Al fin puedo sacarme esto! – exclamó Isadora – Necesito darme una ducha para sacarme este olor a humedad – agregó encaminándose hacia el baño, no sin antes pasar por el espejo y quitarse el disfraz del rostro.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora