Número Siete

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Salí justo en el concubio de la noche después de una prolongada charla con el doctor Lecter, pudo envolverme con su labia con tanta naturalidad que habría amanecido escuchándole hablar. Cuando estaba apunto de cruzar la calle para dirigirme a mi casa, escuché el sonido natural de un silbido, lo suficientemente bajo como para captar solo mi atención.

No era común recibir aquel tipo de llamados y menos durante la noche. Incluso se sintió peligroso debido a la oscuridad que inundaba la calle allegada.

Con algo de curiosidad me acerqué al auto donde provenía el sonido y, para mí sopresa se trataba de alguien familiar.

──¿Oficial Graham? ──cuestioné con interés── ¿Qué hace usted por aquí?

──Me detuve para descansar un poco, el cansancio me está matando. ──confesó mientras se apoyaba al borde de la ventana para obtener una mejor vista── ¿Y usted?

──Ah, bueno... Creo que no tomé en cuenta las horas y se me fueron volando.

Él castaño le dio un rápido vistazo por detrás de mi hombro solo para después devolver su mirar a mi.

──De hecho. ──pausó y meditó unos segundos antes de seguir── Me gustaría preguntarle algunas cosas.

──¿Preguntar? Claro, bueno... Espero que no esté metida en nada malo. ──una risa nerviosa se escapó dentre mis labios.

──No se preocupe, no es nada problemático.

Ante la petición pensé que lo más práctico sería tomar asiento del otro lado de piloto debido a la extrañeza de tener a una mujer inclinada muy por encima del vidrio del conductor. Lo último que necesitaba era provocar un mal entendido.

Rodeé el coche y me anticipé a entrar en el mismo manteniendo el silencio que parecía anhelar mi acompañante a un lado, el mismo que se tomó de forma personal mi ingreso al auto.

──Puede llegar a ser demasiado preciso pero ¿No ha notado un comportamiento extraño con el Doctor?

──¿El doctor...? ¿Lecter, dice?

Asintió.

──No lo creo, bueno, no le conozco mucho pero creo que su actitud es bastante normal. Teniendo en cuenta que la mayoría de psiquiatras son algo excéntricos.

Volvió a asentir pero con cierta expresión de insatisfacción que no disimuló.

──No sé si sea algo prudente de decir pero, normalmente tiene cierta tendencia a controlar absolutamente todo lo que sucede cuando estoy en su casa. Aunque puede ser aun rasgo suyo, no algo puntual.

──¿En qué sentido?

──Dónde me siento o a qué sitios voy, siempre me mantengo en la sala o en su oficina.

──Hm... Comprendido.

Parecía ser un hombre de pocas palabras, algo muy raro cuando se trataba de un policía que mantenía un interés en lo que ocurría dentro de aquella casa.

Luego de una meditada en silencio, retomó su compostura y devolvió la mirada a mi dirección, algo más centrado.

──Gracias por su cooperación ¿Necesita que le de un aventon a su casa?

──Oh ¡No se preocupe! Puedo tomar un taxi, además, usted tiene pinta de que necesita descansar. No vaya a ser que nos accidentemos pro el camino.

Por primera vez pude escucharle reír, aunque hubiera sido un mero bufido seguido de una torpe sonrisa, fue suficiente para contagiarme y acompañarla con la propia.

More than I would like [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora