Decir que a la práctica totalidad de los presentes los había tomado por sorpresa la intromisión se habría quedado corto. La llegada no ayudó al Primer Biólogo a mantener su temperamento bajo control, y menos tratándose de Eal, la horma de su zapato. Aun en medio del estupor por compartir asientos con un futuro condenado a la no existencia, el temor a protagonizar otro episodio de ira en público contuvo sus manos.
—Seguridad —llamó, sin notar el gesto de contención que Draadan hacía a sus subordinados—. Eal, has aprovechado la falta de vigilancia para sabotear la celda con trucos que solo tú conoces y te has atrevido a triangular de nuevo al terráqueo. Estás loco o es que tu desfachatez no conoce límites.
—Deberías plantearte usar el femenino.
—Seguridad —repitió, aunque en esta ocasión se dirigía directamente a la nave—. Protocolo de contención, prisionero fugado.
—Negativo. No hay constancia de prisioneros en los archivos —escribió la IA de a bordo en el interfaz de su visor y en los de sus colegas.
—Otro de tus trucos —bisbiseó Shaal, luchando para no volver a perder la paciencia—. Ya veremos si también puedes sabotear a mis hombres.
—Ahora son tus hombres, ¿eh? Shaal, te refrescaré la memoria. Acabé en el área de detención por orden directa (más o menos, no voy a entrar a señalar a nadie) del Vértice, la única autoridad por encima de la nuestra. Con la baja de nuestro Primer Tripulante, sus disposiciones dejaron de tener validez. Y dado que la pirámide no ve ninguna sensatez en mi encierro, lo ha interrumpido. Puedes intentar devolverme a mi aburrida caja, pero te garantizo que obtendrás idéntico resultado. Mi rango es igual al tuyo; tu arbitrariedad no va a imponerse sobre la lógica.
Se escucharon algunos murmullos de aprobación entre los familiarizados con el funcionamiento de la cadena de mando. Si bien Shaal no lo desconocía, el mazazo por haber pasado por alto tal posibilidad fue excesivo. Tuvo que aspirar hondo para que no le fallase la voz.
—Arbitrariedad... Lógica... Cómo puede la pirámide... sancionar el robo de archivos esenciales..., la deserción..., la...
—¿Robo? Los he reintegrado todos a donde pertenecían, salvo uno, que volverá a tiempo para nuestra partida. En cuanto a si deserté, yo diría que es una apreciación exagerada de mis intenciones: lo cierto es que regresé por propia iniciativa. Oh, vamos, no pongas esa cara escéptica. Aunque tú no me creas, es evidente que la pirámide sí lo hace. Si tú siempre fuiste el más firme defensor de su autoridad, ¿vas a empezar a cuestionarla ahora?
—La autoridad —Shaal apretó los puños hasta clavarse las uñas— de dejar libre a un... a una asesina...
—Eso no es cierto, Shaal-mekk —todos los rostros se volvieron hacia el nuevo orador, Neudan—, Eal nunca me quitó la vida. Fue mía la idea, fui yo quien la entregó de buen grado, junto con mi registro de memoria. Si faltó a la verdad fue para apartar de mí las represalias.
—Mientes... Eres un... loco mentiroso...
—Hasta tú has tenido que reconocer el viejo brillo en su mirada —intervino la Primer Ingeniero—. ¿No es magnífico? Recuperó su pasado sin perder ni un ápice de su presente gracias a los ajustes que copié de la otra pirámide. Nos quedan tantas cosas por aprender... Y si vais a blandir en mi contra la política de no intervención, os recordaré que eso también fue una amable sugerencia de nuestro Vértice, quien ya no se encuentra entre nosotros.
La voz de Shaal acabó fallando. La muerte, la huida, los años de inmovilidad, el terráqueo, la marcha del Vértice... La comprensión de que todo aquello había formado parte de un plan contra él era tan abrumadora que no le salían las palabras. Los otros dos miembros del segundo nivel, por el contrario, se dejaron vencer por la intriga.
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Con la vista al cielo
Science FictionFlorencia, año 1470. La apacible sesión de posado para la nueva obra del maestro Verrocchio se ve interrumpida por los visitantes más extraordinarios que cabría imaginarse: surgen de la nada, visten ropas nunca vistas, poseen habilidades sobrenatura...