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Reaccioné y me levanté del suelo, con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Caminé hacía mí cocina que estaba tan solo a unos pasos de distancia, y tomé un cuchillo pequeño del mesón. No sabía nisiquiera porque lo tomaba, sí no sabía a que me enfrentaba y mucho menos sabría que hacer en caso de una pelea o algo, pero estaba tan cegada por el miedo que no pensaba con claridad.

Me encaminé hacía la escalera y subí a la segunda planta, empuñando el cuchillo.

Extrañamente, todo se encontraba apagado, hasta la luz de mí habitación, la cual estaba encendida cuando bajé.

Pasé saliva y caminé lentamente. Cuando entré en mí habitación, la puerta se cerró de un portazo a mis espaldas; cuando iba a voltear, sentí un cuchillo en mí cuello.

—Sí te mueves, aunque sea un poco, te cortaré el cuello y morirás en cuestión de segundos; así que yo de ti me lo pensaría dos veces.

Las lágrimas cayeron en mis mejillas y me sentí asustada.

***

En menos de diez minutos, él me había atado a una silla. Lo más tenebroso era que hasta ahora no sabía quien rayos era él, ya que todo seguía oscuro.

Al terminar de atarme, se paró en frente mío y encendió la luz.

Reconocí esa sonrisa. Era el mismo chico que había seguido hace una semana hacía la salida del bar. El mismo que... Me había apuñalado.

Él me miró y dijo:

—Vaya, sí eres la zorra de hace unas noches. Creí que estabas muerta.— Dijo y alzó su rostro. Lo que ví me causó pánico. Su sonrisa estaba cortada, haciéndola aún más larga, sus ojos no tenían párpados y estaban rodeados de un negro espeluznante. Su piel, blanca como la nieve. Era realmente aterrador.

—¡Oh, vamos querida! No te asustes. Hay personas que son aún más horribles en su interior.— Dijo burlándose.

—¿Qué es lo qué quieres?—Pregunté, con la voz entrecortada. Tenía mucho miedo, CJ estaba muerto, y debía escapar antes de terminar igual que él.

—Pues, mí plan era entrar a un hogar cualquiera, matar a todos en su interior y luego quemar la casa. Pero, ya que veo que sigues vivas, me harás mucho más divertida la noche.— Dijo, mientras su macabra sonrisa se expandía.

Yo sudaba a mares gracias a el terror que sus palabras me inyectaban. Debía encontrar la manera de escapar.

El tomó su cuchillo y me miró, luego lanzó su primer golpe. El resultado fue que me apuñaló el hombro, haciéndome soltar un grito ensordecedor.

Él se deleitaba con mí sufrimiento. Siguió cortándome la piel y riéndose mientras lo hacía.

Luego de que ya no sabía donde más dañarme, bostezó, tratando de mostrarse aburrido y dijo:

—Bueno, es todo. Sí logras sobrevivir a ésto, tienes mucha suerte.

De la nada, sacó un encendedor de su bolsillo y lo tiró en el piso. Llegó a un estante donde tenía mis perfumes y cosas así y empezó a estrellarlos contra el suelo, haciendo que la pequeña llama se convirtiera en un gran incendio.

—Buena suerte.—Dijo riéndose, y saltó por mí ventana.

Empecé a forcejear y a gritar. «¡Ayuda! ¡Ayudenme por favor,
!». Las lágrimas me inundaban los ojos, y las llamas empezaban a quemar mí ropa. De un momento a otro me di por vencida, y cerré fuertemente los ojos.

A lo lejos escuché patrullas y sirenas, y rogué a Dios porque no fuese demasiado tarde.

Sentí un ardor en las piernas y brazos, me estaba quemando viva. El calor era insoportable y me sentía sofocada, ya no podía respirar.

Escuché un crujido en la planta de abajo, y pasos y gritos.

Antes de desmayarme, vi gente entrando a la habitación.

Ajenos «Jeff The Killer».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora