005.

389 41 4
                                    


Pesadilla.

Me encontraba caminando por una calle desolada, hasta que llegué a un edificio alto. Entré y subí hasta la azotea. La vista era realmente genial. Me paré en el borde y miré hacía abajo, era una altura aterradora.
Sentí un movimiento detrás de y volteé. Me encontré con el mismo chico que me había apuñalado hace unas noches y que había quemado casa. Un temor retumbó dentro de y me di cuenta que no tenía hacía donde huír. Si daba un mal paso, caería al vacío.
Él lentamente se acercaba a , riéndose macabramente. Estando a una poca distancia de cuerpo, él alzó la cabeza y me miró con ese ojos que se me hacían inquietantes.

«Go to sleep»— Dijo y me empujó.

**** 

Me desperté gritando y con lágrimas en los ojos. Me encontraba en el hospital y sentía dolor en cada parte de mí cuerpo. De la nada, un hombre de bata blanca ingresó a la habitación, acompañado de un policía.

—Hola señorita Martinez, soy el doctor Fernández.—Dijo el tipo de bata blanca.

—Hola...—Pronuncié con la voz afónica. Estaba adolorida, y quería morir.

—Lamento mucho la muerte de tu compañero, y lamento tu estado. El oficial Brooks quiere charlar un poco contigo, así que te dejaré sola con él.— Dijo el doctor para luego retirarse.

El policía era alto y moreno, de tal vez unos 50 años. Se sentó a los pies de mí cama y dijo:

—Hola Elizabeth. Soy el oficial Brooks como ya habrás oído. Te quiero hablar del incidente en tú casa.

—¿Cuánto tiempo llevó aquí?— Pregunté reteniendo las malditas lágrimas. Me sentía sumamente vulnerable.

—Aproximadamente 4 semanas, tuvieron que dormirte para que tu cuerpo pudiera recuperarse. Tuviste la gran suerte de que los bomberos pudieron sacarte antes de que tus quemaduras fueran aún más graves. Ahora quiero que me digas todo lo que pasó ese día, acababas de salir del hospital, ¿y luego te encuentran amarrada a una silla, apuñalada, quemándote, con un chico muerto en la planta baja? ¿No crees qué es algo muy... extraño?—Dijo, y sus ojos me calaron. Tal vez creía que yo había matado a CJ, o que yo había iniciado el incendio.

—Mire... Quiero explicarle todo, pero, todo ha sido muy extraño y repentino para mí...—Dije, jugando con mis manos y soltando lágrimas.

—Mira Elizabeth, todo ésto es sumamente raro y tengo que darle respuestas a varías personas. Ahora mismo podríamos estar culpándote a ti por el homicidio de tu novio. Depende de ti que esa decisión cambie.—Dijo con una mirada seria.

****

Luego de veinte minutos de una larga charla, por fin había contado toda la historia desde que seguí al chico a la salida del bar hasta que intentó quemarme viva.

El policía me miró y dijo:

—Está bien Elizabeth. Te creo. Sólo una cosa más. Tengo aquí las fotografías de todos los presos que escaparon hace un tiempo de la penitenciaria. Tal vez alguno de ellos sea el que te hizo todo esto. 

Él me paso un folio lleno de fotografías de hombres con caras llenas de rabia o rencor. Fui pasándolas una por una, hasta que mi corazón dio un vuelco. En una de las fotografías se encontraba él, con su sonrisa psicópata y los ojos perdidos.

—E-es é-él...—Tomé la fotografía y me llené de rabia.

—¡Es él! ¡Maldito hijo de perra, maldito dañaste mí vida, hijo de la gran puta!—Dije mirando su fotografía. Mí pulso se aceleró y me sentí mareada. Seguía gritando cosas y el policía me miró preocupado. Varios doctores y enfermeros entraron y me retuvieron, con cuidado de no lastimar mí hombro apuñalado. Lo odiaba, él había matado a CJ, me había intentado matar y había acabado con mí hogar. ¡Hijo de perra!

Uno de los doctores sacó una jeringa y me la puso en el cuello. Sentí el líquido correr por mí cuerpo y rápidamente me relajé. Terminé acostada en la cama, derramando lágrimas gracias a la rabia.

Ajenos «Jeff The Killer».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora