013.

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Pasaron varías horas en las que ésta casa estuvo reinada por un silencio cortante.

Estaba sentada al lado de la ventana escuchando como la brisa afuera mecía los árboles.

Me paré del suelo frío y caminé por la habitación. Mí mente era una maraña de pensamientos. Me sentía una estúpida por haber dejado que Woods me encerrara, y me sentía aún peor al pensar que yo me lo había buscado. No valía la pena mentirme, y aunque me costara admitirlo, Jhonatan había tenido razón en cada cosa que dijo.

Cerré los ojos y me recosté contra la pared. Debía salir de aquí y no tenía ni la menor idea de como hacerlo.

Me acosté nuevamente en el suelo y traté de conciliar el sueño, pero fue un intento completamente fallido.

Mí estómago soltó un gruñido gracias al hambre.

Me paré y me dirigí a la puerta; si Jeff tenía pensado mantenerme como rehén, por lo menos que me diera de comer ¿no?

—¡Oye, imbécil! ¡Me muero del hambre! ¡Dejame salir jodido idiota!— Grité mientras le pegaba patadas a la puerta.

Hubo un pequeño «clic», el cual me avisó que alguien estaba quitando el seguro de la puerta.

Cuando se abrió, Jeff entró con una cara que daba miedo (bueno, su cara en sí ya daba miedo, pero ahora sí que parecía un maldito loco. Dios, lo odio). Sacó su cuchillo y lo empuñó, listo para apuñalar a alguien, y por ese alguien me refiero a mí.

—¿Cuál es tú maldito plan? ¿Matarme del hambre?— Pregunté.

—Deja de joderme la puta existencia, no soy tú padre para que me andes pidiendo cosas.— Respondió indiferente.

—¡Entonces dejame salir de aquí!

—La única forma de que salgas de aquí sería en un ataúd.— Sonrió aún más y agregó:—Sí estuviera en tú lugar no tentaría mí suerte.

—¡Como te odio, hijo de pu...— Nisiquiera pude terminar de hablar, ya que me abofeteó.

—Mira perra, el hecho de que aún no te mate no significa que puedas tratarme como sé te da la gana. Deberías portarte bien, ya que no quieres que me vuelva un maldito psicópata y te destripe.—Soltó, como si fuera lo más común del mundo.

Empecé a llorar y le grité:

—¿¡Por qué no me matas de una jodida vez!?

Él me miró y dijo:

—No quiero todavía. Es tan fácil y complicado como eso.— Dicho eso, salió de la habitación, cerrando la puerta de un portazo.

Me quedé sentada en el suelo y abracé mis piernas.

¿Cómo me había metido en ésto?

Ajenos «Jeff The Killer».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora