Capítulo 9

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Los golpes en la puerta me despertaron y entonces me percaté de la voz de Sharon del otro lado.

-¡______, levántate ya!-gritó.

Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.

-¡Bestia!-volvió a golpear la puerta-Alex vendrá en cualquier momento. 

¿Alex? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé la sábanas hacía un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Sharon corría de un lugar a otro en busca de algo.

-Yo creí que no te levantarías nunca-farfulló.

-¿Qué buscas?-pregunté.

-Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí-apuntó al sofá. 

Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría Alex en llegar?...... 

¿Por qué me pregunto eso?-

Busca en tu cuarto, Sharon-musité. 

Ella me miró y salió corriendo a su habitación. Dos segundos después llamaron a la puerta.

-______, por favor abre-me gritó Sharon desde su cuarto.

Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbró por completo.

-Buenos días-me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.

-Buenos días, Alex-le devolví la sonrisa-. Pasa.

Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta azul, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono negro al igual que los apretados pantalones que traía. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que sólo ves en televisión.

-Bonita pijama-musitó mirando mi atuendo.

Enrojecí hasta los huesos y me mordí el labio inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Sharon, me había visto en pijama.

-Gracias-murmuré.

-¿Dónde está Sharon?

-En...

-¡Aquí!-la interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.

-Hola, preciosa-dijo él y luego se acercó para besarla. 

Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? O sólo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda.

Me vestí rápidamente y me hice una coleta de lado

-¡______! Debo irme-gritó Sharon, desde algún lugar cercano a la puerta.

Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.

-Te veo más tarde, espero se diviertan-dijo-. Los amo, a los dos.

-¡Suerte!-dije, pero ella ya había cerrado la puerta. 

Miré entonces a Alex, quien se encontraba parado mirándome a mí.

-Creí que íbamos a desayunar en pijama-musitó, divertido al notar mi cambio de ropa.

El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.

-Es muy temprano para desayunar-musité.

El rió.

-¿Entonces... quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.

-Claro-sonreí y él me hizo seña de que saliera del departamento.

Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mí cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacía mi lado y caminó junto a mí, su perfume, mezcla de miel y frutas tropicales se introdujo en mi nariz.

-¿Escaleras o ascensor?-preguntó.

-Escaleras, es el tercer piso-decidí. 

Sonrió como si le hubiera gustado mi elección. Esperó a que yo me adelantara y luego me siguió muy cerca.

Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida.

-¿A dónde vas?-preguntó Alex y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía sino que estaba parado y reía.

-Pues, a tomar un taxi o un autobús-me encogí de hombros, confundida.

El rió con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de una cascada al caer al lago.

No comprendí qué le resultaba tan gracioso y fruncí el ceño.

-No pensarás que tomaremos un taxi hasta allá, ¿verdad?-dijo, medio serenado-. Porque si es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no está muy cerca el lugar-río de nuevo-. Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro.

Me quedé en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.

-¿Te estás burlando?- volví a fruncir el ceño. La carcajada melodiosa que aun salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.

-No-dijo.

-¿Entonces por qué te ríes?-enarqué una ceja.

-Porque me pareció un poco... gracioso-aún bajo las gafas de sol, su expresión era como la de un niño que es regañado por su madre.

-Para mí no es gracioso-dije, severa pareciendo enojada.

-Lo siento yo...

Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado.

-¡Caíste! Creíste que me había disgustado-alcancé a soltar entre risas.

Su rostro dejó la seriedad y precaución y se dibujó en él una bella sonrisa.

-Eres mala-musitó y luego río.

-Sólo a veces-reí-. Pero bueno, ya hablando en serio, ¿en qué nos vamos a ir?-inquirí.   

Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora