-¿Volvemos al departamento?-preguntó, cínico.
Pero yo no debía de estar con Alex, ni siquiera verle durante estos dos días. Sharon se merecía respeto y era lo que al menos le daría.
-Alex, estoy muy cansada. Quiero subir y tirarme a dormir-dije-. Disculpa.
-No, no hay problema. Descansa. Nos vemos mañana-me sonrió y algo en su confianza de que nos veríamos el siguiente día me hizo creerlo.
-Adiós-musité y sin mirarle más subí hasta el departamento.
Al instante en el que entré, el lugar ya no era el mismo. Se supone que ya debería de haberme acostumbrado a pasar las horas sola, pero ahora por alguna razón era distinto.
Y ahora allí, la imagen de ellos dos besándose, no se borraba de mi mente y la estaca tampoco de mi corazón; tenía que luchar contra ese recuerdo, ahogarlo en algún agujero de mi mente y así llevarlo al olvido; pero entre más luchaba más perdía y éstos se volvían más nítidos en mi cabeza. Me dolía bastante y no entendía cómo es que tanto dolor podía caber en mi corazón; aun cuando éste ya no lo soportara, era algo que seguía acumulándose más y más cada vez hasta volver el corazón un órgano pesado y luego lo desplomaba hasta mis pies, dejando así sólo un espacio vacío en la cavidad de mi pecho. Y dolía, dolía bastante.
Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Alex, hasta ahora, casi medio día, él no había dado señal alguna de vida.
Decidí salir, así, si Alex me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso.
El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Había empezado el mes de Diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde se pasó así, pero el dolor del día anterior aún estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invadió de pronto al recordar a Sharon, y en un intento de descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Alonso.
-¿Aló?
-Alonso, hola-musité.
-Hola, _____.
-¿Tienes tiempo para hablar?
-Claro, ¿qué pasa?
-Es lo que yo quiero saber, Alonso. Pasa algo con Sharon, yo lo sé. La escuché el otro día hablando contigo en la madrugada-confesé.
-Oh...-hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos.
-¿Alonso? Sí sabes algo, dímelo, por favor-supliqué.
-Está preocupada-dijo, con voz ronca.
-¿Preocupada de qué?
-______, ella no es tonta. Los cambios en la actitud de Alex la lastiman.
-¿Qué quieres decir?-pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.
-Que ella se da cuenta de que Alex ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecerle a alguien más.
Abrí los ojos como platos.
-¿Alguien más?-tragué saliva.
-Alex te presta más atención que a su misma novia, ______. Eso es muy obvio-dijo, con voz severa.
-Pero...-no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aun cuando ya me lo imaginaba-. Yo no...-balbuceé
-Escucha, ______. Sé que eres una buena persona, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amiga, y conozco también a Alex, el jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso-me reprendió.
-Pero yo no...
-Sólo te pido que no la dañes-me interrumpió-. Ella se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Alex tenía momentos así y la convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.
-¿No le dijiste que...?
-Por supuesto que no. Pero te suplico, que le hagan daño, la última vez fueron muy obvios.
-¿La última vez?
-El domingo, Sharon me dijo que los vio bailando y eso derramó las especulaciones que ella misma se estaba negando en formar. Ella asegura que Alex parecía más feliz bailando contigo que... con ella.
-¿Qué... qué le dijiste?-pregunté, con el corazón en pedazos.
-Que estaba loca. Pero ten en cuenta lo que te dije a ti, _____. ¿Qué vale más? ¿Una amistad de casi toda la vida o un amor prohibido?
Guardé silencio, la respuesta era muy obvia. Sharon era como mi hermana.
-Tengo que colgar-me avisó-. Espero que no hagas nada malo o dejes que suceda algo así.
-Gracias. Alonso.
-No sé supone que debía de habértelo dicho, pero Sharon me...-se quedó en silencio.
-Lo entiendo, gracias-repetí, con el hilo de voz que apenas y me salía.
Trunqué la llamada y al instante, me percaté de que tenía una perdida. Era de Alex. El corazón me rogó adolorido que lo ayudara. Sufría, sufría bastante. Apagué el móvil antes de que una llamada volviera a entrar y lo escondí al final de mi bolsa.
Esto estaba muy mal y era una carga que no podía soportar. Caminé queriendo perderme, deseaba tontamente que mis pies se despegaran del cemento y me llevaran volando hasta otro planeta, desaparecer.
La tarde pintó su crepúsculo y antes de que el sol se ocultara, su luz anaranjada iluminaba un lugar en el que había parado mis pies. Reconocí aquel sitio y el recuerdo me trajo a Alex a la cabeza. Era el bar-café al que él me había llevado el día del cumpleaños de su amigo Gaspar.
Yo odiaba esos lugares, pero ahora, lo único que me pasaba por la cabeza, además de Alex y el dolor que todo esto me producía, era conseguir una manera de terminar con él. Me armé de un valor que no me conocía y arrastré mis pies hasta el interior.
Cuando me hube adentrado, caminé esquivando a todos los demás que bailaban al ritmo de la escandalosa música y llegué hasta la barra. El joven rubio detrás de ella, al mirarme me reconoció.
ESTÁS LEYENDO
Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas
Teen Fiction¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista del "No toque, ni codicies" pero que cada momento te incita más y más a tenerlo.