Dejé la laptop a un lado y me puse a reflexionar más a fondo, aunque me doliera pensar en la posibilidad de que él estuviera lejos; más allá del otro lado del mundo.
Japón... irse a Japón para alejarse del problema en que yo lo metí, para alejarse de Sharon... De pronto, otra chispa de reflexión me hizo percatarme de algo que Ferni me había escrito y que me había pasado desapercibido: Sharon y Alex ya no estaban juntos... Sharon y Alonso...
Allí había dos cosas por comprender. Por supuesto, si Alex se había ido es porque ya no estaba con Sharon, lógico. Pero, ¿Alonso visitando a Sharon? Bueno, era normal que Alonso visitara a Sharon; yo sabía que la amaba y que estaba enamorado de ella, pero... ¿ya le habrá dicho?
Probablemente no, Alonso es prudente y a lo mejor no sería adecuado declarársele a alguien después de una tragedia como la que sucedió, aunque ya haya pasado un mes.
Aquello me hizo pensar de nuevo en Sharon. La extrañaba, la extrañaba demasiado; y cada una de sus risas que se proyectaban en mi mente como un recuerdo, dolían, porque sabía que ahora quizá ya no aparecerían, o ya no serían causadas por mí.
No podía vivir fingiendo que no pasaba nada, ni tampoco podía ignorar el hueco en mi pecho que a cada minuto se hacía más grande. Ya no estaba segura si todo lo que yo tenía adentro seguía allí ó si aquel hoyo negro ya los había consumido.
El tiempo no cura nada.
Me levanté de la cama y me serví una taza de café con leche. Caminé hasta el librero y saqué de la orilla izquierda el sobre amarillo que abarcaba el último espacio en toda la hilera de libros. Caminé de nuevo hasta la mesa y lo dejé allí, indecisa de mi siguiente acción. Me le quedé mirando un buen rato, ¿qué tanto daño podía causarme mirar su rostro en aquellas fotografías? Sabía que desde que se las mostré a Alan, no las había vuelto a sacar porque cada vez que me acordaba siquiera de Alex, el corazón latía con dolor; pero, pensarlo lejos me hacía tener la necesidad de sentirlo cerca, aunque sea en fotografías.
Rocé con las yemas de mis dedos el borde del sobre y vacilé con el cordón rojo que lo mantenía cerrado. Quería verle... pero el timbre sonó.
Alguien llamaba a mi puerta, de seguro era Alan. Tomé el sobre y lo puse encima de una silla y luego agarré una frazada azul y me envolví con ella. Me apenaba un poco que la gente me viera en pijama. Pero entonces me acordé de Alex, aquella vez que había llegado al departamento de Sharon y me había visto en el mismo pijama que ahora traía puesta; ignoré la punzada de dolor en el corazón y corrí escaleras abajo para abrir la puerta.
-Alan, hola -dije al verle.
-Veo que está a salvo, ¿no chocaste anoche? -bromeó, mirando su camioneta.
Me reí.
-Pasa -abrí más la puerta y lo dejé entrar.
Fue detrás de mí en las escaleras hasta que llegamos a la segunda planta, donde era mi casa.
-¿Te acabas de despertar? -preguntó.
-Quizá.
Se rió y luego miró el sobre amarillo sobre la silla, en su mirada había un destello enigmático. La misma mirada que había puesto la primera vez que le mostré el contenido de aquel sobre.
-Alan, ¿gustas chocolate caliente?
-¿Eh? -Me miró- Sí, claro -me sonrió.
-Sírvete, mientras voy a cambiarme -dije, ignorando esas miradas misteriosas de Alan. Seguro sólo se acordó de lo que había en él, nada más.
Me fui a mi habitación y me vestí casual, a fin de cuentas no importaba mucho la ropa que usáramos, todo iba oculto debajo de algún abrigo que el frío invernal nos obligaba a usar.
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Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas
Teen Fiction¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista del "No toque, ni codicies" pero que cada momento te incita más y más a tenerlo.