No sé por qué me encontraba nerviosa desde que desperté, Sharon estaba muy entusiasmada con la fiesta, pero detrás de su entusiasmo seguía habiendo aquella preocupación que me había dejado ver anoche.
-¡Te espero abajo junto con Alex!-me gritó Sharon desde el exterior de mi habitación y luego se paró en mi puerta-. No tardes-me sonrió.
Lucía hermosa con ese vestido púrpura que había comprado para esta ocasión especial. Aquel hermoso satín se le entallaba a su esbelto cuerpo con precisión en el pecho, y caía hermoso tapando sus largas piernas. Llevaba su cabello liso, más de lo que ya lo tenía y suelto cayendo libremente por sus hombros desnudos.
-Ya voy-musité-. Sólo me pongo el vestido. Me sonrió y oí cuando salió del apartamento.
Suspiré, combinando mi dióxido de carbono con el oxígeno de mí alrededor. Tomé el vestido que Alex me había elegido y me lo puse, intentando no despeinar mi cabello, que lucía rizos anchos que caían como caireles hasta mi espalda.
Traté de subir el cierre del vestido que se ataba atrás de mí, pero me costaba un poco de trabajo poder alcanzarlo.
-Demonios-farfullé.
Salí de mi habitación, Sharon había apagado las luces del departamento y sólo era iluminado por el atardecer del exterior que se filtraba por la ventana y la luz amarillenta que salía de mi cuarto entre abierto. Intenté subir el cierre de nuevo, pero fracasé en la maniobra.
De pronto, la puerta se abrió, Sharon podría llegar a ser muy desesperada.
-¿Tienes problemas?-pero esa no era la voz de Sharon.
Me quedé inmóvil al reconocer a Alex, luego me giré avergonzada. Aun en la oscuridad, podía verle. Llevaba puesto un esmoquin negro, ajustado a su perfecto cuerpo; su camisa blanca era del mismo color que el moño. Su figura me quitó el aliento.
-Emm... no puedo subirlo-musité, atolondrada-. ¿Podrías...?-manoteé en la oscuridad, señalando el cierre de mi espalda.
-Claro-se acercó hasta mí, su perfume bailoteó por mi nariz.
Me giré y le di la espalda para que pudiera subir el cierre y recogí con una mano mi cabello, haciéndolo a un lado.
Sentí sus manos en mi espalda, tratando de subir el cierre; el tacto hizo que la piel de todo el cuerpo se me erizara. El sonido de la cremallera encajando lentamente quebrantó el silencio, no se oía nada, excepto nuestras respiraciones y los sonidos apenas audibles provenientes del exterior. El cierre encajó por completo, pero no me moví. Él aun sujetaba con sus manos mi espalda.
Y de pronto, sentí cómo acurrucó su nariz entre mis desatados cabello y cómo su respiración los traspasaba golpeando con delicadeza mi cuello. El corazón se me aceleró, tanto que me pregunté si él podía oírlo.
-Alex...-murmuré, ¿qué estaba haciendo?
Pero el silencio persistió y su respiración acariciaba la piel de mi cuello con más intensidad, haciendo que el estómago se me encogiera, que la piel se me erizara y que toda cordura huyera.
-¿Chicos por qué tardan tanto?-la voz de Sharon me hizo pegar un brinco.
Sentí cómo la respiración de Alex se alejó de mi cuello y cómo el alma se me desplomaba al piso. ¿Sharon habrá visto...? El silencio me hizo pensar infinidad de cosas.
-Esto sí que está oscuro-dijo y luego las luces se encendieron de nuevo. Estaba de espaldas a la escena, pero Sharon no parecía para nada sorprendida, molesta o daba alguna señal típica de una persona que se sintiera engañada. Me giré, la vi en la entrada con la mirada puesta en mí y sus ojos grandes maravillada por mi vestido. Luego divisé a Alex, quien también me miraba absorto, como si estuviese fascinado y... a un metro de distancia de mí.
Me preguntaba cómo podía alejarse tan rápido sin que alguien lo notara cerca siquiera.
-Te ves hermosa, _____-me dijo Sharon.
-Gracias-musité, con la voz temblorosa que salió de mí.
-Démonos prisa-me instó, haciendo también un gesto con la mano para que saliera por la puerta-. Vamos, amor-le dijo a Alex.
Tomé mi abrigo y no le dirigí siquiera una mirada a Alex en el camino, o mejor dicho, una mirada que él notara. ¿Qué demonios había ocurrido hace unos instantes? Hubo un acercamiento demasiado... demasiado... lo que sea. A fin de cuentas, había sido demasiado para mí.
¿Es que él no se daba cuenta de lo que me hacía? Y cuando lo hacía, ¿no pensaba en Sharon? Esto estaba sobrepasando los límites, Alex no era un patán, no sé porque se comportaba como uno.
Especulé durante los cuarenta y tantos minutos que se había tomado el viaje hasta la dirección que Sharon tenía anotada en letra manuscrita en un papel doblado en cuatro.
-Aquí es-dijo, Alex.
Dirigí mi vista a través de la ventana de la Hybrid, en donde un hermoso jardín se expandía glorioso en el exterior de aquel salón de eventos. Del cual vislumbraban sus luces, reflejándose en los cristales de los grandísimos vitrales de la casa.
Bajamos de la camioneta después de que Alex la estacionara en el aparcamiento del jardín. Miré maravillada todo a mí alrededor, vaya celebración para un cumpleaños.
El pavoroso vestido y los tacos altos en color plata me dificultaron un poco el andar, no estaba muy acostumbrada a esto.
Sharon tomó del brazo a Alex y por el otro lado, me tomó también a mí; y juntos nos encaminó hacia el interior de la casa.
Me quedé sorprendida cuando divisé la decoración, si afuera era hermoso, cuánto más adentro.
Del techo colgaban candiles enormes, hechos de cristal y pedrería, que reflejaban poderosamente la luz y la proyectaban en miles de colores danzantes. Las paredes, adornadas con pinturas de algún artista italiano, lucían acogedoras con ese color perla que las coloreaba. El suelo era blanco, de piso que jamás había visto. El lugar era grandísimo y gente vestida de lo más elegante parloteaba en pequeños grupos formados por tres o cuatro personas, con copas de cristal conteniendo vino; mientras que la música de fondo eran hermosas melodías a piano.
-Wow-musité, sorprendida.
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Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas
Teen Fiction¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista del "No toque, ni codicies" pero que cada momento te incita más y más a tenerlo.