Capítulo 72

407 37 0
                                    

El olor a alcohol me invadió las fosas nasales y casi llegó hasta mi garganta, haciéndome arrugar la nariz y carraspear. Comencé a abrir los ojos poco a divisé una silueta junto a mí.

-Alex-susurré. Pero la voz que respondió a mi llamado no fue la misma que había escuchado antes.

-¿Ya estás bien, _____?

Me tañé los ojos y luego parpadeé repetidas veces para aclarar mi vista. Alan tenía un algodón en su mano izquierda y la mirada bien puesta en cualquier cambio en mi expresión.

-¿Dónde estoy? -pregunté, mirando a mi alrededor, pero al instante hubo otra pregunta más importante y volví a pasar la mirada por el lugar, pero esta vez con desesperación-. ¿Dónde está Alex?

-Tranquilízate, dime que estás mejor -insistió Alan-. Estás en la parte trasera del salón.

-¡Estoy bien! ¿Dónde está Alex? -el lugar estaba más oscuro que alumbrado, pero lo suficientemente claro como para examinar cada rincón.

La boca comenzó a temblarme con un "No" inquieto en los labios por temor a que todo hubiese sido sólo una alucinación en mi cabeza.

Tomé a Alan del cuello de su camisa, inclinándome hacía él y percatándome de que estaba recostada sobre un sofá viejo con olor a humedad.

-¿Dónde está Alex? -casi grité, desesperada, creyendo que me estaba volviendo loca, si es que aún no lo estaba.

El silencio de Alan me hizo pensar lo peor y sentí que el corazón se me encogía acongojado en el pecho.

-Él está... está hablando con una chica, justo afuera de la habitación -dijo y los ojos se me abrieron como platos. Mi corazón le ganó al pensamiento en mi cabeza y revivió con estruendosos latidos golpeando contra mis costillas.

Me levanté del sofá, como impulsada de éste e ignoré el lacónico mareo que me sucumbió la cabeza. Caminé agitadamente hasta la puerta del lugar y estando entre abierta logré ver lo que mi corazón pedía a gritos volver a sentir. Reconocería aquella espalda ancha entre millones y no dudé en salir a su encuentro, pero el nombre que pronunció me congeló los pies en el mismo sitio sin músculo movible alguno; trayéndome a la memoria el segundo antes de desmayarme.

-Kristen yo... -tartamudeó un poco, pero volver a oír el sonido de su voz fue como para un ciego volver a ver la luz del sol-. Es que no te entiendo.

-¿Qué es lo que no comprendes, Alex? -la voz de la chica me incitó a fijarme en ella; tenía el cabello negro y ondulado, era más baja de estatura que Alex y muchos allí, ya que le llegaba un poco por arriba de los hombros. Su boca ancha al igual que su frente y su nariz chata la hacían lucir como una muñeca Barbie, pero de alguna marca que ocupara el segundo lugar en ventas, lo suficientemente opacada por el primer lugar para no subir nunca a él-. Te lo estoy diciendo de la manera más sencilla que puedo -continuó-. Terminar fue un error, ¡me afectó tanto cuando me enteré que te habías ido! -dijo, con fingida melancolía, hasta yo pude notarlo.

Así que ella era Kristen. Cuando recordé lo que Alex me había contado, casi quise salir a arrancarle los pelos con mis propias manos.

-_____ -Alan me llamó pero no me moví, seguí allí, tras la puerta, escuchando y viendo todo.

-Kris -Alex tardó un momento en continuar y luego habló despacio-, cuando estábamos juntos, todo lo que yo te dije era sincero y real. Fuiste la novia que más... quise -volvió a silenciar y junto a aquella falta de sonido, mi corazón se desplomó.

¿Él aun la quería? Miré el rostro de Kristen, extasiado de alegría, mientras la sonrisa le crecía cada segundo un poco más.

¿Qué sentido tenía ahora la alegría de que mi locura haya funcionado? ¿Qué había de esperanza en tenerlo justo allí si en realidad seguía lejos su corazón? No había nada si él aun quisiera a Kristen. Nada.

Fue entonces que me moví, deslicé poco a poco mis pies hacía atrás y me fui sumergiendo en la humedad y oscuridad de aquel cuarto. Alan se me quedó mirando, con una leíble expresión de confusión en el rostro.

-¿Pasa algo malo? -preguntó.

Medí cuenta de lo vulnerable que era hasta entonces.

-¿Cuánto falta para que acabe la exposición? -le pregunté, con un hilo de voz.

-No lo sé -miró su reloj-, como cuarenta y cinco minutos -se encogió de hombros.

-¿Podrías encargarte del resto? Tengo, tengo que salir de aquí -miré a mi alrededor-. ¿Hay otra puerta?

-_____ no entiendo -Alan se acercó-. El sujeto que tanto buscabas está allí -señaló hacía afuera-, ¿no morías por verlo?

-Sólo sácame de aquí -rogué.

-¿Qué te hizo? ¿Por qué el cambio? -insistió.

-¡Alan! -Le grité- sácame de aquí. ¿Qué es esa puerta? -pregunté viendo una armazón de madera a un costado de la habitación.

-Creo que conduce a un pasillo lateral del edificio -se encogió de hombros.

-¿Podría dirigirme a la salida?

-Tendrías que salir por la puerta principal, pero al menos nadie notaria que has salido de este lugar.

-Genial. Me voy -decidí-. Encárgate de lo que sea necesario. Si... si Alex pregunta por mí, dile que no me has visto, que me salí de este cuarto y no supiste a dónde fui.

-Pues... no sé a dónde vas. Así que no será tan difícil. Pero exijo que pronto me des una explicación.

-Luego. Gracias, Alan.

Él me sonrió y salí despavorida por la otra puerta, huyendo de nuevo, huyendo de todo. No quería oír el "Lo siento por no quererte" de Alex, ni algo como "Es que me di cuenta que amo a Kristen". Ahora que lo pensaba, todo esto me había parecido un error. He allí lo que me había costado volver a verlo, un dolor aún más profundo en el alma. Como la hoja afilada de un cuchillo atravesándome el pecho.

Cuando logré salir al exterior, divisé la ciudad transitada y el alma me rogó seguir en cualquier dirección lejos y perderme. Caminé unas pocas calles y luego decidí tomar un taxi y pedir que me llevara a casa. Era imposible perderme en una ciudad que conocía demasiado bien. Así como imposible también no pensar en Alex, en dónde podría estar ahora, qué estaría haciendo o pensando... con quién. Todo me torturaba, todo me causaba ganas de romper en llanto, ¿cómo podía ser estúpida? Mi plan había funcionado, Alex había atendido a mi llamado y yo había logrado verle. Pero jamás me pasó por la mente relacionarlo con las demás personas, me concentré tanto sólo en Alex y yo que olvidé por completo a terceros. Las muchas otras posibilidades de que Alex no me quisiera o no pudiéramos estar juntos. No solamente existía Sharon en su vida, sino también alguien más. Alguien que ya había formado parte de su pasado, alguien que había dejado marcado su presente y que, si él quería, alguien que cambiaría su futuro.

Una lágrima rodó por mi mejilla, una lágrima que no pude contener; tan pesada como mi dolor, tan profunda como mi agonía. El taxi se detuvo frente a mi casa, o al menos, la fachada azul ya desgastada que reconocí como tal. Le pagué y bajé para adentrarme a casa. Subí y me tumbé en mi cama, a plena luz del día a llorar. Estaba enloqueciendo, me estaba volviendo una patética desquiciada. Llorar resultaba perfecto estando sola, sin preguntas, sin miradas; incluso la voz en mi cabeza guardaba silencio mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas y mis sollozos se ahogaban contra la almohada. Y pensar que había perdido a la única familia que me quedaba, Sharon, por una estupidez mía, por un maldito error. En ese momento deseé fervientemente inventar una máquina que volviera el tiempo atrás, así, no iría jamás a Venecia, no hubiera conocido nunca a Alex, no estuviera amándolo con todas las ridículas fuerzas de mi corazón y no estuviera sola en todo el mundo.

Pero era suficiente, ya había llorado mucho y a causa suya. Ya no podía ser tan vulnerable a él, no debía. No cabía duda que todo en este mundo se paga, y a lo mejor era el pago a mi maldad. Lo que yo le había hecho a Sharon, ahora lo estaba sufriendo. Pero no más, no iba a dejar que aquello me tumbara, tenía que vivir con ello de ser posible, pero iba a seguir adelante. Adelante, sin nada más que mi frente en alto. Era una promesa.

Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora