Capítulo 60

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-Sólo quiero hablar con ella -era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio. Me quedé helada, mis pies no se movieron más y mi cuerpo quedó escondido tras la pared continua.

-Pero ella no quiere hablar contigo, pervertido -esa otra voz era la de Logan, aireada.

¿Qué estaba sucediendo?-pensé yo-

-¿Pervertido? -repitió Alex, escandalizado.

-¿La llevas a tu casa sabiendo que no está en sus cinco sentidos? No te hagas el santo -alegó Logan.

-La llevé a mi casa por eso mismo -explicó-. No iba a dejarla aquí sola en ese estado, además, yo no tenía llave de este departamento, ¿qué querías? ¿Qué la dejara en el pasillo? -replicó.

-Como sea, ella no quiere verte.

-Tú no decidas, no tienes derecho -decía Alex.

-No decido, sólo te estoy repitiendo lo que ella me dijo esta tarde - refutó Logan.

-Necesito hablar con ella, y tú no me lo vas a impedir -advirtió Alex.

-Pues, ojala la encuentres -la voz de Logan parecía ocultar una sonrisa malévola.

Hubo un silencio y me eché a correr al captar que la conversación entre ellos había terminado y que Alex pasaría por donde yo estaba escuchando todo.

Corrí hacía el ascensor, Alex no lo tomaría, de eso estaba segura. Las puertas se abrieron a tiempo y me escondí antes de que sus ojos me vieran. Apreté el botón para el cuarto piso, sólo por si acaso y el estómago se me encogió, evidentemente más sensible, cuando el ascensor subió un piso arriba.

Cuando las puertas se abrieron de nuevo y me dejaron salir, bajé rápidamente las escaleras hasta mi piso y llamé a la puerta del departamento trecientos ocho. Alguien dentro refunfuñó palabras ininteligibles y luego la tía de Logan me abrió la puerta y me puso mala cara, deformando su rostro con más arrugas de las que ya tenía. Su cabello blanco estaba atado en una desecha coleta y algunos cuántos pelos se salían de su lugar.

-Disculpe que la moleste, ¿está Logan? -pregunté.

-¡Logan! -lo llamó, luego sin decir nada más, se dio media vuelta y volvió al sofá en el que seguro estaba antes.

Logan salió de una de las habitaciones y después de que miró a su tía me captó en la puerta de entrada, esperando.

-Oh -musitó y se acercó a toda velocidad-. ¿Qué pasa, ______? -dijo, saliendo un poco y cerrando la puerta tras de sí.

-Escuché la discusión que tuviste con Alex, ¿por qué? ¿A qué vino? - inquirí, desesperada.

Él exhaló.

-Venía a hablar contigo, pero le dije que tú no querías hablar con él - musitó.

-Eso lo escuché, pero ¿por qué le dijiste que yo no quería hablar con él?

-Pues, ¿no es obvio? _____, yo sé que te lastimaría más de lo que ya lo ha hecho. No quiero que te sientas culpable de nada, Alex es el que tiene la culpa aquí y quiero que lo acepte. Además ya has llorado bastante.

-Pero...

-A menos de que quieras despedirte de él, yo no puedo impedirlo -se encogió de hombros.

-No -negué rotundamente-. Ni siquiera le diré que me voy.

-No digas que te vas, se siente horrible -musitó, bajando la mirada.

-Gracias por todo, Logan. Por esto y por... todo -reí sintiendo de nuevo esas ganas de llorar.

-No te preocupes por mañana, yo te llevaré al aeropuerto y...

-No -me negué, amablemente -. Lo mismo que le dije a Ferni te digo a ti, no me gustan las despedidas y mucho menos si son largas. Gracias por ofrecerte pero... no.

Se me quedó mirando por unos segundos.

-Mañana imaginaré que sigues viviendo justo enfrente de mí -sonrió y el corazón se me oprimió, entristecido. Extrañaría a Logan mucho más de lo que había imaginado. Me dio un último abrazo y luego me besó la mejilla-. Ya sé que van como tres veces que hacemos esto pero, no cuenta como una despedida, nos volveremos a ver algún día -aseguró y algo en su voz me hizo creerlo.

Sonreí.

-Entonces hasta pronto -dije, separándome de él.

-Hasta pronto -sonrió.

Entré al departamento y me esforcé por no dormir al principio. Tenía que volver a mi ritmo de vida de un día a otro; en California era de día cuando aquí era de noche. Antes de que viniera a Venecia, me había preparado con la diferencia de horas, hasta que logré controlar muy bien mi sueño y ajustarlo perfectamente al horario en Venecia. Pero para eso había tomado semanas, y ahora, tenía que hacerlo de un día a otro, aunque ese era el menor de mis problemas.

Logré quedarme despierta hasta las tres de la mañana, porque a pesar de que los ojos me ardían de sueño y de haber llorado tanto, estar despierta provocaba que los recuerdos nítidos vagaran en mi mente; así que mejor decidí cerrarle el paso a todo eso y cerrar los ojos para intentar dormir mi última noche.

Los ruidos sonoros del exterior me despertaron. Me revolví entre las sábanas y me estiré antes de bostezar. Hoy era un nuevo día. ¡Hoy era el día!

Me levanté como zombie de una tumba, incluso tenía el aspecto de uno. Miré el reloj, eran siete con treinta y cinco minutos. Los ruidos siguieron escuchándose fuera y lo único que mi mente produjo fue un pensamiento con nombre propio: Sharon.

Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora