Capítulo 65

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A los pocos minutos, Alan llamó a mi puerta y cuando lo vi, no pude evitar abrazarle. Seguía igual de delgado y tan alto que me dejaba a la altura de su hombro. Tenía ese tono de piel morena que se asemejaba al oscuro de la Siena pero era mucho más claro.

-¡_____, qué gusto me da verte! -Me dijo, correspondiendo el abrazo- Pensé que te ibas a quedar a pasar Navidad y Año Nuevo con Sharon -musitó, confundido.

-Sí, yo también lo pensé -bajé la mirada.

-¿Pasó algo? ¿Tuvieron problemas?

-Pasa, te cuento -lo tomé de la mano y lo introduje hasta mi casa.

Estando a la mesa, mientras tomábamos un poco de chocolate caliente comencé por algo simple.

-¿Tú sabías que Sharon tenía novio? -pregunté.

-¿Que Sharon tenía novio? ¿Cómo? ¿Después de Jairo? -preguntó, abriendo sus ojos tan grandes como pudo.

Alan era amigo de las dos, mucho antes de que Sharon se fuera a Venecia, y desgraciadamente, Jairo, el ex novio de Sharon, era su amigo, también.

-Sí, se llama Alex.

-Vaya, pues, no lo sabía.

-Ni yo -admití-. Hasta que llegué a Venecia y me topé con él.

Entonces le conté toda la historia a Alan, no tenía ni la más mínima preocupación por que el tiempo se fuera, porque el tiempo para mí, ya no significaba nada. Además, Alan era la única persona que me quedaba cerca, ya no tenía un mejor amigo, ni mejor amiga, tampoco había alguien que me diera flores, ni una chica que me entendiera y me aconsejara... todo se había quedado en Venecia, tan lejos de mí.

-Vaya... jamás lo imaginé -musitó Alan, habiendo acabado de escuchar mi relato-. Parece historia de novela.

-Sí, ¿y adivina qué? La mala soy yo -musité.

-No eres la mala, _____. Te enamoraste de alguien de quien no debiste de haberlo hecho pero, nadie tiene control sobre el corazón. Hiciste algo que no deberías de haber hecho pero, fue porque lo quiso tu corazón, ¿o no?

Alan me recordaba mucho a Ferni, siempre sabían qué decir, con una experiencia que yo no conocía.

-Pero me costó mucho, Alan, perdí a mi mejor amiga -dije, aun me dolía, la herida estaba fresca todavía.

-Sí, pero Sharon no es una mala persona, algún día te perdonará.

-Eso espero -musité.

-Cambiemos de tema -sugirió-. ¿Tomaste muchas fotos? -su sonrisa extensa apareció en su rostro.

-Algunas...

-Quiero verlas, muéstramelas -dijo.

Hice un mohín, claro que tenía un buen número de fotos, pero la mayoría... me dolió el corazón, Alex estaba en la mayoría.

Me acerqué a la maleta y saqué de ella un sobre amarillo, de un grosor de dos centímetros y medio y se lo di, como no queriendo la cosa.

Emocionado, lo abrió y sacó de él las fotografías. Las primeras eran aburridas, pero luego, todas tomaron belleza. Alan las observó una por una.

-¿Contrataste a un modelo? -quiso saber, al identificar un mismo rostro en aquellas imágenes a blanco y negro.

-No.

-¿Entonces, quién es él?

-El novio de Sharon -musité.

-¿Él es el novio de Sharon?-se sorprendió-. ¿Por qué le tomaste fotos a él?

-¿No es obvio? Él iba conmigo siempre, mi lente terminó capturándolo más de una vez.

-Además de que estabas enamorada de él.

-Quieres dejar de decir eso, ¿por favor? Eliminaré esas fotos -manoteé, como si le restara importancia, pero aun en el rostro hermoso de las fotos hacía que mi corazón latiera. Entonces confirmé que mi órgano seguía allí.

-Pero son muy buenas fotografías, _____.

-¿Y qué? No las voy a exhibir en una exposición ¿o sí? -Bajé la mirada-. Esas fotografías no tienen sentido.

Alan ignoró mi último comentario y siguió observando las fotos. Por la mirada que tenía, sabía que estaba pensando algo, pero no quería saber. Esas fotos habían sido un error, como los que he estado cometiendo últimamente.

Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aun cuando aquí corriera seis horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo trascurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le habían quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.

El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.

En noche buena estaba sola, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patética. En año nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por Internet con Ferni, nada más con ella, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con... bueno, con él. Según Ferni, las cosas con Logan iban viento en popa, por fin Logan había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos los que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren mientras yo había perdido todo lo que amaba.

Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba, no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban pero que a la vez me hacían respirar.

-¿Qué crees que conseguí? -me dijo Alan, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.

Mi mente volvió al presente y lo miré esperando a que siguiera hablando.

-¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar James Blunt para la obra de caridad del instituto Vidas! -me sujetó por los hombros pero no me sacudió, como era su costumbre.

-¿Y eso cuándo es? -inquirí, tratando de entusiasmarme.

-¡Para el martes! -y fue allí que me sacudió.

-¿Este martes? -abrí los ojos de par en par, captando en mi visión todo el rostro de Alan. Hoy era domingo.

-¡Sí! ¿No es genial? -me dijo y me volvió a sacudir.

-Supongo -traté de regalarle una sonrisa.

-Será genial -sonrió-. Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche -me abrazó-. Adiós.

-Hasta mañana.

Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la "linda noche" que Alan había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas y monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrarle.

No era que la oportunidad de un trabajo bien pagado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado, pero Alan siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para los dos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.

Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora