Capítulo 44

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-¿En quién te inspiraste?-inquirí, tratando de que mi voz sonara casual. Él no debía de tener ni la más mínima sospecha de lo que pasaba por mi cabeza.

-Sólo... me llegó la inspiración. Pero, ¿te gusta?-insistió, ladeando el tema.

-Es... linda-dije, en realidad lo era, pero sólo si lo veía de una perspectiva muy, pero muy superficial.

-Parece como si no te hubiera gustado-musitó, y a su rostro asomó una máscara de pesadumbre.

Le ordené severamente a mi corazón que se callara; anhelaba besarlo y al mismo tiempo abofetearlo; deseaba salir corriendo tan lejos como me fuera posible. ¿Cómo podía él estarle haciendo esto a Sharon? Pero aun, ¿cómo podía yo estarle haciendo esto a Sharon?

-Está preciosa, Alex, pero...-murmuré.

-¿Pero?-buscó mi mirada, que repentinamente se encontraba gacha. Me atreví a levantarla, sólo para poder verle el rostro y decidirme si lo que quería era abofetearlo o... besarlo. Eliminé ambas ideas de mi cabeza al instante y miré el reloj, ¿sólo habían pasado quince minutos?

-Pero... olvidé algunas fotos con Ferni y debo ir por ellas-farfullé, nerviosa. Optando por la opción que menos parecía una locura. Escapar. Y esperando a que se creyera mi mentira.

-¿Ferni? ¡Oh, claro!-sonrió- Te acompaño, y así me la presentas por fin-dijo.

-No-la corta palabra salió veloz, tajante. Alex se hizo para atrás, confundido.

-Es que...-tartamudeé- Voy a tardarme, mucho-hice un énfasis innecesario para la última palabra-. Llegaré tarde y no es apropiado que hagas esperar a Sharon otra vez, así que tú quédate aquí-sonreí-, espérala. Estás en tu casa.

Tomé precipitadamente el sobre del pretil y lo apreté bajo mi brazo, las llaves las tomé con la otra mano.

-Pero...

-¡Oh! Por cierto-lo interrumpí-, felicidades por escribir una canción tan... bonita-dije y salí por la puerta, huyendo como una niña asustada.

Bajé las escaleras a toda prisa, mis zapatos golpeteaban rítmicamente en los escalones que pasaban debajo de ellos y salí al aire exterior llenado mis pulmones de éste. Estaba asustada, no sabía qué pensar o qué pensamiento en mi cabeza obedecer.

Necesitaba huir al menos por un rato, sacar a Alex de mi cabeza al menos por una fracción de segundo. Saqué mi móvil y tecleé el número de Alonso.

-¿Aló?

-Alonso, soy yo, _____. ¿Podrías hacerme un favor?-pregunté, con la voz que me salía temblorosa de mi garganta.

-Claro, dime.

-¿Podrías ir por Sharon a su trabajo?

-Pero... ya salió, ¿no?

-Sí, pero encuéntrala en el camino, antes de que tome un taxi o algo parecido. Y ofrécete a traerla a casa todos los días, por favor-farfullé, mientras caminaba calle abajo.

-Puedo preguntar ¿por qué?

-Sólo tráela a casa, ¿quieres? Luego te explico.

-Está bien.

-Date prisa, adiós.

-Hasta pronto.

-Gracias-musité.

-No, gracias a ti.

Trunqué la llamada y devolví el celular a mi bolsillo.

Manual De Lo Prohibido|| Alex Casas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora