Capítulo 3:
Me desperté por los rayos de sol que entraron en mi ventana e invadieron mis sueños. Desperté pero me quedé un rato en la cama, luego me decidí a bajar a desayunar.
- Claro, ¿esta noche? – dijo una voz que venía de la cocina.
Me asomé sin hacer mucho ruido, y vi que era mi hermano hablando con alguien por teléfono.
- Paso a buscarte entonces – dijo feliz y yo levanté una ceja
Se hiso un silencio.
- Genial, nos vemos – dijo y cortó
- ¡Mi hermanito tiene una cita! – lo asusté de atrás y empecé a saltar a su alrededor
- Ya, cálmate – dijo riendo
- ¡Steve está enamorado! ¡Steve está enamorado! – exclamaba mientras saltaba
- Ya, basta, ______ - dijo y puso sus ambas manos en mis hombros, para que me quedara quieta
- ¿Cómo se llama? – pregunté sonriendo
- Jennifer – dijo con cara de bobo
- Tienes cara de idiota, estás enamorado – dije riendo
- Ya basta, compórtate como una niña de 19 años, ¿está bien? – dijo ofendiéndose en broma.
- Saldrás con ella, ¿verdad? – sonreí
- Si – dijo sonriendo
- Oh, qué lindo – dije enternecida – iré a la casa de Eleanor a ver cómo está y luego te ayudo a ver que te pones para tu cita
- Te lo agradecería – dijo riendo
- Lo haré, lo haré, no insistas mas – dije sarcástica y subí la escalera para cambiarme.
Tomé un baño, cepillé mis dientes y mi cabello, el cual deje suelto, me vestí http://www.polyvore.com/cgi/set?.locale=es&id=58403135 y me maquille un poco.
Fui directo hacia la casa de Eleanor.
Toqué timbre y me atendió Louis, entramos y fuimos hasta la habitación de Eleanor.
- ¿Cómo estás? – pregunté
- Bien, con un poco de fiebre – dijo y rió
- Que mal – dije haciendo una mueca – pasaré la tarde con ustedes – sentencié
Con los chicos vimos una película, charlamos, jugamos juegos de mesa y estuvimos con la computadora. Cuando eran las 6 de la tarde les dije que volvería a casa para ayudar a Steve con su cita.
Caminaba por el hermoso parque ubicado justo en el centro de la ciudad, a pocas cuadras de mi casa. Los niños corrían, saltaban, jugaban. Había parejas abrazadas, besándose. Había parejas también, con bebés en brazos. Todo era un hermoso paraíso con el atardecer de fondo. Pero note algo que me llamó más la atención; un hombre de negro sentado en una banca, mirando el mismo horizonte que yo. Me causó mucha intriga verle la cara, me acerqué. Por un momento pensé que era Payne el que estaba allí, pero no. Era un hombre de unos 40 años, que tenía algo con forma de pistola en su chaqueta. Este me miró y yo estremecí. Busqué algo que me ayudara a dar una explicación de por qué lo miraba, entonces vi unas llaves caídas en el suelo. Tuve una gran idea.
- ¿Esas llaves son suyas, señor? – pregunté amablemente
El hombre giró completamente su rostro y pude apreciar su gran cicatriz que le atravesaba su mejilla derecha.
- No, niña – dijo él
Asentí con mi cabeza y seguí caminando. Cada tanto, volteaba para ver que ese hombre no me siguiera, daba mucho miedo. Solo pude ver que me seguía con la mirada. Apuré el paso, siquiera veía adelante, solo caminaba muy rápido. De repente choqué con alguien.
- ¿Por qué no te fijas por dónde vas? – preguntó incrédulo y lleno de fastidio, ese chico que se parecía demasiado a Payne.
- Disculpa, lo siento, no te vi – dije intentando ayudarlo a levantarse.
- Me di cuenta – dijo furioso
Se levantó por su propia cuenta y me miró fijamente. Me quedé como una estúpida mirando sus hermosos ojos.
- Siempre que nos encontramos, alguno sale lastimado – sonreí para darle más “alegría” al momento
Él simplemente no rió ni mostró una sonrisa, levantó una ceja.
- Está bien, no haré mas chistes – dije y crucé mis brazos por debajo de mis pechos.
El hiso un gesto para que me callara, miro hacia un lugar fijo. Me tomó fuerte del brazo y comenzó a caminar junto a mí, alejándome de la plaza, en dirección a mi casa. Cuando llegamos a la esquina y doblamos, lo solté. Si lo que quería era que alguien que esté en la plaza no pudiera verme, lo logró.
- ¿Qué diablos sucede contigo? – pregunté librándome de su agarre
- ¿Hablaste con ese hombre? – preguntó serio
- ¿De qué hombre hablas? – pregunté confundida
- Ese hombre sentado en la banca del parque - contestó
- ¿Y a ti qué te interesa con quien hablo? – pregunté algo enojada
- Solo contesta – dijo cortante
- Lo siento, no lo haré – dije e intenté continuar mi camino a casa
- Habla – dijo tomando mi brazo para que no me valla
- ¿Por qué lo preguntas? – pregunté cruzándome de brazos
- Porque es un hombre peligroso, ¿puedes contestar ahora? – preguntó serio y preocupado
- Si, hablé – contesté seria – ¿desde cuándo te preocupo? – alcé una ceja
- ¿Por qué piensas que me preocupas? – preguntó serio
- Genial, ahora si me permites, tengo que ayudar a mi hermano a elegir la ropa para su cita de hoy a la noche, quizá no vuelva hasta mañana, sabes cómo son los hombres, así que quizá tenga que poner rejas y traer perros policías para que aquel hombre no entre en casa – dije rápidamente e incrédula, además de hacer gestos con mis manos.
- ¿Hablas de que estarás sola en casa hoy? – preguntó
- ¿Es de tu incumbencia? – pregunté alzando una ceja
- Pues…
- No, no lo es – interrumpí – adiós – dije seca
Dejando al chico atrás, fui caminando o más bien, casi corriendo hasta casa. Me metí y ayudé a mi hermano a vestirse para su cita. Se veía genial, muy apuesto, cuando terminé de vestirlo.
- Te ves genial, Steve Pevensié – sonreí
- Gracias, _____ Pevensié – sonrió
- ¿Volverás tarde o volverás mañana? – pregunté con una mirada picarona
- No lo sé – rió – cualquier cosa, te envío un texto
- Está bien – sonreí
- Bueno – dijo luego de unos segundos de silencio – será mejor que me vaya
- Cuídate, por favor, en todos los sentidos – dije y él rió
- Lo haré, pequeña – sonrió – tu también cuídate, no le abras la puerta a nadie, no atiendas el teléfono, nada.
- Lo sé tontito – reí – ahora ve o se te enfriará la comida
- Te quiero hermanita – dijo luego de reír por mi comentario, y besó mi mejilla
- Yo también, suerte – dije saludándolo con la mano.