capitulo 23

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Capítulo 23:

- Lo siento – dije avergonzada.

Una lágrima iba a escaparse de mí. Iba a llorar por bronca. Bronca de que no me deje comerle la boca de un beso. Me senté en la silla, apoyé mi codo en la mesa y mi cabeza sobre mi muñera. Cerré los ojos con fuerza para que las lágrimas de bronca y desolación no salieran.

- No, no llores – dijo y se acercó a mí.

Se agachó a al lado de la silla en la cual, estaba sentada y con sus manos masculinas, acariciaba mis piernas. Yo me estremecía por cada caricia. Mis ganas por besarlo, aumentaban cada vez más.

- No estoy llorando – dije con un hilo de voz.

- Si lo estas – dijo y tomó mi mano – lo lamento, pero yo… no puedo – dijo y bajó su mirada al suelo.

Sentí como mi estómago se cerraba al interpretar aquellas palabras. Tenía novia, seguramente es eso.

- Lo siento, no sabía que tenías dueña – dije con voz quebrada.

Él suspiró.

- No tengo novia, ______ - dijo y abrí los ojos para mirarlo, intentando encontrar alguna respuesta válida en sus ojos – ya no… - dijo con cierta tristeza, pude notarlo en sus ojos - es solo que, no puedo.

- ¿Por qué no? – pregunté

- Porque no puedo, eso es todo lo que puedo decirte – dijo

- De todas formas – dije, incorporándome – no es esto por lo que vine.

Miré sus ojos y fue como si esos ojos tan bonitos color marrón se apagaran. Como si el brillo que tenían luego de que lo abracé, desapareciera.

- Tienes razón – dijo y se apartó para sentarse en una silla, en frente mío - ¿hablamos luego de cenar? – preguntó

- No tengo hambre – dije cortante.

- Debes comer algo, ______ - dijo él

- Disfruta tú la cena – dije, me crucé de brazos, crucé una pierna sobre la otra y giré mi cabeza noventa grados para mirar alrededor y darle a él, la vista de mi delicado cuello y mi perfil.

- Ven – dijo y tomó mi mano.

Me alejó un poco de la mesa y comenzamos a bailar un lento, sin música.

- Debo recordarte por qué vine – dije y levanté mi cabeza de su pecho para mirarlo – por explicaciones.

- Lo sé – dijo – y las tendrás.

- Te escucho – dije y me alejé para poder mirarlo bien de frente.

- Bien, la verdad es que yo sabía que habría una masacre – dijo y lo miré atenta.

- ¿Por qué me avisaste a mí y no a todos? – pregunté

- ¿Crees que me escucharían? No seas inocente, _____ - dijo

- Pero hubieses quedado con la conciencia limpia de que los advertiste, Liam – dije

- No tengo la conciencia sucia, ______- dijo – sé a quienes iban a atacar, puntualmente, y serían ellos, justamente los que no me escucharían.

Por un lado, creí en él. Lo entendía. Pero raramente, las dudas seguían.

- Me avisaste que no habría colegio porque… ¿te importo? – pregunté

- Porque tu sí escuchas, solo por eso – dijo y suspiré

- ¿Cómo sabías que atacarían? – pregunté intrigada por una respuesta.

- Los escuché hablando – dijo

- ¿A quiénes? – pregunté por fin.

Liam se tensó y no articuló palabra, por lo menos, por un tiempo.

- No importa quienes hayan sido, ellos lo saben, ellos lidiarán con eso – dijo – deben tener alguna razón.

- ¿Crees que existen razones para matar a alguien? No lo creo – dije

- Tú no sabes de sus vidas, Pevensié – dijo 

- ¿Y tú sabes lo suficiente? – pregunté y me crucé de brazos.

- No – dijo – pero sé que no fueron a matar por qué sí.

- ¿Y cómo estás seguro de que no son unos lunáticos enfermos? 

- Porque siempre hay un por qué para todo – dijo

- ¿Eso crees? – pregunté alzando una ceja.

- Claro, es solo que a veces, es difícil de comprender el estado de otras personas – dijo – por eso no debemos juzgar.

- ¿No se debe juzgar a una persona que mata? – dije y reí irónica – Liam, no existen razones suficientes para sacarle lo más preciado que uno tiene, la vida.

- Algunos no la merecen – dijo

- En eso tienes razón – dije – esas bestias no la merecen.

Él se quedó mirándome. Hacía cada vez más frío. Ya comenzaba a temblar.

- Quizá deba llevarte a casa – dijo

- Creo que deberíamos seguir hablando… - dije misteriosa – ¿Por qué no vamos a tu casa? No creo que a Zayn le moleste.

- Zayn ya no está más en casa – dijo

- Oh – dije 

Quizá sería el momento perfecto para acercarme.

- Pues… ¿vamos? – pregunté.

- A hablar – aclaró él.

- Sí, sí, claro – dije con algo de sarcasmo y él me miró medio mal – aguarda – dije y él volteó a verme – gracias por esto, fue muy lindo de tu parte – dije refiriéndome a la cena a la luz de la luna que me había preparado – lamento que estómago se me haya cerrado y que no podamos hacer de esto algo mas… romántico – suspiré – ojalá se repita.

- No lo agradezcas y no te preocupes, está bien – dijo refiriéndose a mi perdón por mi falta de hambre.

Suspiré rendida, ni le prestó atención a mi indirecta de hacer esto algo más “romántico”.

Caminamos hasta el auto y él manejó en silencio. Llegamos a su casa, subimos y él dejó su saco en el respaldo del sillón. Él me miró y vio que aun temblaba.

- En mi cuarto tengo calefacción – dijo – quizá puedas acobijarte y estar mejor.

CriptonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora