Capítulo 30:
- ¡Steve! – lo llamé.
Él me miró.
- Contesta – le rogué.
- No – dijo él.
- ¿No?
- No.
Largué todo el aire que tenía en los pulmones. Creí por un momento que tendría que ir al supermercado a comprar pañales. Me paré y lo abracé.
- Juro que jamás volverá a pasar, Steve, lo prometo – dije y lo abracé fuerte.
Él me devolvió el gesto.
- Tranquila, iré a comprar comida china, ¿quieres algo en especial?
- No, arroz, lo de siempre – le sonreí.
- Bien.
- Abrígate.
- Lo haré – dijo, tomó un abrigo y salió de casa.
Me dirigí a la cocina y me preparé un jugo de naranja. Bien nutritivo. Iba a tomarlo pero alguien toco la puerta. “Steve” pensé. Me dirigí a la puerta y abrí.
- ¿Y ahora que te olvidas…? – lo miré y él también lo hizo - ¿Qué haces tú aquí?
- ¿Puedo hablar contigo?
- No, vete – dije e intenté cerrar la puerta, como era de esperarse, él, con sus reflejos y fuerza, trabó la puerta.
- Primero escúchame.
- Tu dijiste que sería mejor que me aleje de ti, bien, lo hice, ahora tu colabora y aléjate de mí – dije enojada.
- Se lo que dije y aún así estoy aquí, ¿vas a escucharme o no?
- No – dije, igualmente, dudando.
- Bien. – dijo y con un movimiento, ejerciendo fuerza, entró a casa.
- No te di permiso para entrar – protesté.
- Cuando nosotros… uhm… lo hicimos… - dijo y se quedó mirando la mesa.
Giré y vi lo que él estaba mirando, el test. Cuando volví la vista, él lo miraba con ojos muy abiertos.
- Tranquilo – dije – dio negativo.
Él me miro y respiró profundo. Su rostro no reflejaba nada. Ni felicidad ni tristeza. Absolutamente nada.
- Está bien – dijo – ahora si quieres echarme de tu casa, hazlo.
- ¿Por qué?
- Porque venía a hablar de eso, justamente – dijo aún mirando el test.
- Oh.
Él mismo se dirigió hasta la puerta.
- Lamento haberte quitado tu tiempo – dijo cuando se dio vuelta, ya fuera de mi casa.
- Está bien – dije y cerré.
Me quedé mirando la puerta. Luego de un rato miré por la ventana. Lo vi sentado en el borde de la calle. Sin importar el odio que podía sentir por lo que me dijo luego de la noche más maravillosa de mi vida, aún seguía teniendo ciertas dudas. Curiosidades acerca de él que no cesaban. ¿Por qué está tan solo?
Luego de un rato, él se paró y se fue. Yo me alejé de la ventana. Un minuto después, la puerta se abrió y mi hermano entró.
Cenamos en silencio y luego, cada cual fue a su habitación, no tardé demasiado en quedarme dormida.