Capítulo 35:
- Lou, por favor – imploré.
- Ya basta, no quiero hablar contigo – dijo y su celular comenzó a sonar, él no dudó en atender - ¿Eli? ¿Qué pasa? – esperó por una respuesta, yo lo miraba – todo estará bien, ya voy para allá – dijo – si, sé que no será muy grave, ya voy, te amo – dijo y cortó.
- ¿Qué pasó? – pregunté
- Eleanor cayó de la escalera y dice que le duele mucho una pierna, no puede pararse, debo irme – dijo.
- Te acompaño – sentencié.
- No – se negó él – si no te importa, quiero caminar solo.
Se fue sin siquiera un beso en la mejilla de despedida. El cielo era cada vez más oscuro. Una tormenta amenazaba con llegar y la gente ya se refugiaba en sus hogares. Yo, en cambio, debó caminar hasta el mío. Durante el camino solo me dispuse a tocar mi vientre. ¿Y si es verdad? ¿Y si estoy embarazada? ¿Qué hago? ¿Le digo a Liam? No, no. No creo que tenga el valor. Ay, no lo sé. Fui tan estúpida, no puedo entender como me dejé llevar tanto. Además, para Liam fui una víctima más de sus tantas noches. No podría decirle. ¿Y cómo le digo a mi hermano? Tierra, por favor, trágame.
Continué caminando mientras algunas gotas comenzaban a caer, pero sentía pasos detrás de mí. Deben ser dos personas normales caminando igual que yo, a sus hogares. Liam se vino a mi mente… y con él mi sueños. Él me decía que no camine sola. ¿Qué no camine sola?
Giré para ver quiénes eran los que venían detrás de mí. Volteé rápidamente. Eran dos hombres vestidos de negro.
Entré a un kiosco haciendo que compraba algo, solo para distraerlos. Miré hacia donde deberían haber seguido los dos hombres, no los veía. Dejé de asomar la cabeza por la puerta del negocio y salí. Decidí tomar otro camino por las dudas así que di la vuelta pero los vi a ambos en mitad de la esquina. No sabía si correr o no. Una mano salió detrás de uno de los hombres. La mano llevaba un cuchillo, que fue directo al lugar que te queda entre el cuello y el hombro. Sangre salía de ese hombre. Llevé mi mano a mi boca. Era horrible ver eso. Cuando el hombre cayó muerto al suelo, pude ver de quién provenía esa mano. Liam. Abrí los ojos como platos. El acompañante del hombre se dio vuelta, pero Liam no había podido quitar el cuchillo del hombre fallecido, se habría quedado atorado en un hueso, quizá. Qué asco. Qué miedo. Pero ahora Liam estaba indefenso y yo no sabía qué hacer. Liam miró al otro hombre quién sacó un cuchillo. Diablos ¿qué hago?
El hombre hiso un movimiento raro y vi la cara de dolor de Liam. Él me miro.
- Corre – fue lo único que dijo y se arrodilló en el suelo.
Vi como en su polera blanca brotaba sangre. Y sentí como una patada en el estómago.
Si yo no hubiese caminado sola, él no estaría así. Nunca le hago caso. Soy una idiota. Sin previo aviso, mis piernas comenzaron a moverse. Corrí y corrí. Doblé en una esquina y me metí en un callejón. Yo conocía ese lugar. Botes de basura. Vapor saliendo de las alcantarillas. Era el callejón de mis sueños. Intenté esconderme pero fue en vano, el hombre apareció. Ahora sí, no sabía qué demonios hacer. El hombre se acercó hasta que se quedó parado.
- ¿Qué quieres? – pregunté.
- A ti, y te quiero viva – contestó.
No contesté. Pero de repente, un filo atravesó la cabeza de aquel hombre. Grité levemente por el susto. La sangre caía por su cara y sus ojos me miraron por unos segundos, luego, cayó al suelo. Miré al hombre caído y luego, a la sombra detrás de él. Parado, mirándome. Liam, otra vez. Él se acercó. Y tomó mi mano. Su polera blanca seguía manchada, aún más de sangre. No quitaba los ojos de esa gran mancha roja en a un lado de su estómago.
- Los mataste – susurré, mirándolo a los ojos.
Sus ojos se veían oscuros. Se veían apagados y angustiados. Sentí que quería abrazarlo. Por primera vez, se veía tierno con su cabello despeinado y sus ojos tristes.
Lo abracé, no podía no hacerlo. Se veía tan tierno que no pude evitar abrazarlo con todas mis fuerzas. Una vez más salvó mi vida. Una lágrima salió de mí.
- Auch – susurró a mi oído.
Recordé que estaba herido.
- Lo siento – dije alejándome.
- No te preocupes – dijo – te llevo a casa – dijo.
Agarró el cuchillo que seguía incrustado en el cráneo de ese pobre hombre y lo limpió. Yo lo miraba con ojos cristalizados.
- ¿Lo dejarás aquí? – pregunté y él asintió - ¿También al otro? – pregunté y volvió a asentir.
- Los suyos vendrás por estos cadáveres.
- ¿Los suyos? – pregunté y él volvió a asentir.
Tomó mi mano y salimos del callejón.
No había ni un alma en la calle, estaba vacía. Caminaba abrazada a él. No quería soltarlo, tenía miedo. Él pareció entender mis sentimientos entonces correspondió mi abrazo poniendo uno de sus brazos sobre mi mis hombros, mientras yo abrazaba su torso.
- ¿Te duele mucho? – dije frenando mi paso, refiriéndome a su herida.
- Es solo un tajo – dijo.
Seguimos caminando.
- Duelen al principio, pero luego te acostumbras.
- Cuando lleguemos a mi casa veré como curártelo, o iremos a un médico.
- No me gustan los médicos, ya te dije – dijo él.
Médico… recordé lo que había dicho el médico sobre mi supuesto embarazo. Preferí cambiar de tema. Aún así, llevé una mano a mi vientre.
- ¿Quiénes eran esos? – pregunté.
- Enviados de X – dijo con bronca.
- ¿Quién es x?
- No lo sé, solo sé que quiere matarme desde hace mucho.
- ¿Por qué? – pregunté sorprendida.
- No sé qué quiere ni quién es.
- ¿Por qué me persiguen a mí? – pregunté confundida y asustada, mis ojos tenían ganas de llorar, estaba en shock por lo que pasó.
- Eres cercana a mí – contestó – así me atraerían.
- ¿Y por qué simplemente no te mataron allí? – pregunté y el frenó el paso para mirarme de mala manera – Lo siento – dije luego.
- Porque si voy a salvarte, no podría ir solo, no acabaría con ellos. Iría con todo mi grupo y quieren acabar con todos, si me matan a mí ahora, no hay nadie quien ordene ir a salvarte.
- ¿Me secuestrarían? – pregunté asustada.
- Sí – dijo él – eso quieren.
- ¿Y tú me salvarías? - él frenó el paso y me miró con esos ojos tan profundos.
- Si – contestó.