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Duramos como cinco minutos juntos, esos cinco minutos me ayudaron mucho.

— Zenobia tengo que irme, tengo cosas que hacer no salgas.

— Pero quiero salir.

Él ya estaba levantado y yo quería salir así que me levanté pero sentí un fuerte dolor en una de mis piernas, grité e iba a caer pero Adam pudo detenerme, incluso su agarre me dolió, saqué conclusión de que no me hallaba nada bien.

— Recuéstate sigues todavía muy mal.

Me acomodé con mucho dolor sobre su cama, dolía mucho mi cuerpo, en todas partes sentía dolor los golpes fueron muy fuertes.

— Retiraré la venda, ¿está bien?

Asentí, empezó a levantar la camisa que tenía, estaba algo sucia, ¿cómo había llegado eso ahí? Ni siquiera me había dado cuenta. Me empecé a alarmar ¿me la había retirado antes? ¿Qué más vio? Apreté la panza y volví a gritar, el dolor era mucho.

— No te pongas tensa ni incomoda.

No contesté, ya después de subir lentamente mi camisa estuvo descubierta se podría decir la mayor parte de arriba, vi mi panza, estaba rodeada de vendas y en el centro había algo de sangre, intentaba calmarme, no sé si porque estaba en esa condición o porque Adam me vio descubierta.

Adam levantó algo mi cuerpo para pasar la venda por debajo de mi, ya la iba a retirar, ya casi al último de retirarla sentí como la sangre y tela se pegaban a mi cuerpo, Adam la estaba retirando lentamente mientras yo pataleaba y resistía el gritar, algunas lágrimas salieron de mis ojos, nunca había sentido tanto dolor.

Al retirarla se fue al armario y trajo consigo otras vendas.

— Va de nuevo.

Asentí y suspire, volvió a levantar mi cuerpo sentía como mis músculos se tensaban, sentía todas las demás lesiones multiplicar el dolor.

Al terminar tenía la respiración demasiada agitada, el dolor se había ido pero no del todo.

Adam se sentó a mi lado y miró al frente.

— Eres valiente Zenobia pero también algo tonta.

Sonreí a su chiste con dolor.

— De verdad no salgas, aunque tarde no salgas afuera no es seguro si estas en estas condiciones, por favor.

Se veía algo preocupado, se acercó a mí y tocó mi mejilla, tomó una chaqueta y salió.

¿Por qué rayos hizo eso? ¿por qué tocar mi mejilla? Fue muy raro. Me sentía como una niña pequeña e inútil, pero esa era la realidad, no era más que alguien joven que se quería hacer la heroína de todos, la niña rebelde que todos odian, soy inútil, no quería estar así, tenía que ir con las chicas necesitaba verlas aunque estuviera en esas condiciones, necesitaba verlas y ayudarles a hacerse fuertes, mejor dicho quería verlas, quería verlas llenas de lodo de sus caras risueñas, quería ver a las niñas, Yaiza enojada por que Deka la moleste mucho con sus caras sin sentido y Vallolet intentando calmarlas, las quería ver, también a Nicole, Angélica, quería disculparme con ella por todo. No debía ir demasiadas veces con Adam, no debí preguntarle cosas que la hirieron, quería verlas ya.

Nunca hay que dudar de la fuerza y valentía de una chica por ver a personas que ama, sí, sentía mucho dolor, demasiado, el más fuerte que había tenido pero era más fuerte el que las quisiera ver, poder abrazarlas.

Me intenté sentar en la cama, todo un desafío, los músculos me dolían a morir.

— Sí puedo.

Me decía una y otra vez, pude ponerme de pie sosteniendo un pequeño ropero de Adam, sonreí, ya estaba de pie solo faltaba caminar, será muy difícil pero podría. Tomé bastante oxigeno y extendí mi pie, vaya que dolió pero lo pude apoyar, sí lo pude apoyar con eso tenía para poder caminar, hice fuerza en mis brazos para poder dar otro paso, y sí lo logré otro logro otro paso. Ya me estaba emocionando a pesar del dolor cuando sentí como mi pie se debilitó, fue horrible el dolor al caer al suelo, solté un grito pero no tan fuerte. Hice lo posible para silenciarlo.

Vi cómo entraba Adam apurado para darme auxilio, yo lloraba y él me estrechó su mano, pensó que podía levantarme sólo con una mano pero al notar que no podía se arrodillo y pasó su brazo por mi espalda y la otra mano por debajo de mis piernas, me cargó y llevó de nuevo a su cama, odié esa cama, me colocó con cuidado sobre ella y me arropó, era inexplicable el dolor, seguía llorando, me sentía tonta al estar así. Tomaba pausadamente oxigeno, seguía y seguía llorando, Adam se fue al baño y me trajo dos trapos mojados y un vaso de agua, uno de los trapos lo puso en mi frente y el otro alrededor de mi cuello, me dio de beber agua como si no tuviera brazos, derramé algo de ella sobre mi camisa, Adam trajo otro trapo para limpiar el área mojada, el dolor había disminuido y él seguía sentado en la cama a mi lado.

— No debiste moverte.

— Me siento inútil Adam, no quiero estar así.

— Pues lo siento señorita porque por el momento va a ser alguien inútil.

No contesté, estaba molesta, no sabía por qué, quería ver a las niñas saber que estaban bien, no me quería sentir inútil.

— No me digas que ya te enojaste.

No contesté.

— Ah está bien Zenobia, lo siento por lo que dije.

Dijo en un tono sarcástico y miró al suelo.

— Lo siento... sólo que... lo siento, no voy a poner excusas, muchas gracias de verdad... quiero ver a las niñas estoy preocupada.

Empezaron a salir de nuevo las lágrimas, Adam me veía, no supe si me veía de esa forma por lástima o alguna otra razón, no se parecía a sus otras expresiones faciales.

— Tranquila — rozó mi mejilla son su mano — mañana las podrás ver, todo va a estar bien.

Todo se hizo más lento y se acercaba a mi lentamente, su rostro cada vez más cercano al mío, a unos cuantos centímetros, nuestros labios casi estaban juntos... pero todo regresó a la normalidad.

— Ya vengo.

Dijo rápido y se alejó de mí sin decir nada más, se fue al baño y yo me quedé con demasiadas dudas como siempre. ¿Me había querido besar? Lo más obvio era que sí, pero tenía que pensar en lo que me dijo Angélica, seguía siendo uno de los cinco, en cualquier momento se podía acabar el encantamiento que teníamos, o lo que sea que fuese.

Veía cómo el sol se escondía y Adam aun no salía, estaba callada para ver qué escuchaba del lado del baño, me asusté al percatar un golpe en la pared ¿él había sido? Fue un golpe duro pero no como para ser otra cosa que una mano humana, al ver que salía medio cerré mis ojos sólo para que pensara que ya estaba dormida, pude ver cómo su mano derecha tenía una venda y apenas se la había puesto ya que antes no la tenía.

Tomó unas cuantas cobijas del armario (ese era un cofre del tesoro) y las tendió en el suelo, las acomodó y se acostó.

— Duerme bien.

Rayos, me descubrió.

— Igual.

Contesté, no quería ignorarlo y más por todo lo que había hecho por mí.

Cerré mis ojos y desde hace mucho no había dormido tan bien.

Inteligencia y FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora