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— Hola — habló una de ellas con ojos grandes llenos de curiosidad. No estaba segura si debía contestarle o no. ¿Qué me pasaría si le contestara? Al parecer nada.

— Hola, ¿cómo te llamas? 

Fue lo mejor que se me ocurrió decir. Al ver que le respondí a la primera, se acercaron las otras dos. Y para ser sincera, eso me asustó. Ahora tenía tres niñas en mi cama, todas viéndome con sus mejillas empapadas y su cabello aún mojado.

— Yo soy Vallolet. 

¿Quiénes eran las otras dos? Algo me decía que se conocían. Una de ellas notó que varias preguntas pasaban por mi mente acerca de ellas.

— Mi nombre es Yaiza y ella es Deka. 

Al parecer se conocían ya que no se separaban. Al no escuchar respuesta de mi parte la que era llamada Yaiza siguió.

— ¿Tu cómo te llamas? No te preocupes, no le diremos a nadie. De aquí no sale nada.

Tomé un suspiro.

— Mi nombre es... Zenobia y ustedes... al parecer se conocen, ¿me equivoco?

Yaiza siguió. Al parecer era la que más hablaba incluso siendo menor a Vallolet.

— Sí, creo que somos hermanas. ¿Cuántos años tienes? — Creí que me preguntaba a mí, pero se dirigía a Vallolet.

Empezaron a platicar y no les di mayor importancia. En ese momento tenía muchas preguntas, varias cosas pasaban por mi mente. Me sumergí en mis pensamientos hasta que me di cuenta de la mirada penetrante que Deka había puesto en mí. La mire a los ojos para que lo dejara de hacer pero no cedió. Al principio sentí que me veía con desprecio o enojo, pero me di cuenta de que estaba equivocada, era miedo. Su pecho subía y bajaba de lo fuerte que respiraba.

— ¿Estás bien?

Hice ojos de pregunta esperando su respuesta, tan pronto como terminé de hablar la niña rompió en llanto. Las otras dos alternaban sus miradas entre Deka y yo queriendo saber lo que sucedía. Vallolet tomó de la mano a Deka y la llevó a la siguiente litera aún llorando. Sabía que se escuchaba a lo lejos, varias jóvenes nos veían, sabían que nosotras la habíamos provocado.

En este lugar había alrededor de 15 chicas, juntando a ambos grupos seríamos más o menos 30 mujeres y una cantidad parecida de hombres. Nada tenía sentido. ¿Por qué nos separaban de los jóvenes? ¿Por qué cinco hombres y cinco mujeres al mando? ¿Por qué la señora me dijo que borraron recuerdos para ser más fuerte, para dejar de ser débil? ¿A qué se refería? Tenía que preocuparme por eso.

Como siempre mi mente estaba impregnada de preguntas sin respuesta. Mi línea de pensamientos fue interrumpida con el acercamiento de dos hombres hacia nosotras, solo a nosotras. Eran dos de los cinco chicos del escenario. De alguna extraña forma sabía que no venia nada bueno, tomé el brazo de Yaiza quien todavía estaba a mi lado y la jalé hacia la cama, bajé de la litera y sin pensarlo me acerque a donde estaban Vallolet y Deka. En ese momento los vi por completo, uno de ellos se veía considerablemente más salvaje que el otro. Estaba claro que se ejercitaba regularmente, era demasiado enorme, tanto que te hacia temblar. El otro es quien tomó mi hombro y me defendió cuando caí, al menos yo lo tome así. Se notaba que él también hacía ejercicio, pero no se parecía a los otros, había algo en sus ojos, algo que decía mucho de él. Pero que aún no podía descifrar. 

El más grande y fuerte tomó a Deka del brazo. Vallolet en un intento inútil trató de protegerla, el hombre simplemente la aventó a un lado.

Traté de acercarme rápidamente, tenía que hacer algo. Sentí que alguien tomó firmemente mi brazo. Me volteé para encarar a quien me detenía, era él. La persona que me defendió al caerme, la persona de voz familiar, uno de los cinco. No la tomaba como para lastimarme, era solo para detenerme. Dejé de pensar cuando el hombre comenzó a hablar.

— ¿Estas triste niña?

— Sí — respondió Deka.

Vallolet se acercó de nuevo, pero el hombre la volvió a arrojar. Era impresionante su fuerza, Vallolet se golpeó fuerte contra uno de los tubos de la litera. No iba a dejar que las tratara así. Logre desprenderme del agarre del joven y me acerqué al hombre decidida.

— ¡Sueltala ya! Es solo una niña — espeté enojada. Pronto un silencio seco invadió el lugar.

— Tú ya no lo eres.

Acercó rápido su puño a mi rostro y sentí un gran golpe en mi mejilla. El dolor llegó a mi cuerpo, vi luces, cada vez más y más.

— Esa es una de las varias cosas que nos dejan hacerles, más les vale tener la boca cerrada. Mi nombre es Aitor y desde ahora yo y mi compañero mandaremos. Saben ya qué puede pasar si no obedecen.

El hombre siguió hablando, empezó a decir más y más cosas. Todas estaban hablando, quizá de él. No estaba segura de lo que pasaba, el cansancio me invadía y en algún momento mis ojos se cerraron.

Inteligencia y FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora