Él desprendía un olor a galletas recién horneadas. Me quedé estática observando sus grandes orbes. Había aceptado que lo quería, y sabia que eso esta mal.
Debía correr del peligro, en otras palabras de él, pero no lo hice, continúe estática. Él mantuvo la cara seria, nunca lo había visto de esa manera, con gran lentitud se acerca a mi rostro. Sabía lo que haría y no quería evitarlo. Cerré los ojos esperando el rosar de su labios, había leído historias donde describían el primer beso como algo indescriptible, pero en vez de eso, sentí el amarre fuerte y un jalón en dirección a la derecha de una mano.
—¡Connie!, que bueno que te encuentro, te buscaba, tu acto ya va a iniciar —. Jamie tomaba mi brazo, con una sonrisa obligada la cual escondía una mueca de lo más obvia.
Me tomó de la cintura alejándome del lugar con lentitud. Se había dado cuenta que se me hacía imposible moverme con esta cosa.
—¿Quién eres? —preguntó Steven. Su voz se tornó algo sombría.
—Soy el compañero de Connie, nuestro acto empezará pronto. —argumento Jamie, dándome a entender lo riegos que sería seguir dándole información a Steven, peligroso tanto para mi como para él.
El aura que desprendían ambos era extraña, 5 segundos donde el silencio gobernó el lugar, la respiración que llegaba en mi oído era pesada y atemorizante.
—Ya veo... -Dijo Steven. —Entonces te miraré después. —Quería decir algo, pero carecía de las palabras.
Él se alejó mientras yo retrocedía con ayuda de Jamie. Llegamos a paso lento a los rosales. La garganta me quemaba de las palabras que no supe decir en su momento, ahora sabía que recibiría un reclamo de Jamie.
—¿Qué tenías planeado hacer, Connie? —Tomó mi mano acercándola a su rostro. —Conoces las reglas. —Argumentó.
Sentí un gran remolino que se yacía en mi interior, por un segundo me arrepentí de haber rechazado la propuesta del Conde Kevin. Pude tener libertad, observé con detallado los ojos de Jamie, miraba a la nada, es como si su alma se hubiera huido con el diablo, reflejaba miedo y angustia. Esta preocupado de lo podía pasar y que todo lo que construimos juntos en aquél circo se volviera polvo por una simple aventurita. Sin embargo, tenía el conocimiento necesario como para saber que eso era peligro.
Jamie dijo que me enferme y así no salir a escena. No volví a ver a Steven.
***
Los días pasaron, no recibí alguna carta que explicara aquello, recordé que en la última que él me dio, él explicaba que no estaría aquí, siendo el destino muy contradictorio nos encontramos en una fiesta. Traté de no deprimirme sabiendo que muy pronto lo vería. Estaba harta se siempre estar de ese modo, con el animo hasta los suelos y el corazón ultrajado, ya no deseaba sentirme así, tampoco recuerdo cuando fue el momento en el que decidí dejar de hacerlo.
Tomé mi bastón para ir a la parte trasera de la cocina. El aroma a sangre fresca inundaba mis fosas nasales, sentí temor de continuar, pero la maldita curiosidad humana me obligó a seguir. Cebolla se encontraba amarrado en un poste de madera mientras que el señor Smile le daba unos latigazos en la espalda, la piel pálida del chico se tornaba carmesí a cada azote, grietas se hacían en esa piel. Dejará marcas de por vida, tanto físicas como mentales.
Todos los del circo mirábamos aterrados, era imposible poder acostumbrarse a esto o vivirlo... Sencillamente la cobardía no permitía poder ayudar, Cebolla se había equivocado en escena en un par de diálogos, el trataba de apaciguar sus gritos enterrando sus uñas en la madera, las lágrimas se deslizaban hasta llegar a la arena.
Entonces me vi yo en ese lugar, en un tal vez donde el señor Smile se enterase de lo de Steven. Negué con la cabeza.
—¡Esto es para que aprendan quien manda! —Smile parecía disfrutar todo lo ocurrido. Él se retiro a gran velocidad a la salida con dos guardias siguiéndole el paso. Sayde y Lars llegaban al auxilió de Cebolla con trapos y agua.
—Horrible ¿verdad?—Jamie se encontraba a mi lado triste e intranquilo. Se había quitado todo el maquillaje de payaso dejándome apreciar el verdadero color de sus mejillas y labios, también resaltaban algunas marcas de quemaduras graves.
—No se cómo podemos vivir así. —le dije casi en un susurro para que los guardias no escuchasen. Como era hora de descanso ahora de yacían adentro.
—Fácil, es porque esto no es vida.
—Entonces que mierda es la vida... —me pregunté en voz alta.
—Por lo que leído en libros y obras puede tener varios significados. El que más me gusta es cuando encuentras el amor de tu vida y el se vuelve tu objetivo, la razón de vivir —. Me mira.
—Eso esta complicado. ¿Tu ya la encontraste Jamie? —le pregunté, el desvía la mirada.
—Sí. —respondió. —Pero no me corresponde, además de que no tengo ese derecho.
—¿Es alguien de aquí?
—¡Quién sabe! —exclamó burlesco. —No importa Connie, amar aquí es algo maldito.
Deseaba volver preguntar pero se fue. Me quede pensativa mirando mis manos. Por alguna razón quería llorar. Yo le traeré desgracia a Steven, criaturas como nosotras, no merecemos amar. Es tan curioso decirnos criaturas cuando nosotros también somos humanos, humanos corruptos.
—¡Connie!, alguien te busca en la cocina —. La chica de cabellos azules me comunicaba.
—No quiero hablar con nadie ahora. —Me senté en un tronco a remendar el tutu verde que uso. Me tape con una manta blanca para diferenciar la aguja. En estos efímeros instantes deseaba volverme polvo.
—Le diré eso. —Ella se fue, los gritos chillones de alguien quejándose desde atrás torturaban mis oídos. Una chica notoriamente molesta se encamino hacía mí. Su cabello era rubio casi llegando al verde. El peto que traía puesto parecía no dejarla respirar. Ella miraba con cuidado alrededor, todo le parecía dar asco. Agradecía haber elegido la última carpanta como habitación, pues carecía de vigilancia esa zona.
—Lo siento Connie, no dejaba de molestar. —dijo Lapis algo ajetreada.
—¡Tu! —Me apuntó. —¡Como se te ocurre correrme! ¡A mí! ¡la linda y tierna Peridot! —se dijo. No entendía.
—¿Disculpa? —no comprendía de que me hablaba esta mujer, nunca la he visto en mi patética vida. Levantó su cara de manera altanera. Su soberbia me parecía molesta pero al mismo tiempo divertida.
—Te tengo una propuesta —. Soltó. Mostré desconcierto. —Te daré todo el dinero que quieras con tal de que desaparezcas de nuestras vidas... —me mostró un estuche con un montón de billetes verdes. Ella dijo "nuestras".
—¿perdón? No se de que me habla.
—¡No te hagas idiota! — Seguí mostrando ignorancia, ninguna idea me llegaba. —Es obvio que eres una golfa con mi prometido...
—No la entiendo señorita Peridot.
—¡Steven! Él me pertenece.Mi corazón quería correr. No podía ser verdad. ¿Él esta comprometido?
Fin del capítulo 7.
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Editado el 5 de mayo de 2017.
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I'M ALONE: La Pequeña Payasa #FanficAwards2017[Steven Universe] Stevonnie
Fanfiction"Nunca debí nacer, nunca debí existir, no tengo derecho a nada, y aún así respiro, ¿qué es amor? ¿Algo con lo que se puede comer? Tampoco lo sé, sin embargo, me he enamorado, algo prohibido para un ser corrupto como yo" ¿Libertad? ¿Qué es eso? Aquel...