8)La noche de los lobos.

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Mitrol fue atendido por Lituín, nuestra sanadora, le cuidó mientras estuvo con nosotros y le acogió en su casa.

La noche del plenilunio todos nosotros subimos a los árboles, había decidido que a la mañana siguiente, cuando los licántropos fueran personas otra vez, negociaríamos, no queríamos entrar en combate si no era estrictamente necesario.

 Aquella noche fue terrible, los lobos rodeaban las raíces de los árboles, eran cientos, saquearon el almacén y destruyeron las puertas con las garras. Los niños lloraban y nuestro huésped temblaba de miedo, permanecimos todos en  silencio, no cantábamos, nadie reía, estábamos muy asustados para reírnos.

Pero el tiempo si parecía reírse de nosotros y la noche pareció durar toda una era.

Al fin llegaron las primeras luces del alba y un silencio absoluto se apoderó de Ithilien, alguien debería bajar a ver qué sucedía, pero esperamos a bien entrada la mañana para decidir quién sería.

-Señor, me ofrezco voluntario para bajar primero- dijo Hainel, un elfo valiente de cabello claro y ojos profundos.

-No será necesario, lo haré yo mismo, los demás que permanezcan a la espera- ordené. Sé que Hainel tenía varias objeciones sobre esto, pero no le dejé hablar.-

Bajé del árbol de un salto, con el arco en mano y mis espadas gemelas en el cinto, pero esperaba no tener que usarlas.

Seguí las huellas de lobos, en un tramo empezaron a hacerse más grandes hasta alcanzar el tamaño de pisadas humanas.

Se dirigían a una cueva.

Me oculté detrás de un seto y vi a la gran comunidad licántrope que invadía mis tierras, había hombres y elfos, mujeres y varones, algunos iban vestidos, pero la mayoría parecía no verlo necesario y no les importaba.

Volví dónde estaban los demás y les conté lo que había visto. Dispusimos a partir inmediatamente hacia allí, primero dialogaríamos como seres racionales que somos, pero por si acaso llevaríamos nuestras armas preparadas.

Treinta elfos nos detuvimos delante de las cuevas aquella mañana.

Treinta contra cientos.

Me adelanté y me puse al frente de mis hombres.


¿Y qué pasó con Legolas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora