Capitulo 41: La ultima Constantinopla

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John no quizo saber nada del mundo aquel día, prefirió flotar a la deriva en su habitación mientras contemplaba todo lo vivido ¿Y como no hacerlo? Un pedazo de vida se le había ido en el amor...lamentablemente era un gran trozo que ni mucho ni poco podía rescatarse.

Quizá ustedes queridos amigos habrían reaccionado de una manera similar. Sin embargo, aquello no podremos saberlo con exactitud, somos tanto mundo que resulta difícil saberlo en cada uno de nosotros. Déjenme decirles que aunque el ambiente marino de aquella habitación daba pie a una inmensa soledad, las pequeñas mascotas de John agotaron sus alas al no encontrar tierra firme, puesto que consideraron más importante el acompañar a su amo que volar libres por el mundo. Y si bien, aquellas pequeñas criaturas pudieron haber huido al ya no existir Paul, pero como cualquier animal se mantuvieron firmes y leales a su dueño.

Y mientras aquello pasaba unas cuantas de ellas contemplaban el féretro del chico pelinegro... el cuál para sorpresa de los presentes contenía un gran secreto.

-Peter, debemos abrir el féretro de Paul para que todos puedan despedirse- dijo Mary pidiéndole aquel favor a su marido, pues ella no tenía las agallas para encontrarse con dicha escena

-Es verdad- dijo el señor Mccartney un tanto nervioso al ir cerrándose al ese féretro

Antes de todo, el hombre dio un gran respiro para darse valor, puesto que no todos los días puedes ver los restos de un hijo que muere en la adversidad. Y cuando Por fin le fue preciso dar aquel pasó de levantar la tapa de dicho féretro, se encontró con algo impactante...

-NO PUEDE SER!!!- dijo el hombre impactado- Mi hijo!!! Mi hijo no esta!!!- dijo aquel hombre mientras 1000 mariposas volaban liberadas de un gran letargo...por supuesto esto ya había pasado con anterioridad

-QUE?!?- dijo Mary e inmediatamente se acercó para contemplar dicha verdad- Pero estába aquí hace una hora!!!-

Puedo asegurarles que todos los que asistieron a dicho funeral no volvieron a ver la cara de Paul jamás, y no precisamente por su muerte repentina, sino por el hecho de que su cuerpo dejo de existir para inmortalizarse en otro ser. Y ante todo el desconcierto y la algarabía, la presencia de las campanadas del Big Ben irrumpieron en dicha casa.

-Esas campanas  no habían sonado desde que John llego a esta casa-

-Madre- dijo Ezra-...huele a flores-

-Es verdad- dijo Leo, y casi de manera inmediata, el viento hablo susurrando levemente en los oídos de cada individuo. Nadie pudo evitarlo, todos escucharon lo que el viento dijo...

Han de sonar las campanas
y he de extenderse el olor a flores frescas.
Y en la finca del encanto,
imposible es no contemplar el firmamento.
Tanta belleza junta me hace preguntarme
¿Por quien doblarán dichas campanas?

Nadie pudo pronunciar palabra, aquello había sido tan impactante en todos los sentidos que el silencio fue para todos el mejor compañero. Inmediatamente Peter Mccartney comprendió lo que pasaba frente a sus ojos, su hijo se había ido y ante ello no pudo evitar si no el llorar.

-Peter tenemos que buscar...-

-No!-

-¿No?-

-No- dijo el hombre abrazando a su mujer- El ya se ha ido...el ya se ha ido de mi lado y no pude comprenderlo nunca-

-Peter, no! tu...-

-No Mary, el chico tenía razón, yo nunca podré comprenderlo como el lo hizo-

-Debemos aprender a decir adiós-dijo Mary

-...Decir adiós-dijo el hombre mientras estas palabras resonaban en su boca para que hicieran eco en el alma

Había desconcierto en todo Londres, puesto que una madre lloraba y se lamentaba por el tiempo perdido en un rincón mientras un hombre escapaba de sus miedos y de su pasado depravado. Por otro lado, una pareja lloraba y trataba de soltar para poder volar más alto, a la par que un hombre se embriagaba en la búsqueda ciega de su amor perdido... y entre ellos había un océano, en el cual se encontraba a la deriva un joven con el corazón hecho pedazos.

Una semana después, John decidió abrir las ventanas de su apartamento, pues algo en el ya no quería que la oscuridad reinara en su recinto, no hubo excepción, dejo que el sol alumbrara todos los rincones del departamento.

-Hace tanto no veia tanta luz- dijo Thompson entrando al departamento

-Lo se, han sido días bastante complicados-

-Naturalmente- dijo Thompson comprendiendo la situación- He de traer algunas nuevas-

-Perdone pero por ahora estoy indispuesto-

-¿Y eso por que?-

-La ultima vez que me trajo algunas nuevas mi corazón fue golpeado por un martillo, y créame cuando le digo que aun escucho el estruendo de aquel quiebre-

-Sabes que no fue intencional-

-Lo se Mayor, son cosas que no pueden evitarse-

-¿Que te parece si te cuento algunas de estas nuevas te las digo en el parque?-

-Seria una buena idea, no he salido en días- dijo John sonriendo levemente tomando sus llaves y su abrigo

-Hey muchacho! Una última cosa antes de irnos-

-Mayor?-

-Llévate el manuscrito de Paul, lo vamos a necesitar-

-¿Para que?-

-Aún hay un trabajo que cumplir- dijo el anciano colocándose el sombrero y saliendo de aquel lugar.

El chico castaño no opuso resistencia, pues a pesar de estar confundido se dejó llevar por lo que Thompson le indicaba. Créanme cuando les digo que el chico obedecía a su padrino no solo por ser su héroe, si no porque el joven estaba tan destrozado por todo que si se le dejaba por cuenta propia, ya no sabría hacia dónde correr.

-John, una última cosa-

-Dígame mayor-

-Haz sido el mejor ahijado que un veterano puede tener- dijo el anciano y abrazo al chico

-No lo entiendo mayor Thompson- dijo el chico sin ninguna emoción mientras la mitad de su rostro descansaba en el hombro del anciano

-Deberías despedirte-

-Despedirme-

-...Algo me dice que ya no volverás a ver este lugar-

-Volveré...siempre he de volver- dijo el chico y cerró la puerta

El chico que murio de amor (McLennon) (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora