Su agarre sobre el cinturón de seguridad se aflojó y dobló sus manos
cuidadosamente sobre su regazo. Mientras miraba abajo hacia ellos, me recordaba
mucho a una niña, vulnerable, asustada y débil.
Me miró con ojos muertos.
―Estaba ahí, hace siete años, cuando tu padre murió.
Sus palabras no tenían sentido. Negué para aclarar mis pensamientos.
―No estoy seguro de qué estás intentando decirme.
Exhaló.
―Tu padre murió delante de mí.
―Pero murió en un accidente de coche… ―Mi voz se apagó mientras la ansiedad
de ________ por los coches empezó a tener sentido.
―Sí, murió en un accidente de coche en el pueblo. Acababa de salir del
supermercado. Tenía ese helado de chocolate negro con el que estabas
obsesionado. Estaba planeando sorprenderte porque lo habías hecho muy bien en
tu examen de inglés. ―Hizo una pausa, respirando profundamente―. Llegó al
coche y se metió dentro. Estaba ahí de pie mirándole, porque mamá había ido a la
oficina de correos y estaba esperándole. Tan pronto como él arrancó, el otro coche
le golpeó.
Mierda.
________ había tenido que pasar por algo tan traumático por su cuenta y fui el idiota
que la alejó. Estuve consumido por mi propio dolor, tan sólo pensando en mí
mismo que nunca pensé en ella. Sólo había querido evitarla, para no tener que
hablar sobre mis sentimientos, sin saber por lo que ella estaba pasando.
Había perdido a mi padre, pero ella vio cómo pasaba.
―¿Cómo es que nunca me lo dijiste? ¿O a mamá?
―Nunca me diste una oportunidad, Justin. No hablaste conmigo durante semanas.
Cuando esas semanas se volvieron en meses, mi madre me dijo que siguiera
adelante. Así lo hice. Nunca le dijimos a tu madre porque ya estaba pasando por
mucho. Mamá no quiso sumarlo a eso. ―Me dio una sonrisa irónica―. Sabes,
todas las fotos que tenemos de tu padre están en el ático porque no podía pasar
frente a una sin tener un ataque de pánico. Caminé a la escuela durante meses
porque no podía meterme en un coche. Cada vez que lo hacía, pensaba en el
accidente y tenía un ataque de pánico. No mejoró hasta que empecé a ver a un
psicólogo, pero todavía odio meterme en los coches y nunca conduciré uno.
―Maldición, ________. Lo siento mucho. ―Alcanzándola, la tomé en brazos y la abracé
contra mi pecho.
Ella suspiró en mí, y levantó la cabeza para que pudiera ver esos brillantes ojos
azules suyos. Emociones diferentes se estaban reproduciendo alrededor de ellos
mientras hablaba.