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M
i teléfono sonó y no tuve que mirar la pantalla brillante para saber
quién era. Era la octava vez que ignoraba el llamado de Justin esa noche,
por no mencionar los numerosos mensajes de texto que me envió.
El último de ellos apareció en la pantalla y lo miré.
¡Contesta el teléfono maldita sea!
Empujé mi teléfono lejos y me acurruqué en una bola en mi cama.
Me sentía muy mal por ignorar a Justin, pero no sabía qué decirle después de lo qué
pasó entre nosotros esa tarde. Todo lo que sabía era que Justin había estado
enfadado y molesto y me quería cerca de él, de la forma en que había sido cuando
éramos niños. Por alguna razón, mi cuerpo había querido un poco más y antes de
que supiera lo que estaba pasando, había empezado a besarlo.
No podía culparlo en este momento. Todo había sido mi culpa.
La parte más humillante había sido cuando la madre de Justin había entrado. ¿Qué
tal si se lo decía a mi mamá? Nunca oiría el final de ello. Mamá ya estaba un poco
obsesionada con emparejarnos a Justin y a mí. Habría tenido un día de campo si se
enteraba y entonces me daría conversaciones de naturaleza sexual.
Sí, realmente no quería ir allí.
Luego estaba Justin. Oh, señor, no. ¿Significaba esto que me sentía atraída por él?
¿Qué lo deseaba igual que deseaba a Oliver? ¿Eso significa que era una puta? Si la
señora Bieber no se hubiera entrado, no sabía cuándo nos habríamos detenido.
¿Nos habríamos detenido? ¿Habríamos tenido sexo?
Esta se suponía que era una relación falsa. No se suponía que realmente hiciéramos
todas las cosas que un novio y una novia hacían Es por eso que no podía hablar con Justin. No sabía cuáles eran mis propios
sentimientos por él. No quiero verlo ni estar a solas con él. Estaba preocupada de
que lo mismo pudiera suceder de nuevo.
No quería que Justin tuviera una idea equivocada de nosotros. No podía haber
nada entre nosotros.
El teléfono volvió a sonar y suspiré. En serio, Justin necesitaba dejar de llamarme.
¿No era obvio que no quería hablar con él?
Eché un vistazo a la pantalla y mi corazón se detuvo. No era Justin quien llamaba
esta vez.
Era Oliver.
Con un sobresalto, me senté y tomé el teléfono de la mesita. ¿Por qué me llamaba
Oliver? Sólo lo había visto un par de horas atrás. ¿Habría dejado algo en su coche
sin darme cuenta?
―¿H-hola? ―Fruncí el ceño al terremoto de mi voz y me aclaré la garganta.
―Hola, ¿___________?