—¿Segura de que no quieres una malteada? Son muy buenas.
Eileen negó levemente como respuesta, aunque sus ojos seguían fijos en la vista que ofrecía la ventana a su lado. Se sentía aún terriblemente cansada, pero un poco más relajada también.
Había estado trabajando durante horas la noche anterior, al punto de quedarse dormida sobre el teclado de su computadora. Como resultado había obtenido un terrible dolor de espalda y otro par de horas terminando su trabajo acumulado.
Por la mañana, y luego de recibir un mensaje por parte de Judy, había decidido tomarse un pequeño descanso con ella antes de dirigirse a la oficina. Quizá si no empezaba su jornada, nadie iba a interrumpirla, pensaba.
La muchacha se había comprado una malteada de frutilla y un muffin de chocolate, el cual le había regalado mientras salían del local.
—Creo que necesitas dormir. Tú sabes, en una cama, como una persona normal—comentó la muchacha distraídamente mientras caminaban, dando otro sorbo a su bebida—. Sé que tienes muchas responsabilidades sobre tus hombros, pero...
—No puedo simplemente negarme a hacer mi trabajo, Judy. Así no funcionan las cosas.
La chica se mantuvo en silencio por unos momentos, y Eileen suspiró pesadamente, restregando una mano en su rostro con gesto exhausto. Se detuvo cuando se adentraron en un pequeño parque, tomando asiento en una banca.
—Mi jefe es la persona más... irresponsable que conozco—murmuró, mordiéndose la lengua para no soltar palabras más ofensivas en ese momento—. Es él quién debería encargarse de la gran mayoría de las tareas que ahora recaen en mí. Pero, ¿y si me despide por decírselo? Es obvio que no vale la pena, no va a escuchar.
Judy se sentó a su lado y la observó, dando otro sorbo a su malteada, antes de soltar un pequeño suspiro. Se apartó el cabello rosado del rostro, aunque la ventisca mañanera iba en su contra y se lo alborotaba.
—Bueno... él es el presidente de la compañía, pero no el dueño, ¿no?—cuestionó la muchacha, aunque de manera retórica—. Al menos eso dice mi padre. A él no le agrada mucho tampoco.
—Es más complicado que eso, Judy... su padre posee la mayor parte de las acciones de todos modos, y es igual o peor que su hijo—refutó Eileen, con un suspiro de cansancio.
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¡Vamos, Eileen!
ChickLitCuando Eileen Hamilton conoció a la hermana menor de su prometida esa fatídica noche de jueves, jamás imaginó lo que le esperaba. Y es que Judy Abbot no era una muchacha común y corriente. Era alegre, divertida, risueña... molesta, fastidiosa, insu...