La Silenciosa Ana. (editado)

1.7K 37 11
                                    

Prologo. 

Ella sabe que hay algo mucho peor que la muerte, incluso que el olvido mismo. El silencio. Pero no es el silencio que todos conocen y adoptan para vivir. No. Este silencio es un invento de ella, de esos inventos que uno tiene que hacerse para poder sobrevivir en un mundo extraño. Este silencio es tan peculiar como lo es ella y necesita del ruido para poder existir. Claro que si necesitaría de ruidos tan triviales como lo son las bocinas de los autos o las teteras hirviendo no sería un silencio especial, no sería el silencio de Ana. Los gritos de su madre eran el detonante.

Cada noche era lo mismo, como una obra perversa, su casa se convertía en el escenario perfecto para un crimen. Pero el crimen nunca se cometía ya que sería mucho más fácil, incluso liberador, y eso no era lo que él quería. Él era uno de los protagonistas, lamentablemente, diremos que era el villano. Ella, la mamá de Ana, era la segunda en cartelera e interpretaba el papel de una madre golpeada, por lo tanto siempre llevaba la cara cubierta de maquillaje para que su Ana (ella era la luz de sus ojos) no viera el calvario que vivía su madre. Y como todos los secretos se terminan descubriendo tarde o temprano, Ana lo supo. Una noche Él (no le pondremos nombre ya que un animal así no merece ni siquiera una identidad) llegó demasiado borracho a casa, tanto que el alcohol le salía por los ojos como lágrimas, tropezando con cada mueble que se le cruzara por el camino, casi deteniéndolo de lo que pensaba hacer. Susurraba, no, gritaba.

-¡ANA!

Nuestra pequeña Ana estaba en la cama, como todos los niños deberían estar a las tres de la mañana, y no respondió al llamado de él. Fue su madre quien se dirigió a la boca del lobo, todavía con los moretones latentes en el cuerpo de la ultima paliza.

-Esta durmiendo, por favor, no hagas esto.

La voz de la mamá de Ana era dulce, casi mostraba gotas de amor, pero de un amor perdido hace muchos años, sucio de su propia sangre derramada por la mano de él, quien juro protegerla de todo mal.

-¡Es mi hija y quiero que se despierte!

La voz de él, en cambio, era dura y aunque arrastraba las palabras a causa de la borrachera se podía notar su decisión al reclamar por su hija. Si él la amo antes de la primera paliza nunca lo sabremos.

-¿Papá? ¿Mamá?

La voz de Ana derrochaba inocencia por todos sus tonos. Ella tenía tan sólo seis años y "papá" y "mamá" eran las pocas palabras que pronunciaba en el día, aunque "mamá" fue la primera que dijo. Eso molestó mucho a él y cuando él se molesta los golpes no se hacen esperar. Pobre mamá. Pobre Ana, ahora mismo.

-Vuelve a dor...

-¡No! Ven niña que quiero enseñarte algo.

-No la vayas a tocar.

Pero la Mamá de Ana no pudo terminar de hablar ya que un puñetazo le quito el aliento del cuerpo derribándola a un costado. Ana observaba asustada la escena sin entender realmente lo que ocurría.

-Ana, cariño, ven aquí un momento. ¡VEN TE HE DICHO!

Ana obedeció y como no iba a hacerlo, era su padre quien le hablaba. Aunque nosotros sigamos llamándolo él.

Él la tomó en brazos, como lo haría cualquier padre amoroso una tarde en alguna plaza jugando con su hija, pero este no era el caso. Ana tenía los cabellos rojizos sobre la cara, estaba completamente despeinada, todo en ella anunciaba que estaba durmiendo antes de que le arrebataran violentamente el sueño. Tenía muchas pecas que decoraban sus pequeñas mejillas rosadas, porque todo en Ana era pequeño. Era la pequeña Ana.

-Te voy a contar un secreto ¿quieres oírlo, Ana?

Ana asintió. Nada más podía hacer.

-Si quieres triunfar en esta vida debes hacer una cosa. No ser como la puta de tu madre.

-¡Basta!- lloró la mamá de Ana sin importarle recibir otro golpe, así era ella, todo por su pequeña Ana.

-¡Cállate! Ana mírame- pero Ana no miraba, Ana lloraba por su madre, por ella y por su padre-. Si quieres ser una buena madre, una buena esposa y no tener problemas, nunca seas como la puta de tu madre. Ahora vete a dormir que los grandes tenemos cosas que hablar.

Y Ana eventualmente lo hizo. Escuchó lo ultimo de una frase que gritó su padre a su madre antes del primer golpe. Algo relacionado a otro hombre pero nunca lo entendió.

Los gritos traspasaban las paredes y llegaban hasta el cuarto de Ana buscando un oído disponible. Ana tenía dos. La mamá de Ana nunca gritaba cuando él la golpeaba, no sea cosa que despierte a Ana, pero esta vez era diferente, esta vez ella misma se preguntó si iba a conseguir la libertad. Pero en esta historia la libertad no es algo bueno si entienden lo que digo.

Las lágrimas no se hicieron esperar en los verdes y grandes ojos de Ana. Lo único grande en ella eran sus ojos. No sabía que hacer. Los segundos se transformaron en minutos y luego en horas hasta que llego el silencio. Ana no recordaba desear nada con tanta fuerza, en su corta vida, como ese silencio. Entonces decidió que desde ese momento y para siempre, ese silencio, sería su aliado, su escudo y protector. Adoptaría ese silencio como el agua se adapta a las formas que la encierran. Si no podía lograr terminar con los gritos de su madre, ella los apagaría, los eliminaría.

Y eso hizo por diez largos y silenciosos años.

Hoy ya no es la pequeña Ana. Ella es la grande y silenciosa Ana.

La Silenciosa Ana. (editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora