Cuando mis ojos se encontraron con los suyos el chico que parecía esperarme se levantó, casi de un brinco, y se acercó unos pasos hacia donde me encontraba. Yo estaba por una parte petrificado, por otra extrañado y por otra, muy mínima, algo contento. Pensaba que había perdido del todo el contacto con esa persona, que había sido una conversación para pasar el rato y que con suerte me lo encontraría alguna vez en el metro o en el supermercado, y seguramente, ni eso.
Cuando a mis piernas les dio la gana moverse me aproximé hasta él. La sala de espera no era especialmente grande por lo que no fue difícil que quedásemos cara a cara en menos de cinco pasos.
Indicándole con la cabeza que debíamos salir, me aproximé primero al exterior de la clínica. No escuché los pasos de Seokjin hasta que no abrí la puerta y salí fuera. Parecía como si no quisiese abandonar aquel banco.
Una vez fuera comencé a hablar con él para preguntarle la razón por la que me había esperado, si momentos antes de mi cita le había visto salir a la calle y comenzar a alejarse.
Nos paramos cerca de la entrada (por no decir al lado) y comencé con mi "interrogatorio".
-¿Cómo es que no te has ido? -Mis brazos cruzados podrían haber indicado en ese momento que contaba con alguna clase de enfado o disgusto, pero no me di cuenta de mi posición, al fin y al cabo era la que solía tomar naturalmente y nunca me había parado a pensar en si era propensa a malentendidos .
-Pensé en que... -Se le veía avergonzado. No me extrañaba, me sentía algo incómodo hasta yo mismo. -En que no nos habíamos dado nada para ponernos en contacto, ¡y eres nuevo en la clínica! Creí que no volverías más. -Un leve puchero se podía reconocer en su cara. A primera vista una persona como él no parecía poder poner tales expresiones.
-Sí, tienes razón. -Aquí llega el rey de las situaciones incómodas. Si lo de antes no había sido suficiente, lo de ahora había sido el colmo. Nos quedamos unos segundos en silencio antes de que se me ocurriese algo que decir. La verdad, no me molestaba en absoluto que de vez en cuando nos encontrásemos. Quizá hasta sería interesante, al fin y al cabo solo quedaba con Nam, Hope y Tae.
Quedar con Hope...
Moví la cabeza a los lados mientras sentía la atenta mirada del otro chico sobre mí. Si bien era cierto que hasta aquel momento no me había sentido intimidado por su parte, con su altura y ojos oscuros me imponía cierto "respeto", si se le podía llamar así.
-¿Te apetece ir a tomar algo, entonces? Aún no he comido nada, y no desayuné todo lo que me hubiese gustado. -Notaba cómo mis tripas habían comenzado a rugir silenciosamente. Conocía muchas cafeterías, o al menos todas las que contaban con un piano, por no mencionar en la que trabajaba en verano. Me habían contratado para ser camarero, pero de vez en cuando me pagaban algo extra por tocar el piano que compraron y darle ambiente al local.
-Pues... -¿Me iba a decir que no? ¿Entonces para qué me había esperado? - resulta que debería volver a casa ya... -Sus manos volvieron a temblar. Ya estaba pensando en que realmente le estaba perjudicando más que ayudando.
-Entonces te acompaño a casa. Si quieres, claro. -Todo con tal de no volver a mi casa. Se me había olvidado la razón por la que me había levantando tan temprano en aquella mañana, y volver a casa solo me haría recordarla. No es que quisiese dejar de lado mi composición, tampoco era de los que cambiaba de opinión fácilmente, pero muy a mi pesar llegué a la conclusión de que aquello me estaba afectando de verdad.
-¿Lo harías? ¿De verdad? -En ese momento vi un ligero destello en sus ojos. Cada vez me recordaba más a un cachorrito de perro, el muchacho parecía ser algo similar a una caja de sorpresas.
-Bueno, si te lo he propuesto es porque quiero, ¿no?
Sin decir nada más, el castaño asintió con la cabeza y comenzó a caminar con la esperanza de que fuese tras él. Le noté tranquilo en todo el camino. No tuvimos un gran tema de conversación como horas antes pero sí que estuvimos entretenidos cuando caminábamos.
Como pensaba, ese chico era una caja de sorpresas.
Sí, ya había comentado que tenía dinero y demás, pero no me esperé en ningún momento que tuviese una casa de tal calibre. Era un piso, un piso más grande que la clínica, o al menos eso parecía. La verdad, no era muy difícil que un piso fuese más grande que la planta baja de ese lugar, pero aquello era demasiado. Era de un color rosado por fuera, casi inapreciable, pero tampoco se observaba nada más a parte del color de las paredes ya que el recinto estaba rodeado por una pared de piedra en la que, al final, tenía unos barrotes blancos que llegarían a medir un par de metros.
-Aquí es -Me dedicó una sonrisa cuando me vio boquiabierto mientras yo seguía embobado observando los detalles del lugar. Un lugar tan espacioso nunca me llegaría a agradar del todo, soy más de espacios pequeños, pero debía admitir que sería en parte atractivo vivir en una casa y no en un piso minúsculo rodeado de más pisos que no dejaban pasar la luz de la mañana a menos de que estuvieses en un rincón que diese a la carretera.
-Nos vemos otro día, avísame cuando tus padres te dejen salir más tiempo
-¿Mis padres? Oh, no, yo vivo solo -... ¿Perdona? ¿Qué vivías solo? Mis pensamientos sobre él se derrumbaron con esa frase. ¿Cuántos años tenía? Su aspecto físico exceptuando su cara sí que parecían de una persona mayor de edad, pero su inocente rostro le quitaba todos los años extra que le ponía su complexión.
-Oh, entonces... Llámame cuando tengas tiempo -Por suerte nos habíamos intercambiado los teléfonos por el camino, por lo que ya no sería un problema ponerme en contacto con él.
-¡Claro! -Quién diría que un chico tan tímido al principio podría ser tan cariñoso. Justo después de que me confirmase de forma impulsiva la pregunta, se lanzó a abrazarme como si nos conociésemos de toda la vida. Me seguía extrañando que ese chico tuviese la edad suficiente como para vivir a sus anchas, aunque consideré que no era el momento adecuado para preguntarle sobre todas mis dudas.
No era del todo mi estilo pero accedí a corresponder al inocente abrazo que me proporcionó mi acompañante. Cómo no hacerlo, si parecía un "osito" al que podías apretar con todas sus fuerzas y aún así saldría ileso. Un par de segundos después de que mis manos alcanzasen su espalda, me separé y le dediqué una sonrisa antes de ponerme en marcha hacia mi casa. ¿Era la primera vez que sonreía en todo el día? Podía ser.
El director tuvo razón, enviarme al psicólogo me ayudó a calmar mis pensamientos sobre la canción ya que el resto del fin de semana en mi cabeza comenzaron a rondar otros problemas.
Además de estar animado por haber conocido a alguien nuevo, poco me duraba aquella emoción al recordar la conversación que tuve con él, más concretamente la parte en la que comenté a mis amigos.
Hoseok.
Hacía semanas que no le veía. Quizá fuese aquel el momento de volver a hablar con él, y darle un descanso a mi nueva amistad.
El domingo por la tarde me decidí al fin a llamarle. No tenía nada que perder.
Al fin encontré su nombre entre los contactos de mi agenda. Salía con Tae en la foto que se había puesto de perfil, algo que no me extrañó en lo más mínimo.
Algo dubitativo le di a la tecla de "llamar".
Ya no había vuelta atrás.
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«Tan malo como parece» - Yoonjin
FanfictionUn estudiante, músico rebelde y dedicado, acaba en un psicólogo por obligación. Él está sano, pero quizá aquel chico de la esquina de cabellos castaños no lo esté. ¿Lo que hace es... sacar fotografías al suelo mientras tiembla? -Fanf...