30- Colores

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Me senté en el suelo de madera de la sala con una botella de agua algo fría en mi mano de la que no podía abrir la tapa. Había sido agotador, mi garganta estaba al borde de desgarrarse por todo lo que habíamos practicado tan seguido, y aunque no hubiésemos bailado en lo más mínimo, me estaban empezando a arder los pies. Tenía las piernas estiradas y tras beber aquel bendito líquido creado por los dioses apoyé mis dos manos en el suelo, dejando caer mi cabeza hacia arriba con pequeños jadeos ya que casi me había ventilado media botella de un trago. Jimin me estaba observando desde un par de metros a distancia. También se le veía cansado, pero por fin había terminado de aprenderse su parte y sabía coordinarla con el ritmo de la canción. Tenía una memoria de la que me asombré, pensaba entregarle unos folios con su letra escrita pero ya no le hacían falta.

Tragué antes de volver a hablar.

-Realmente, se te da bien como pensé. -giré lentamente la cabeza para mirarle, él se había concentrado en sus zapatillas pero con el repentino sonido de mis cuerdas vocales hice que su mirada se fijase en la mía. -¿Crees poder repetirlo?

-No lo dudes, maestro. A menos de que me rompa una pierna, actuaré.

-Entonces haré que parezca un accidente.

Ambos estallamos en una carcajada. Si bien no habíamos empezado con buen pie, me estaba demostrando poco a podo que era buena persona. No rechistó ni una vez a mis órdenes, ni se quejó cuando lo regañaba. Quizá me había pasado un poco, no cualquier persona que no haya practicado antes puede rapear en tan poco tiempo. Tenía talento, llegaba a unas notas que ni yo mismo en mis mejores días podría haber llegado, y se notaba que ese mundo era el suyo, que le gustaba y en sus ojos ardía una chispa de seguridad cuando se concentraba en su canto.

-¿Lo dejamos por hoy, o quieres practicarlo una última vez, maestro?

-¿Es que te has olvidado de mi nombre y solo me vas a llamar así?

Se ruborizó cuando se dio cuenta de que el apodo que estaba usando para dirigirse a mí podía malinterpretarse o incluso sonar ridículo. Realmente era adorable, sus mejillas eran redondas y el tono rosado que cogieron hizo que se le marcaran más.

-Lo siento, Suga, pero es que nunca nadie me había enseñado a rapear.

-Pues esto es solo el principio, te queda mucho para llegar a mi nivel. -le dediqué una sonrisa esperanzadora. En realidad en mis palabras iba otro mensaje, le quería decir que si se portaba bien, quizá le enseñaría más de mi experiencia con la música. -Venga, una última vez, y a comer. Mira qué horas se nos han hecho. -en realidad no era tan tarde como para ir a comer, pero ambas tripas rugían por lo bajo, pidiendo a gritos algo de alimento para recargar las energías que habían gastado. La última práctica fue bien, muy bien. Dominábamos perfectamente la actuación, y nos sincronizábamos sin fallos. Nunca pensé que lo acabaríamos en tan poco tiempo, parecía irreal.

Tras recoger nuestras cosas y apagarlo todo, salimos al pasillo. No estaba Jungkook, quizá seguía enseñando a sus pupilos el arte de la danza que era tan desconocido para mí. Me quedé pensativo antes de subir al ascensor, lo que Jimin notó, pero ignoró por temor a la vergüenza de preguntar y quedar en ridículo.

Fuimos al local de comida rápida más cercano, y ambos nos comimos tres hamburguesas. Ser hombre no es nada, nada barato. A veces desearía tener el cuerpo de una mujer para no necesitar tantas calorías tras haber hecho nada y menos de ejercicio.

Agust D

La primera vez que había actuado con ese nombre me había sentido la persona más feliz del universo. Era mi sueño, y lo había cumplido. Por algún motivo quise recrear todo igual que al principio, y mientras sorbía lo que me quedaba de bebida en el vaso de cartón que sujetaba en mis manos, se me iluminó la mirada, a lo que Jimin reaccionó levantando una ceja con duda.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora