10- Progreso

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Al fin pude ser libre de las clases del jueves y pude ponerme de camino a la tienda para comprar lo que me correspondía para llevarlo a la casa de Seokjin. Tuvimos que atrasar el día en el que se celebraría el encuentro más de una semana ya que Nam tenía que atender a unos asuntos familiares. Al parecer iban a operar a su hermano y se había olvidado de decirlo a la hora de acordar la fecha, pero no hubo problema para ninguno de nosotros.

Había estado yendo a la casa de mi amigo desde que me enseñó de lo que su voz era capaz, y nos habíamos tirado tardes enteras compartiendo nuestras creaciones y habilidades, cosa que estaba reforzando nuestra cercanía poco a poco e hizo que compartiese algunos de sus datos conmigo, como por ejemplo que él trabajaba como fotógrafo profesional y que sus fotografías eran famosas internacionalmente. Las pocas veces que salía de casa las utilizaba para capturar todo lo que podía, y en muchas ocasiones le llevaban para que hiciese sesiones fotográficas a modelos. También me contó que solía participar en conciertos de piano, aunque de acompañante. No le gustaba ser el centro de atención.

Mi único objetivo tras salir de clases era ir a su casa, cuando no terminaba más tarde de las siete, claro. Por la mañana, a veces, él iba al psicólogo, pero por algún motivo coincidía casi siempre con mi horario de clases, por lo que habíamos acordado ir juntos a lo largo de la ruta que teníamos en común. Al principio no entendí bien el por qué me propuso que le acompañase, pero no tardé en entender que si le acompañaba alguien quizá se sintiese más cómodo en su aventura por las calles de la ciudad.

Finalmente me encontraba frente a su casa y como de costumbre llamé al extraño telefonillo gris que se encontraba en la pared. Tanto tiempo yendo al mismo lugar y seguía sin encontrar la dichosa cámara que le servía para identificar a los visitantes que pisaban el suelo en el que se encontraba la puerta. Debí darme por vencido la primera vez que no la encontré, ya no había vuelta atrás.

Metimos las bebidas en la nevera y nos dirigimos, de nuevo, a la habitación con su piano. A este paso iba a ser "nuestra" habitación.

Era extraño, nunca en mi vida, excepto con Nam, me había sentido tan bien con una persona en un tiempo tan reducido como el que llevábamos conociéndonos. Ni con Hoseok, que era con quien más secretos había compartido. Era irónico, al principio no me acercaba mucho a él. Pensaba que su personalidad era demasiado alegre y espontánea, y por alguna razón eso me disgustaba. Qué inocente era, no sabía que en realidad aquello era lo que me estaba haciendo enamorarme de él.

En cuanto estuvimos Seokjin y yo en la sala comenzamos a hablar. Era algo que hacíamos antes de que uno de los dos se pusiese a dar vida al instrumento que adornaba el lugar, llegamos a la conclusión de que hablar antes de hacer nada nos sincronizaba de alguna manera y que por esa razón podíamos entendernos tan bien cuando se trataba de practicar juntos.

-¿Estás nervioso?

-¿Por qué? -Le pregunté, intentando autoconvencerme de que no lo estaba, cosa inútil ya que yo sabía mejor que nadie que no estaba preparado para ver a la parejita de nuevo. Le había contado la historia de mi relación con mis tres únicos amigos poco a poco, día tras día, por lo que no me extrañaba en absoluto que estuviese preocupado por lo que me podría afectar lo que pasase unas horas después. Había descubierto que el chico que tenía al lado era alguien que siempre estaba pensando en los demás, en la felicidad ajena antes de la propia, y quizá fue eso por lo que de alguna manera le asemejé con Hoseok.

-Sabes perfectamente por qué.

-Cállate, no me lo recuerdes.

-Venga, seguro que no es para tanto. ¿Quieres que hable con Taehyung para que no se metan mano cerca tuyo? -Todo menos eso, no quería bajo ningún concepto que Tae confirmase la teoría de que seguía sin quitarle el ojo de encima a su novio.

Me limité a darle un codazo y a mirarle entrecerrando los ojos. En ese momento cualquiera que nos viese podría decir que no conocíamos de toda la vida.

-Vale, vale, pero no me pegues. Cuando se tense el ambiente contaré un chiste para distraerles, ¡eso siempre me funciona!

-Más no, por favor. -Sus chistes eran malísimos. En esos días me habría contado tres, y cada uno era peor que el anterior. Juegos de palabras absurdos, ¡eso no podía considerarse humor! -Si quieres que deje de golpearte, esa es la última solución que puedes buscar.

- ... ¿Por qué la vac...?

-¡Ni se te ocurra, Kim Seokjin! -Le corté a media frase antes de que fuese demasiado tarde, tapándole la boca y soltando una carcajada que me había estado aguantando. El detonante, sin embargo, fue la risa del otro que sonó entre mis dedos. Tenía una forma de reírse muy, muy peculiar, y sobretodo contagiosa. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien, se notaba que echaba de menos la compañía.

Cuando paramos y dejamos de lado nuestra absurdez, me levanté y me puse en el banquete que se encontraba frente a mí, destapando con cuidado el piano y dejando al descubierto sus limpias teclas blancas.

Pasamos las horas que faltaban hasta que llegasen los demás allí metidos. Yo no tenía mucho que enseñar, pero sí que me faltaba bastante por aprender. Descubrir cómo piensa la otra persona a través de sus canciones se había convertido en mi pasatiempo favorito, y pensé que era algo que nunca me cansaría.

Cuando nos quisimos dar cuenta, el timbre interrumpió nuestra puesta en común de ideas para anunciarnos que era hora de tomarnos un descanso por aquel día. Yo me quedé en el salón mientras que Jin fue a abrir la puerta para recibir a los invitados.

Estaba muy nervioso. Y más nervioso me puse aún cuando escuché la voz de Hoseok resonar sobre todas las demás. Parecía que se habían puesto de acuerdo en venir a la vez.

Cuando le vi pasar a la sala, seguido de Taehyung, Jin y Nam, nuestros ojos se encontraron y por un momento pareció que el tiempo no pasaba para nosotros.

Dejé de lado todos mis pensamientos y me lancé a los brazos de mi amigo, cosa que él estaba esperando visto que los abrió antes de que yo pudiese ponerme en pie.

Intentando dejarnos nuestro espacio y nuestro momento de reencuentro, Jin guió a Nam y a Tae fuera, haciendo que nos quedásemos solos entre esas cuatro paredes que encuadraban la habitación en la que nos encontrábamos.

-Lo siento, te he echado de menos. -Toda mi fuerza estaba en mis brazos, concentrada en atraparle por completo durante los instantes que nos fuesen permitidos aquel día.

-Serás cabezota, yo también te he echado de menos... -Noté cómo una mano suya se puso a acariciar mi cabeza de un lado a otro, como si quisiese darme a entender de que a partir de ese momento me iba a cuidar hasta que el peor mal del universo se lo impidiese.

Cuando nos separamos vi su sonrisa que tanto me encantaba y sus ojos entrecerrados debido a esta. Yo debía estar igual, me hubiese gustado ver mi expresión ya que sería difícil que se repitiera, al menos a corto plazo.

Me dio entonces un beso en la mejilla. No me derretí de milagro, y no me lancé porque mi autocontrol todavía tomaba las decisiones en mi cuerpo. Simplemente me limité a apreciar el momento, hasta que inevitablemente tuvimos que volver con los demás, que se encontraban sentados en las sillas, mismas sillas en la que me había reencontrado días atrás con Taehyung.

-Chicos, ¿venís? -Nam nos llamó segundos después de que hubiésemos dejado de demostrar nuestro afecto y nuestras ganas de reencontrarnos. Sí, para cada uno era una forma distinta de verlo y sentirlo, pero por suerte para mí, mis sentimientos más allá de la amistad se estaban quedando guardados para poder estar como antes de que aflorasen en mí; como dos amigos que se querían como amigos.

Finalmente nos acercamos fuera, donde pude ver de nuevo cómo Jin me recibía con esa sonrisa tan bonita que me podía dedicar cuando más lo necesitaba.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora