Epílogo: Fotografía melódica

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Tres años habían pasado desde que Seokjin y yo nos mudamos a su casa. No fue difícil que me convenciese de que no nos fuésemos de la ciudad y que en su lugar me quedase en su hogar, según él se sentía cómo y no quería perder a sus amigos. Con lo decidido que iba no me opuse en absoluto, aunque tampoco fue algo que no me gustase.

Hacía no mucho que, de una vez, Hoseok y Taehyung se habían casado. No fue algo grande, de hecho fue una mezcla de sus dos estilos la que decoró la ceremonia, pero lo inevitable vino cuando terminamos de comer. Seokjin y yo nos habíamos presentado como pareja oficial casi en cuanto volví de Daegu y desde entonces no habían dejado de decir que seríamos los siguientes, que estábamos tardando y que habíamos esperado demasiado para comenzar una relación. Incluso Taehyung compró un ramo de flores especialmente para dármelo, como era tradición en las bodas -más o menos- el cual sigue en la entrada marchitándose lentamente. En esa boda también conocí a la familia de Seokjin, y hube de decir que eran unas personas encantadores, a la par de su hijo, e igual de interesantes.

Nuestra vida estaba perfecta. Yo había conseguido el trabajo a tiempo completo en la cafetería tras terminar mis estudios y Seokjin continuaba con su rutina de sesiones aleatorias pero bien pagadas, incluso me saqué el carnet de conducir para llevarle a los lugares que, aunque pudiese ir él por su cuenta, prefería asegurarme de que no le ocurría nada malo por el camino.

Yo por mi parte me encontraba alimentando a Suga, el gato que le había regalado por su cumpleaños el mismo año en el que comenzamos a salir. Al principio me opuse totalmente a que se llamase como mi apodo, pero mi pareja insistió tanto con la excusa de que éramos iguales que no me quedó más remedo de dejarle hacer lo que quisiese con su mascota. El nombre que traía del lugar de donde le adoptamos era Oíche, que significa "noche" en Irlandés, el cual me gustaba más, aunque no pude dirigirme a él así durante mucho tiempo.

—Suga, ya tienes esto puesto... No me creo que esté llamando a un gato por mi nombre. —Dije entre dientes, rezando por que el chico que vivía con migo no me escuchase.

—¡Yooncchi, estoy terminando de doblar la ropa! ¿Has terminado con Suga?

—¡Sí, sí, ya voy! —Aunque en cuanto se refería a apodos, el que me había puesto era el que me traía loco. Mis sentimientos se encontraban contínuamente, no sabiendo si era adorable u horrible.

Me dirigí a mi cuarto, y ahí estaba Seokjin guardando las últimas prendas en mi maleta. Me acerqué a él por la espalda, y le besé como pude la nuca, haciendo que se girase y me atrapase entre sus brazos.

—Te voy a echar de menos, pero no puedo estar más contento con esto.

—Puedo quedarme, seguro que me vuelven a llamar.

—No, tienes que ir. Me encantaría acompañarte, pero Suga no se puede quedar solo. Además, tengo que practicar para ponerme a tu altura, ¿no crees?

—No, —Me puse de puntillas para robarle unos cortos besos entre palabra y palabra. —porque eres perfecto así, tal como estás ahora. ¿Seguro que estarás bien?

—Sí, sí, estaré bien. Aunque quiero hacer una última cosa antes de que hagas esa presentación.

—¿El qué?

—Cierra los ojos.

Aunque, más que cerrarlos me los tapó él con sus manos y me guió desde mi espalda hasta llegar a ciegas a la sala donde se encontraban el piano de Seokjin y mi piano marrón, en la pared opuesta, colocado de tal manera en la que nos permitía crear composiciones en conjunto. Había vuelto a Daegu para llevármelo, y por suerte mis padres accedieron sin poner pega alguna.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora