El jueves de la misma semana estaba bajo mi reloj, y con él se iba acercando la fecha en la que tendría que volver a Daegu. Jackson me había estado acompañando cada día, como prometió, y para nuestra sorpresa nos habíamos cruzado alguna vez a Chanyeol con sus amigos, cómo no, con Baekhyun colgado de su brazo. No planeaba irse sin mí, y probablemente se estuviese quedando en su casa a pasar la semana. Desconocía su trabajo, o si seguía estudiando informática, lo único que sabía de él era que su personalidad seguía en sus trece y la de su mejor amigo también, aunque no parecían preocuparse mucho por mi decisión o presencia. Varias veces habíamos cruzado miradas pero no se habían acercado, simplemente seguían ensimismados en sus conversaciones y noches en el local de Jooheon.
Pero toda la seguridad se escapaba a veces, o más bien, se iba con su cita por la noche pues el rubio por fin había tenido el valor de declararse a la persona de la que estaba enamorado, justo ese mismo día, y resultó que el otro chico había estado esperando a que le dijese aquello por bastante tiempo. Según el de mi altura, iban a "concretar" y "aclarar" un poco mejor las cosas ya que su confesión había sido algo rápida, pero tanto él, como yo, como la señora que nos escuchó hablar medio camino sabíamos que esa excusa no se la creería ni un niño de cinco años.
Asegurándonos de que ninguno de los amigos de Chanyeol nos seguía, ni nadie relacionado con él, nos fuimos algo antes del lugar. Ni Jackson ni yo salimos al escenario para que notasen aún menos que estábamos allí, solo pasamos a tomar algo y en cuanto se fue un rapero que nos gustaba a los dos bastante que se hacía llamar E'Dawn, nos dirigimos de vuelta a mi casa, con paso rápido y haciendo el mínimo ruido posible. No nos despedimos ni de Jooheon para no entretenernos en la salida, y cuando por fin llegamos al punto intermedio entre mi casa y la del destino del rubio, nos despedimos y separamos, no sin antes chocar hombros como hacíamos para desearnos suerte.
A veces dudaba de mi inteligencia. A veces me preguntaba que si realmente era yo el genio que componía sus propias canciones desde cero. A veces me preguntaba si simplemente mis neuronas estaban conectadas entre sí, pero por algún motivo no se me ocurrió otra cosa que desviarme, de mandar a la basura toda la prisa que nos dimos en llegar al cruce para dirigirme a la calle de la casa que tanto me gustaba, la casa con paredes rosadas peculiares y aquel telefonillo que tanto odiaba ver. Cuando me quise dar cuenta, estaba paseando al lado de la casa del chico que tan lejos estaba de mí en ese momento.
Me paré para observarla y recordar todo lo que habíamos vivido y preguntarme que si en algún momento volveríamos a crear música juntos o si simplemente pisaría para quedarme allí a comer, tomar algo, lo que fuere con tal de estar junto a él.
Una voz que se me hizo tremendamente familiar me petrificó de arriba a abajo cuando la escuché, y por algún motivo sentí que todas mis precauciones se habían esfumado. Frente a mí estaba Chanyeol con un par de chicos tras él, quizá tres, no lo pude ver bien ya que en cuanto intenté correr su mano agarró mi chaqueta y me impidió avanzar lo que me hubiese gustado.
Cuando levanté la vista para mirarle, divisé que estaba borracho pero aun así conocía lo que hacía. Mi hermano no estaba por allí, por lo que deduje que no sabía que me habían seguido, o eso o les había mandado especialmente con el objetivo de meterme miedo y presión.
—¿No te dije que tenías que recibir a tu hermano con los brazos abiertos?
—Chanyeol, suéltame. —El ruido de un coche pasando hizo que nos moviésemos para dejarle pasar, estrechando la distancia entre nosotros y pudiendo sentir cómo estaba a punto de golpearme.
—Vas a volver a Daegu, ¿a que sí, Yoongi?
—No, y ahora suéltame.
—¿Cómo has dicho? —Poco le faltó para levantarme del suelo ya que su mano había agarrado mi camiseta por el cuello, como hizo en el bar días antes, solo que allí tenía libertad para hacer lo que quisiese ajeno a miradas de desconocidos.
—Suéltame.
No tardé en caer bruscamente contra el suelo, dañándome con el golpe la zona baja de la espalda. De esa misma forma lo hacía mi hermano para aturdirme, y su pie me aprisionó entre mi estómago y el suelo, creando que mi garganta soltase un gruñido ahogado y un leve quejido de dolor. Sus amigos no tardaron en rodearme casi por completo, alguno se tambaleaba pero por lo general todos disponían de fuerza suficiente como para dejarme en un estado algo delicado.
—¿Vas a volver a Daegu?
—No
Un golpe impactó donde tenía puesto el pie anteriormente, y me sorprendió lo que dolió aunque estuviese mentalizado para ello, aunque nunca hubiese imaginado que el castaño haría algo como eso por su cuenta, sin ser persuadido por quien era el culpable de la mayor parte de su comportamiento.
—Te lo vuelto a preguntar, ¿vas a volv...?
—Tú no eres así, Chanyeol.
—¡Cállate! —Otra agresión con la misma intensidad volvió a manifestarse en la zona, acompañada del grito de Chanyeol.
—Esto lo haces por mi hermano, no por... —Esa vez, la patada fue en mi pecho, cerca de mi garganta. Pude ver la cara de rabia que tenía, aunque por algún motivo no dejó que nadie me golpease más que él mismo. El único arma que tenía a mi favor eran mis palabras, la realidad que tanto quería evitar escuchar y que tanto le estaba plasmando.
—No, tú no tienes ni idea. Se te ocurre volver a contradecirme y...
—¿Y qué? —De un momento a otro, todo se sumió en el más audible silencio. No había ni una perturbación tras aquello, nada que cambiase la tensión que se respiraba o que negase lo que había ocurrido. La voz tan reconocible para mí pero tan extraña para los demás resonó por la calle, creando eco en nuestras cabezas y bajando la guardia de cualquiera que se hubiese pasado por allí. —¿Qué harás?
Por un momento, Chanyeol retrocedió un par de pasos, liberándome, permitiéndome incorporarme y ponerme en pie mientras tosía. No me recuperé al instante de lo que sufrí en el pecho, y me costaba respirar.
—Vámonos.
—Pero somos más, podemos con...
—He dicho que nos vamos.
Sin poner más pegas, el grupo se desvaneció entre la lejanía y por fin pude voltearme para ver esa cara que tanto había echado de menos.
Seokjin estaba tras de mí con el ceño fruncido, tanto de enfado como de preocupación. Sin esperar mucho más, me lancé a sus brazos en busca de consuelo y refugio, y le apresé ferozmente sus labios con los míos mientras le estrechaba y una lágrima recorría mi mejilla.
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«Tan malo como parece» - Yoonjin
Fiksi PenggemarUn estudiante, músico rebelde y dedicado, acaba en un psicólogo por obligación. Él está sano, pero quizá aquel chico de la esquina de cabellos castaños no lo esté. ¿Lo que hace es... sacar fotografías al suelo mientras tiembla? -Fanf...