29- Baile

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Como acordé el día anterior, estuve como un clavo a la hora dicha por Jimin en la puerta de la cafetería, algo retirado. Era temprano en la mañana, aunque a esas alturas no era algo nuevo para mí. Una de mis grandes pasiones era dormir, pero nunca lo acababa haciendo, por X o por Y. Llevaba una sudadera de color negro que me quedaba algo ancha, con la capucha puesta y unos auriculares blancos conectados a mi dispositivo móvil para entretenerme mientras esperaba. Mis vaqueros rotos no faltaban, aunque hiciese frío esa mañana eran mi prenda de vestir favorita y pocas veces usaba algunos que estuvieran enteros. Los reservaba para el invierno, y a veces, ni eso. Mis zapatillas eran del mismo color que la sudadera, y en mi muñeca se hallaba una muñequera gris que hacía juego con la, no muy grande, mochila que llevaba a mi espalda. Mientras me recostaba contra la pared, sonaban las melodías que había compuesto yo mismo y que había escuchado tantas miles de veces, aunque me detuve en una, que era la base sobre la que íbamos a cantar. No tenía pensada una letra extensa, ni tampoco significaba mucho. Tenía de título "Tony Montana", que era lo que más se repetía en la mencionada lírica de la pista.

-Hola, Sug... quiero decir, Yoongi. -Elevé mi vista del objeto rectangular para observar al chico de mi altura. Llevaba el pelo diferente, de un color anaranjado que le hacía destacar sobre el gorro que llevaba. Iba más ligero en cuanto a abrigo que yo, venía bien preparado para hacer deporte, aunque no íbamos a bailar mucho para el concierto.

-Puedes llamarme Suga si quieres, me gusta mi nombre artístico. -Iba a responder me llamase de una manera o de otra por lo que no me suponía ningún problema que alguien fuera del escenario me llamase así.

-Oh... Gracias, supongo. -Se llevó a la mano a la nuca, esbozando una sonrisa. Parecía que era el único de los dos con una actitud distante que tendría que dejar de lado una vez comenzase a practicar con él. Aunque me molestase lo que le hizo a Seokjin... No podía enfadarme con él por mucho que quisiese y me dijese a mí mismo que lo hiciera.

-No tienes que darlas. ¿Vamos? Yo te sigo. -Sí, eso era, tenía que mostrar mi sonrisa alguna vez, no iba a pasarme toda la vida como un cubito de hielo que solo se derretía con el calor de quienes lo merecían. Lo que me llevó a pensar... ¿podía olvidar lo que había pasado la noche anterior con el chico amante del rosa? Solo quise que por una vez mis pensamientos colaborasen un poco y no me hiciesen desviarme de mi cometido. Solo por aquel día, por favor.

Sin más palabras nos pusimos en marcha hasta la calle de la carretera principal, y desde ahí tomamos un desvío. No conocía las calles por las que me estaba metiendo. Tampoco era que me hubiese puesto a investigar a fondo la ciudad, ni mucho menos, por salir no salía de casa, pero hube de admitir que me parecía fascinante la cantidad de secretos que se desvelaban a cada paso que daba. Había muchos locales de comida china y japonesa, incluso una pizzería, hasta que nos detuvimos ante lo que parecía ser una... ¿"Escuela de baile Jeon"? Así que ahí era donde estudiaba, ¿no?

-Aquí es, en la planta de arriba tenemos una sala enorme para nosotros solos. -Mientras le seguía me percaté del detalle de que no se acercó a la recepción, o a lo que podía ser la recepción, para pagar nada. ¿Era gratis? No, no podía ser gratis. No quise preguntarle hasta que el ascensor no marcó el número cuatro, nuestro lugar destinado.

-¿Así que estudias aquí?

-¿Yo? No, no, esto es solo... ¡Jungkook! -Un chico algo más alto que nosotros, con la piel pálida y el pelo castaño oscuro, casi negro, se encontraba sentado en un banco al lado de una de las puertas que se encontraban en el pasillo. Llevaba una toalla sobre los hombros y pantalón corto de deporte, con una camiseta de tirantes rojiza y se podía ver cómo se encontraba empapado en sudor, con una botella de agua a su lado.

El pelinaranja se acercó casi corriendo a su lado hasta que estuvo a su altura, e hizo al otro levantarse para abrazarle y, con cariño, darle un corto beso en los labios. Así que ese era el chico que quería traer a Taehyung de vuelta, ¿eh?

-Como tardabas, me puse a practicar. ¡Ya me aprendí el salto que me costaba tanto hacer! -Sonreí ampliamente mientras se fijaba en los ojos del más bajo. No fue pasados unos segundos que finalmente se dio cuenta de que yo me econtraba espectando el numerito amoroso que estaban montando. -Tú debes ser Suga, ¿verdad? -Se acercó hacia mí, cosa a la que respondí haciendo lo mismo y nos brindamos un mútuo apretón de manos. -Encantado. Soy Jungkook, Jeon Jungkook.

-Igualmente, mi nombre es Min Yoongi, aunque también me puedes llamar Suga. -O sea, que era el dueño del lugar. Con razón no necesitamos decirle nada a nadie sobre nuestra llegada, era obvio que el novio del que estaba a cargo de aquello tenía privilegios frente a los demás clientes.

-Os  he reservado esta sala, -giró la cabeza hacia su izquierda, señalando con ella lo que estaba diciendo.- estad todo el tiempo que queráis. Tenéis altavoces dentro, y una máquina de botellas de agua y bebidas energéticas al final del pasillo. -Jimin se había abrazado a su cintura por detrás mientras explicaba todo aquello. Sí que era cariñoso, parecía que le había echado de menos. -Cualquier cosa, estaré en la segunda planta, mis alumnos llegan en diez minutos. ¡Pasadlo bien! -Depositando un beso en la mejilla del que tenía detrás, se subió al ascensor para desaparecer y dejarnos vía libre.

-O sea... -nos encontrábamos en una habitación con las paredes aisladas, un gran espejo y un suelo de madera. Era más grande de lo que me hubiese podido parecer, perfecta para nuestro ensayo. -Que ese es Jungkook, el último integrante de vuestro ex-grupo de tres, ¿me equivoco?

-No, en efecto, fue el último en unirse a nosotros.

-Y es el dueño de este edificio. ¿cuántos años tenéis, si se puede saber? -No me sorprendía que chicos más jóvenes que yo hubiesen tenido más éxito que mi persona, pero siempre quedaba la duda.

-Yo tengo diecinueve, y él dieciocho. Está terminando los estudios para dedicarse a ser profesor de baile. Y los dueños son sus padres, aunque le cederán el negocio de un momento a otro. -Mientras daba las luces que faltaban por encender y preparaba los altavoces, me contó aquello, orgulloso de lo que estaba diciendo. No quise preguntarle por él, por alguna razón sentí que no quería hablar de su pasado. No le di importancia, en algún momento lo soltaría. -¿Tienes la base? -me tendió la mano, buscando en que le tendiese en ella el teléfono móvil, algo que hice después de que pusiese en marcha la canción que le enseñaría minutos después.

-Bien, ¿empezamos?

-Cuando quieras, maestro

Maestro. En mi rostro se dibujó una inapreciable sonrisa. De alguna manera, me estaba comenzando a caer algo mejor el del pelo llamativo. Quizá esa mañana entendería la razón por la que Seokjin se había enamorado de una persona como él.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora