La mañana llegó, y con ella mi despertar en la misma posición con la que había cerrado los ojos la noche anterior. La alarma sonaba y sonaba pero mi cuerpo no quería desprenderse de la prenda que tenía enganchada entre sus brazos y piernas. Me encontraba acurrucado sobre mí mismo, mis rodillas casi llegaban a la altura de mi pecho y todo por no soltar la maldita sudadera.
Mi mente entonces recordó que aquel día, aquel preciso martes de mayo no tenía que asistir a la universidad porque el profesor que me impartía la única asignatura que tenía ese día iba a faltar. Me maldije a mí mismo por no haberme atrasado la hora a la que se suponía que me debía levantar, pero nunca estaba de más aprovechar el día todo lo posible. Dormir era uno de mis grandes placeres que podía tener en la vida pero preferí apartarlo poco a poco.
Me levanté de la cama e hice lo que normalmente hacía todas las mañanas de mi vida; vestirme, desayunar, ducharme, lo típico, con la única diferencia de que me detuve mientras me dirigía de nuevo a mi habitación para hacer la cama frente al pequeño escritorio que tenía mi apartamento, con tus típicos papeles revueltos y sus lápices esparcidos, de entre los cuales sobresalía un folio escrito y reescrito con tachones imborrables y frustración.
Me senté con cuidado en la silla a releer lo que había puesto.
Esto estaba mal.
Eso no se decía así.
¿En qué estaba pensando? No, no, de esta manera.
Pasaron las horas sin que me diese cuenta, casi iban a dar las doce y yo aún no tenía ni las zapatillas puestas. Me había sumergido de tal manera en la letra del rap que había ocasionado el cambio que mi vida estaba dando que no era consciente de que un reloj me marcaba el tiempo que me quedaba por vivir.
-¡Por fin! ¡Por fin, por fin lo he terminado! -Con un papel en la mano y un bolígrafo en la otra, daba saltos de alegría en el sitio al disfrutar de mi éxito tras haber cumplido uno de los objetivos que más me estaba estresando.
"Fisrt love", me pareció el mejor título que pude haberle puesto. Sus versos eran la mejor cura a todos mis problemas, y me moría de ganas por tocarla.
Terminé de ponerme lo que me quedaba de ropa para apresurarme a bajar las escaleras y salir a la calle. No tenía tiempo de coger el autobús, debía correr, debía enseñarle aquello a Seokjin. Por el camino fui tarareando, a medida que entonaba notas me sentía más orgulloso y feliz, cuantas más veces lo repetía, mejor me sonaba.
Finalmente me detuve en seco y con la respiración entrecortada en la casa de mi amigo. Llevaba puesta su sudadera, aprovecharía para devolvérsela pero como llevarla en la mano era incómodo pensé en que llevarla sobre mí sería la mejor opción.
Llamé al timbre, y a los pocos minutos sonó el pitido que indicaba que la puerta estaba abierta.
-¡Yoongi! -Mi amigo estaba dispuesto a recibirme con los brazos abiertos pero yo le agarré de las muñecas para meterle de vuelta a la casa. -¿Por qué tanta prisa?
-¡Seokjin, he terminado! -Le conduje hasta la sala donde tenía su piano, y le hice sentarse en una silla para poder mostrarle mi creación.
-¿Que has terminado? ¿El qué...? -Mis dedos comenzaron a deslizarse por las teclas interrumpiendo su pregunta. Solo tenía lugar mi voz y la dulce sinfonía que la acompañaba.
"En el rincón de mis recuerdos
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.
En el rincón de la casa donde solía vivir cuando era joven,
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.
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«Tan malo como parece» - Yoonjin
FanficUn estudiante, músico rebelde y dedicado, acaba en un psicólogo por obligación. Él está sano, pero quizá aquel chico de la esquina de cabellos castaños no lo esté. ¿Lo que hace es... sacar fotografías al suelo mientras tiembla? -Fanf...