15- Tormenta

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Aquello no era posible. No, no, yo seguía sufriendo al verle con Taehyung, yo seguía sufriendo sin él a mi lado. Yo quería que me abrazase y que pasase conmigo los días, sentía que era la persona idónea para mí, no podía haberlo pasado mal a lo tonto. Sabía los riesgos que traía consigo la palabra "enamorase" y sabía que entre estos estaba la incertidumbre y el dolor.

Los sentimientos son peores que la frustración de no poder seguir avanzando con una canción.

-Pues claro que no soy para ti -Venga, restriégamelo por la cara, hazme sentir peor de lo que me sentía en aquel momento. -Yo soy para Tae.

Sabía que me habías entendido, y tú también sabías que lo estaba pensando, pero a veces es mejor dejar las cosas en simples pensamientos a pronunciar las palabras que podrían hacerte añicos de solo escucharlas.

Suspiré cansado sintiendo los fríos y suaves dedos de mi amigo en el pelo, revolviéndomelo por arriba intentando con ese gesto tan gentil darme ánimos y transmitirme la esperanza que había perdido en un abrir y cerrar de ojos. Quizá por eso se hacía llamar "J-Hope"; por la esperanza que podía hacerte sentir cuando más hundido estabas.

Tampoco ese era mi peor momento, había pasado por épocas difíciles y con mucha más importancia, pero en ese momento quería desaparecer.

-Entonces ¿qué siento por ti? -Si no lo sabía yo, ¿cómo lo iba a saber él? Pero no me quedaba otra que preguntar ya que por mí mismo era un inútil en ese ámbito.

-Tú me quieres, Yoongi, pero me quieres como si fuese... un "hermano" para ti. -Bravo, te acababas de categorizar tú solito en una zona de la que no se sale nunca. No me convencía la idea del todo pero por el momento tenía que sostenerla.

-Gracias, Hoseok... No sé qué haría sin ti. -Sí lo sabía, lo que haría sin él sería deprimirme en solitario y echarme la culpa de ser incapaz de regresar a su lado. Al menos eso había hecho hasta hacía unas semanas.

Me encaminé por el blanquecino pasillo de su casa hasta la puerta, y allí nos despedimos. Necesitaba tomar el aire, o lo que se podía tomar de una ciudad llena de coches y autobuses por doquier.

Movimiento, más movimiento.

Las calles angostas se hacían interminables y cada paso que daba me hacía parecer más pequeño frente a los inmensos edificios que me rodeaban, cada uno con su función esperando a que alguien se adentrase en ellos para no sentirse tan solo en la mar que supone un espacio tan grande.

Había pasado demasiado tiempo con Hoseok, ya estaba anocheciendo y las farolas comenzaban a encenderse para brindar su luz a los ciudadanos. Echaba de menos ver las estrellas.

Mis pies me llevaron solos hacia la ruta para ir a mi casa, pero no era la ruta que había tomado siempre. La casa de Seokjin se encontraba en ella, y aunque no tenía motivos para estar enfadado con él, mi cabeza me pedía el no verle por un tiempo, cosa que mi cuerpo ignoraba notablemente y hacía lo que él quería sin darme opción a elegir qué cosa era lo mejor para conservar mi salud mental.

La zona en la que se encontraba su casa era la más tranquila que había visitado hasta el momento. Casi nunca pasaba gente y las casas de por allí, amplias como la mencionada, no daban un ruido que pudiese ser escuchado en el exterior por quienes perturbaban la serenidad del sitio, como yo.

Recordé entonces que había un parque en la casa de al lado de la que tenía en frente la de Seokjin, y por un momento pensé en acercarme a él para intentar relajarme, rezando a lo que fuese que le rezase por que no hubiese niños jugando.

Vacío.

Mirando a los lados encontré una pequeña porción de césped en la que podía acomodarme sin ser visto por los demás. El recinto no era muy grande, contaba con un balancín, un tobogán y un par de columpios, pero estaba dividido de alguna manera en dos, y cerca del tobogán se podía encontrar la hierba tan bien regada en la que estaba mi cuerpo descansando pesadamente.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora