26- Duelo

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Aquella fue la primera vez que Seokjin pisaba mi apartamento. Mis mejillas se calentaron al darme cuenta del desorden que este albergaba, pero no pareció importarle. Lo observó todo de arriba a abajo, y le indiqué que se sentase a esperarme mientras me cambiaba en uno de los sofás que había en el salón. No quiso encender la televisión, prefirió escuchar en silencio el paso de los coches y la leve apreciación de las sillas arrastrándose bajo nuestros pies. Mi piso no estaba justo encima del café pero de vez en cuando algún ruido me había molestado. Mis vecinos no eran especialmente ruidosos, algo tenía que sacarme de quicio de vez en cuando.

-Sí que es pequeño. Está bien pensado para una sola persona. -Gracias a que alzó la voz pude escucharle con claridad, aunque no hubiese hecho mucha falta ya que los cuartos estaban prácticamente al lado. Tenía la puerta entornada, por lo que no hubiese supuesto un problema hablar en tono normal. Quizá la amplitud de su casa le había forzado a acostumbrarse a hablar así de un lado a otro.

-Para lo que pago de alquiler y el lugar en el que está, es una gozada. -Mi camisa estaba al fin bien colocada y llevaba una chaqueta negra y grande en la mano. La de Seokjin era demasiado valiosa para mí como para ir guardándola en taquillas con el riesgo de olvidarla, o cualquier despiste que tuviese.

-Debes sentirte solo, ¿no traes a tus amigos? -Volvió a decir, esa vez con un tono más sereno.

-Nam no suele pasarse por aquí, y Hoseok y Tae estaban apartados de mí, recuerda. No tengo más amigos a excepción de ellos tres.

-¿Y yo no soy tu amigo? -Pude deducir por su tono que había esbozado un puchero, casi seguro que a propósito.

-Claro que lo eres, por eso estás ocupando mi sofá. -Salí con mi uniforme puesto, acomodándome por última vez el delantal negro que recorría mi cintura de un lado a otro. No podía hacerme el nudo, llevaba tres cintas unido a él y solo había logrado ponerme dos bien. La tercera, y más fina, era imposible.

-¿Te ayudo? -Más que una pregunta fue una advertencia de lo que iba a hacer a continuación. No se molestó en voltearme para tener mejor visibilidad sino que se acercó a mí de frente y pasó su cabeza por encima de mi hombro. Sus manos llegaron a mi espalda para posarse finalmente en las telas que salían de la zona de mi cintura para atarlas con cuidado. -¿Así, o aprieto más? -¿Cómo quería que pensase en eso si tenía su nariz a menos de tres centímetros de la mía? su castaña mirada me abrumaba, estaba fija en mis ojos. Mi cabeza se sentía abrumada en pensar en el solo tacto de sus manos en mi espalda y evité en todo momento bajar mi vista hasta sus rosados labios. Si lo hubiese hecho, sentí que hubiese perdido el control sobre mis actos.

-Eh... así está bien. -Deseé no haber pronunciado esas palabras ya que se separó sin más, como si todo aquello no hubiese significado nada más que una simple ayuda para él.

Yoongi, ¿me puedes explicar qué te pasa? Acabaste la canción, ¿qué te hace estar tan distraído?

Tras coger las llaves nos dirigimos al local en el que mi trabajo debía comenzar.

-¿No te vas a aburrir aquí solo? Es mucho tiempo, y no podré hacerte mucho caso...

-No te preocupes, he llamado a Tae para que viniera. ¡También a Nam! Seguro que se traen a Hoseok, nos lo pasaremos bien. -Se le veía emocionado, por un momento pareció que en el interior del sitio se encontraba una persona a la que ni él ni yo queríamos ver.

-Buenas tardes, Sug... Yoongi. -Jimin estaba poniendo unos posavasos a una mesa que encontraba cerca de la puerta, había llegado más temprano de lo que debía y le habían puesto a hacer las tareas más simples. -Hola, Jin. -Su tono de frialdad no me agradó en lo más mínimo, pero no me quedó más remedio que aguantar.

-Hola, Jimin. -Sin decirle nada más, acompañé a mi amigo sin darle tiempo a responderle a la mesa que había ocupado el otro día. Quería que lo arreglasen, pero sentí por alguna razón que Seokjin no estaba preparado. No aún.

Tras traerle un batido de fresa y aprovechando que no había muchos clientes, cogí a Jimin del brazo y lo llevé a la sala en la que se encontraban las taquillas. En todo el rato había pensado en algo, no supe si fue la mejor o la peor solución, pero pretendía soltarle lo que había estado dando vueltas antes de verle.

-Jimin, tú sabías cantar, ¿verdad? -Me puse en modo interrogatorio, pero tampoco estaba cabreado.

-Sí, pero, ¿por qué lo...?

-Has cantado frente a público alguna vez en tu vida, ¿no es cierto? -El que hacía las preguntas era yo, no él. Debía aprender su rol en aquel momento o mi plan se iría por donde había venido.

-Ahá, también bailo. -Parecía que lo había captado.

-Bien, porque este fin de semana he pensado en dar un concierto en un lugar al que solía ir antes. El ambiente es bastante bueno, pero la diferencia de los demás sitios es que allí se rapea. -El chico asintió, dudoso. -El lugar también cuenta con competiciones sin ánimo de lucro, totalmente por diversión. No hay premio más que la satisfacción propia, pero hay varios tipos. ¿Hasta aquí bien? -Volvió a asentir, con la misma cara de hacía unas frases. -Para que te enteres mejor, lo que quiero hacer es una batalla colaborativa.

-¿Qué es una...?

-Una batalla colaborativa consiste en que dos o más hacen una actuación conjunta, pero solo uno de los dos puede ser el mejor. No es una pelea como tal, sino que más bien lo haces lo mejor que puedes mientras te compaginas con el otro. Al final, el público vota quién ha sido para él el mejor, totalmente anónimo. -Tragué saliva, concentrándome en lo que estaba diciendo. -He pensado en hacer una, contigo.

El chico se quedó helado. Parecía contento, pero entrecerró los ojos, desconfiado. Claro, había algo más que no le había contado, por lo que decidió no interrumpirme. Me aclaré insonoramente la garganta, y proseguí.

-Pero nosotros sí que podemos tener premios. Sé lo que pasó con Seokjin, y la verdad, me molesta, pero tampoco te conozco y no puedo juzgarte. Pero mi amigo sí, y sé que quiere reconciliarse contigo. No me lo ha dicho así, pero siento que te echa de menos. Si gano yo, tendrás que volver a quedar con él, y con el otro chico, esto...

-Jungkook.

-Sí, con él.

-¿Y si gano yo? -Parecía dispuesto a aceptar, estaba sonriendo levemente.

-Tú decides.

-Bien, sé que eres amigo de Hoseok. Él es el novio de Tae. ¿Sabes por qué el grupo se separó de verdad? Porque él se llevó a Taehyung de nuestro lado. Dejó de ensayar con nosotros, de cantar con nosotros, y... -Sus ojos estaba llenos de una mezcla entre dolor y rabia, pero prosigió sin dificultad.- Sí, ya sé que Seokjin se fue por mi culpa, y Tae le consolaba, pero Hoseok le quita el tiempo que le sobraba para estar con nosotros. Si gano yo, quiero que hagas que terminen, así volverá con nosotros. ¿Trato? -No vaciló en extenderme la mano. Si bien estaba siendo egoísta, aquellas palabras no iban por él. Sonaba como si ese deseo no fuese suyo y fuese de otra persona. Quizá Jungkook era el que le condicionaba a decir esas cosas, aunque en ese momento no se encontrase allí.

-Trato. -nos dimos la mano, pactando algo que podía llevarme a la separación total de mi grupo. Pero no iba a perder, no podía perder. Tenía que devolverle a Seokjin todo lo que estaba haciendo por mí, poco a poco. -Tengo una canción escrita que requiere de dos personas, y tu parte cuenta con más canto que rap. ¿cuándo puedes quedar para practicar?

-Siempre que no trabaje está bien, las mañanas las tengo libres. -Interesante, conocía a pocas personas que solo se dedicasen a trabajar por las tardes, y menos de su edad.

-Entonces... Mañana a las nueve y media, en...

-Tú espérame aquí, yo sé un sitio perfecto.

Tras asentir y soltar nuestras manos, no pude evitar sentir náuseas. Había demasiada presión sobre nuestro trato, no era justo para mí, y lo sabía, pero no iba a aceptar de otra manera. Era jugármelo todo a una sola carta.

Por suerte, el único arma que podía poseer era mi mejor aliada.

Mi voz y la mirada de Seokjin mientras pisaba el escenario me bastaban para confiar en mí mismo de nuevo.

«Tan malo como parece» - YoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora