dieciséis

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El sol ya había salido hace varias horas pero estaba tapado gracias a nubes, por lo que ni Austin ni Alan se despertaron hasta pasados de las doce. El pelirrojo fue el primero en abrir los ojos, sintiéndose desorientado los primeros segundos ante el bulto grande que lo abrazaba por la cintura. A los pies de la cama, Nugget se encontraba durmiendo y roncando al igual que la persona a su lado, lo cual le hizo sonreír.

Se acomodó bien, quedando frente a frente con el castaño, y lo observó por un tiempo que no supo definir. Simplemente observó cada detalle de aquél rostro; aquellas pestañas largas, la nariz, con una argolla en el lado izquierdo, pecosa al igual que los pómulos, los labios finos y rosados que él tuvo el placer de besar y morder. Todo Austin le gustaba.

No supo cuánto había pasado, pero el castaño comenzó a abrir los ojos y él sólo se quedó contemplándolo para luego sonreírle y dejarle un beso en la punta de la nariz. Austin sonrió, todavía algo adormilado, y lo abrazó más hacia él.

— Buenos días —murmuró el mayor con la voz ronca.

— Hola...

— ¿Cómo has dormido?

— Calentito —sonrió el pelirrojo—, ¿y tú?

— Perfecto.

Y se quedaron callados, observándose mutuamente hasta que un ronquido de parte de la cachorra los hizo salir de sus pensamientos. Austin soltó una risa y Alan lo acompañó para después acomodar su cabeza en el pecho del castaño, soltando un suspiro. Ninguno quería moverse de la cama.

— ¿Quieres desayunar? —preguntó el menor—. No soy muy bueno cocinando pero algo puedo intentar. ¿Te gusta el café? En eso sí que soy un experto.

— Claro, mi amor —respondió él, a lo que Alan sintió algo en su interior ante cómo le había llamado.

Sonrió y asintió, descubriendo su cuerpo de las mantas para ponerse de pie. Acarició a Nugget en el camino y fue hacia la cocina para ponerse a preparar todo. No tenía la menor idea de qué hora era, pero eso no importaba cuando no tenías nada qué hacer.

Tomó un recipiente, leche, harina y huevos para hacer la mezcla de los panqueques. Estaba batiéndolo cuando se percató de que había nieve en el patio trasero, por lo que reprimió un grito de emoción y dejó todo allí para ir hacia la habitación en busca de Austin. No lo encontró pero oyó el agua caer en la ducha así que se dirigió allí.

— ¡Austin, hay nieve! —exclamó en la puerta, sin abrirla.

— ¿En serio? —se oyó de adentro—. Oh, dios, amo la nieve. ¡Luego salgamos a pasear o a jugar!

— ¡De seguro! —habló Alan con una gran sonrisa—. Bueno, cuando termines ven a desayunar que para entonces ya estará todo listo.

— ¡Eres el mejor!

El pelirrojo volvió a la cocina y terminó de batir la mezcla mientras ponía a calentar la sartén. Antes de comenzar a prepararlos, prendió la cafetera y le colocó café y agua para que se prepare mientras el comenzaba con el resto. Minutos después, finalizó y les colocó dulce de leche a los panqueques. No se le había quemado ninguno y estaba feliz por ello.

Picó algunas frutas y las dejó en un pequeño recipiente, sirvió café en dos tazas y dejó todo preparado en la mesa. Para cuando bajó Austin, ya estaba el desayuno listo y le sonrió ampliamente.

— Si cocinar siempre así, te juro que no tardaré en pedirte matrimonio. Eres perfecto —halagó con una de sus hermosas sonrisas. Alan negó con la cabeza, riendo, y se sentó para comer el desayuno-almuerzo junto al castaño.

down the road [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora