treinta y uno (final)

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Los dos se sintieron incómodos en el primer instante en el que tomaron asiento en los sofás, frente a frente, ya que les recordaba mucho a la mala pasada que vivieron aquella vez. Alan se sentía mal y dolido, sin poder superar que todo haya terminado de esa manera hace tanto tiempo mientras que Austin se sentía culpable. Pero, de todos modos, ambos estaban allí y ahora.

— Lo siento mucho...

— ¿Comenzarás otra vez con esa mierda? —preguntó el pelirrojo, interrumpiéndolo.

— La verdad es que no, ni siquiera sé qué decir porque vine aquí sin pensar, pero es que lo necesitaba. En serio —Austin habló firme, aún con esa mueca de vergüenza—. Primero que nada, necesito preguntarte algo y, de verdad, quiero que respondas con total sinceridad.

— ¿Qué cosa?

— Si yo antes te gusté, ¿sigues sintiendo algo por mí? —preguntó, sintiendo una opresión en su pecho ante lo que preguntaría ahora—. ¿O nunca has sentido nada por mí?

Alan se quedó callado ante las preguntas, como si no creyera lo que había oído. «¿Acaso es ciego o qué?», se preguntaba en su mente. Luego de debatir en su mente la respuesta que daría, cerró los ojos y suspiró antes de hablar.

— ¿Cómo puedes preguntarme eso, Austin? —cuestionó, ignorando el nudo que comenzaba a formarse—. ¿Cómo puedes pensar que nunca he sentido nada por ti, si yo te he escrito una puta canción porque te extrañaba y me sentía, y siento, dolido? ¿Acaso no es suficiente con que hayas creído que era una zorra como tu ex esposa, que ahora me preguntas si he fingido mi amor por ti?

— No es por eso... —dijo el castaño rápidamente—. Es que, agh, escúchame y, por favor, no cometas el mismo error que yo he cometido contigo, ¿puedes?

El pelirrojo lo dudó un poco, desviando la mirada hacia otro lado, y cuando volvió a encontrarse con la de Austin, el nudo empeoró. Austin tenía la desgracia de trasmitir lo que sentía a través de sus ojos y, aunque él no se diera cuenta, Alan sí lo hizo; él estaba destrozado, y el pelirrojo sólo había avivado ese sentimiento desde que el mayor se dio cuenta de su gran error. Finalmente asintió.

— He ido a hablar con Pamela —comenzó el vocalista, sin despegar la mirada de la de Alan—. Tenía que hacerlo para saber la verdadera razón y, joder, es una arpía de primera. Me dijo que lo hizo porque quería arruinarme la vida, ya que yo la abandoné para hacerme maricón y salir con el guitarrista de mi banda. Me dijo... que todos me usaban como ella y te incluyó a ti. Me hizo dudar como antes y, lo siento por haberte ofendido si te he preguntado si de verdad sentías algo por mí, pero es que necesitaba confirmarlo, o sino de nada me valdría seguir luchando por ti. No valdría porque tú no querrías esto.

— ¿En serio ha dicho eso? —preguntó Alan, casi sin creérselo, pero después recordó todo y quitó esa mueca—. Bueno... sí sabía que era una perra, pero no tanto.

— Tengo la mala suerte de elegir a las mujeres incorrectas, ¿cierto? —bromeó el mayor con una sonrisa, y se sorprendió cuando el pelirrojo le sonrió de la misma forma.

— Me ha pasado —comentó, asintiendo—. Creo que no hemos nacido para ser heterosexuales, o al menos para elegir a las personas correctas.

— Yo creo que he elegido a la persona correcta y, a pesar de todo, sigo creyendo que lo es —murmuró Austin.

Alan lo miró fijamente, pero luego sonrió ampliamente y se abalanzó hacia el castaño, abrazándolo con fuerza y ocultando su rostro en el hueco entre su cuello y hombro. Austin lo abrazó de la misma forma, rodeándole el cuerpo con sus tatuados brazos y apretándolo suavemente contra sí, sintiendo ese calor que tanto había extrañado.

down the road [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora