veintiuno

59 14 11
                                    

No sabía por qué lloraba, pero simplemente lo hacía. Lo hacía desde hace dos días, se detenía cuando Austin lo llamaba, y luego volvía a llorar. Nunca le había sucedido eso de llorar constantemente, pero ahora lo hacía por algo que ni siquiera había sido su culpa. Él no había llamado a Ashleigh para que volvieran a hablar, él no había sido cariñoso con ella, él no la había besado. Pero, quizá, cometió el error de caer en la trampa del "sólo amigos".

Simplemente se sentía culpable y no sorportaba la idea de imaginarse la reacción que Austin tendría cuando le contara. Porque, sí, se lo contaría... cuando él volviera, en unos días. Sin embargo, Alan ya sabía que su novio había comenzado a sospechar porque más de una vez le preguntó qué ocurría con él ya que lo notaba distante. No estaba distante, según él mismo, pero ahora había dejado de llenarlo de mensajes como usualmente hacía y se limitaba a atender las llamadas del castaño. Estaba algo emo.

Su móvil volvió a sonar, interrumpiendo la canción que estaba reproduciéndose a todo volumen a través de sus auriculares, y esta vez se dignó a contestar.

— ¿Hola? —preguntó.

— ¡Alan! —exclamó la voz de Valentino—. Joder, amigo, ¿dónde mierda te has metido?

— Eh... en ningún lado. Estoy en mi casa, ¿por qué?

— ¡Estamos afuera de tu casa como hace media hora! ¡Ven a abrirnos, maldito! —y cortó.

Alan soltó una maldición, viendo el estado de su habitación y luego el propio. ¿Cómo hizo para desordenar tanto en 48 horas? Se puso de pie y se cambió la camiseta, tomando una cualquiera del ropero, para después salir de su habitación y cerrar la puerta. Caminó hacia la puerta principal y, rindiéndose ante eso de verse bien, abrió la puerta, viendo a sus amigos y compañeros de banda parados frente a él. Nadie estaba sonriendo, lo cuál le pareció raro viniendo de ellos, pero luego Tino se posó frente a él y le sonrió levemente antes de abrazarlo. El pelirrojo se sorprendió al principio, pero después lo abrazó también antes de separarse y dejarlos entrar, saludando a cada uno de paso.

— ¿Qué ocurre? —preguntó una vez que cada uno se acomodó en la sala de estar.

— Hemos venido por dos razones —habló Phil—: primero, nos tenías abandonado y ni un puto mensaje nos mandas; segundo, Austin dijo que algo malo te estaba pasando y que viniéramos a verte lo antes posible porque estaba preocupado. Así que, aquí nos tienes.

— Pero estoy...

— Oh, no, cariño —lo detuvo Valentino—. No digas que estás bien porque los tres estamos viéndote justo ahora y tus ojos rojos e hinchados no dicen que estás bien; dicen que estás jodido. Somos tus amigos, Alan, y estamos para ayudarte. No te ahogues en un vaso de agua y simplemente dinos qué carajos ocurre.

— Un poco más suave, Tino... —le dijo Aaron, codeándolo.

— Ah, cierto —reacciono el pelinegro e inhaló aire profundamente antes de exhalar.—. Cierto, cierto. Mamá Arteaga está aquí.

Alan los miró por un momento, parado frente a ellos, y sonrió. Sus amigos bien no podrían ser buenos para consolar, pero sí que lo eran para hacerte saber que ellos estarían contigo pase lo que pase. Eran grandes amigos.

Ahora estaban charlando y riendo mientras bebían cerveza, con las geniales canciones de Slipknot de fondo para ambientar el lugar. Los había convencido de que lo único que le ocurría era que extrañaba a Austin y que estaba preocupado por él; en sí, era cierto, pero no quiso contarle a sus amigos lo que había ocurrido con Ashleigh.

— Y... —contaba Valentino mientras reía, impidiéndole finalizar su chiste— ¡nada! ¿Entienden? ¡El pez nada!

— Ay, Tino, eres un pendejo —dijo Phil, pero rió ante lo malo que era el chiste y los otros dos también lo hicieron.

down the road [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora