Oscuridad

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...

D I E C I O C H O

» Estas personas están muy preocupadas por temas de control, tanto el autocontrol como el control de los demás.

...



Después de bajar las escaleras a una velocidad de otro mundo, la chica se detuvo ante dos puertas cerradas. Derecha o izquierda... ¡No era tiempo para pensar en eso!

Un grito se escuchó desde arriba y las lágrimas empezaron a formarse en sus ojos. Lo que más la asustó fue que en un segundo todo quedó en un desesperante silencio, tanto que juraba que cualquiera podría escuchar el sonido de su corazón palpitando fuerte y rápido en su pecho.

Trató de andar sin hacer ruido pero una voz se escuchó a su espalda ocasionando que quedara completamente inmovilizada.

—¿Qué estas haciendo?

Tranquila

Es la dulce voz de Adam,

Él no te hará nada.

Trató de pensar en eso para tranquilizarse pero las palabras parecían haberse atascado en su garganta.

—¿Querías escapar?

Ignoró las palabras del chico y corrió hasta la puerta elegida e intentó abrirla pero como lo imaginó estaba cerrada. Escuchaba sus latidos, no, los sentía en sus sienes y sus orejas.

Esa no parecía la clase de puerta que pondrías en la entrada de tu casa. Probablemente no la hubiera llevado a la salida de ningún modo, pero tal vez hubiera estado mas cerca.

Se volteó por fin encontrándose con la mirada del chico y luego desviando la suya hasta un jarrón apoyado en una pequeña mesa a su derecha.

—Pensé que confiabas en mí —pronunció el chico.

Ella no dijo nada y miró hacia todos lados. La puerta estaba bloqueada. Aún quedaba la otra. Volvió a mirar el jarrón de reojo.

—Pensé que ibas a ayudarme —le recordó Casey.

Adam soltó un suspiro cansado y miró hacia otro lado. El corazón de Casey empezó a latir mas rápido, era una tonta por haber considerado esa posibilidad. Adam mentía con frecuencia, no iba a ayudarla nunca.

—Tenías que haber esperado solo un poco más...

—¡Nunca vas a ayudarme! —exclamó Casey— Puedes hacerlo ahora pero no quieres. ¿Qué te hace diferente de él?

—¡Si quiero ayudarte!

—Hazlo ahora.

Adam desvió la mirada y afirmó en voz baja:

—No tendrás tiempo suficiente.

—Estás mintiendo —le recriminó chica.

—¿En verdad crees eso? —cuestionó el castaño, volviendo a mirarla dolido.

A Adam le dolió que la chica pensara eso. Nunca le había importado mentir, ni que descubrieran que mentía. Pero por alguna razón, al menos en eso de ayudarla, hacía uso de todo su esfuerzo para decir la verdad.

—Miento en muchas cosas —susurró con la mirada baja—, pero intentaba decir la verdad por ti.

Matt tomó el control aprovechando el momento de debilidad de Adam y avanzó hacia ella. En un rápido movimiento, la chica tomó el jarrón con ambas manos y se lo aventó. El castaño se cubrió con un brazo y ella aprovechó para correr. Casey pasó tan cerca del chico que este último estuvo a punto de tomar su brazo, pero milagrosamente logró pasarle de lado.

Cuando Adam volvió a tomar el control, era demasiado tarde. Solo quedaba una cosa por hacer. Se sostuvo la cabeza con ambas manos y haciendo uso de todo su esfuerzo corrió hacia el lado opuesto.

Casey llegó a la puerta de la derecha, que a diferencia de la primera, sí se abrió.

Un pasillo no tan largo apareció frente a ella. Al final de este había una sola puerta. Quiso correr pero sus piernas no se movieron por un instante, no sabía lo que le sucedía. Enviaba las ordenes a su cuerpo pero no le respondía. Se sintió terriblemente mal, su cabeza le dio vueltas y tuvo que apoyarse en la pared para no caer.

Tal vez se debía al esfuerzo físico que acababa de hacer después de apenas moverse en el cuarto en el que pasó la mayor parte del tiempo, la mala alimentación o deshidratación. Sea lo que fuere interfería con su deseo de escapar.

Contuvo una arcada y miles de puntos blancos empezaron a apoderarse de su visión. Un horrible pitido inundó sus oídos, aún así avanzó lo más rápido que pudo.

No le ayudó nada que empezaron a apagarse las luces por donde pasaba.

Fue el miedo lo que la impulsó a acortar los pocos metros que la separaban de la puerta, sus manos temblaban pero cuando giró la manija, se abrió.

Sintió que su corazón volvía a su ritmo normal por unos instantes hasta que una mano se posicionó sobre la suya cerrando lo poco que había logrado desplazar la puerta.

Cerró los ojos cuando una respiración le llegó a la nuca.

—¿Creíste que sería tan fácil? —preguntó una sombría voz a su espalda.

—Adam, por favor...

—No soy Adam.

Cerró los ojos aún más fuerte cuando Matt la volteó y sintió su respiración en los labios. Pasó un brazo por su cintura posesivamente, apegándola hacia él con brusquedad.

—Tonta, Casey —dijo mientras acariciaba su mejilla con una mano, pero con la otra presionaba su cintura tan fuerte que de seguro le quedaría marca— Estuviste tan cerca...

Casey pensó que tal vez era cierto lo que Adam le había dicho de las otras chicas. Si Matt la mataba ahora podría conseguirse otra. Se resignó a lo que podría sucederle en ese preciso instante hasta que...

El estruendo de un portazo fuerte y claro, se escuchó no tan lejos de donde estaban y fue tan extraño como lo que escuchó después.

—¿Luke?

Matt fruncio el ceño por un segundo, pero abrió los ojos con sorpresa al reconocer la voz. Su mano fue inmediatamente hacía la boca de Casey, cubriéndola para que no escapara ni un sonido de ella.

La manija giró como si la puerta hubiera estado a punto de abrirse pero el castaño la sostuvo y presionó con fuerza para que no sucediera.

Alguien estaba del otro lado.

La voz se escuchó de nuevo.

—¿Estás aquí? —cuestionaron del otro lado y golpearon la puerta tres veces— ¡¿Por qué está todo apagado?!

Y esa voz..

Esa voz extremadamente familiar fue lo último que escuchó antes de adentrarse a la oscuridad completamente.



La mente del Psicópata © [Trastornos 1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora