La picazón en la pierna, por debajo del yeso, la obligó a abrir los ojos. Esa era la forma en la que se despertaba todos los días: obligada.
Se sorprendió cuando no vio a su madre ahí, esperándola a que despertara, teniéndole el desayuno como hacía a diario. Pensó que quizás ya se habría aburrido.
Los pasos fuera de su habitación atrajeron su atención, aún más cuando el individuo del otro lado tocó la madera con, probablemente, sus nudillos. La puerta se abrió un poco y una mata de cabellos rubio oscuro se asomó. Jamie parecía tener miedo de entrar, pero luego de Emma le hiciera un gesto, él dio un paso adentro, aunque seguía conservando su distancia.
―Buenos días ―saludó él―. ¿Cómo amaneciste?
―Bien ―Emma escuchó su voz ronca, aclarándola de inmediato. Era su respuesta automática; no le gustaba explicar por qué no había amanecido bien.
―Mamá fue a comprar unas cosas, creo que vienen unas amigas tuyas y les va a cocinar.
Emma asintió.
Jamie se quedó ahí de pie, apretando los labios en una sonrisa, sin saber qué decir exactamente, y era comprensible, es decir, a Emma todo le molestaba últimamente, y no era que se molestara mucho en ocultarlo.
―Salió una nueva película ―soltó él, y se vio arrepintido de inmediato. Emma no podía ir al cine. Aunque si la ayudaban...
―¿En serio?
La respuesta le había tomado tan por sorpresa que Emma se sintió mal. ¿Qué tan afectado estaba su hermano por su culpa? Lo vio analizar sus palabras como si buscara alguna clase de sarcasmo en ella, lo que solo hizo sentir a Emma peor.
―Sí... Es decir ―frunció el ceño―. Sí. ―Sonrió.
Emma soltó un bufido, más irónico que molesto.
―No voy a morderte, Jamie.
―¿Qué? ―Emma lo sintió tratando de fingir que no pensaba mal de ella, pero falló penosamente―. ¿Por qué dices eso?
―Entiendo que mi comportamiento no ha sido el mejor este mes...
―Em ―la detuvo Jamie, arrastrando el sillón en la esquina hasta situarlo junto a la cama y se sentó―. Tuviste un accidente y fue traumático, es normal que te sientas desesperada algunas veces.
Fue directo al centro de su corazón. Eso era lo que estaba: desesperada. Ella quería levantarse de ahí, pero cada intento le recordaba aquel día al sentir el yeso en su pierna.
―Quizás ―respondió.
―Solo queremos ayudarte ―le dijo su hermano con voz bajita, con cautela, mirando sus manos entrelazadas entre sus piernas―. Pero a veces... A veces yo siento que no es suficiente.
Tal vez Jamie no la veía como un monstruo, pero en ese momento, fue tal cómo se sintió Emma. Como un horrendo monstruo que estaba aterrorizando a su propia familia.
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Como El Atardecer
Teen FictionHay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pudo terminar muy mal para Emma Dotson y Caleb Morrison, sus caminos terminan itersectándose en una caprichosa jugarreta del destino, envolvién...