Capítulo 4: Caleb

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Rodar sobre la cama es lo que hacemos todos para apagar la estúpida alarma que siempre interrumpe nuestros más tranquilos sueños

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Rodar sobre la cama es lo que hacemos todos para apagar la estúpida alarma que siempre interrumpe nuestros más tranquilos sueños. Y Caleb no era muy diferente al resto, sintiéndose molesto de inmediato; el día anterior se había quedado hasta tarde en el taller con su padre gracias a un camión que buscaba ayuda con un problema serio en los neumáticos a última hora de la tarde, lo que le había denegado el irse a dormir hasta que fueron altas horas de la noche.

Pero el amanecer ya había pasado. Esta era la segunda vez en el día que se despertaba. En la primera, fue con Rosy a la escuela, y luego había regresó apresuradamente para recostarse otra vez y descansar un poco más.

Ahora, se levantaba de nuevo, casi con la misma pereza de antes, bostezando como un león hambriento, sintiendo la ausencia de comida en su estómago al no haber desayunado. Mientras se decía a sí mismo que no importaba, que luego comería, pensó que, si su madre estuviera, lo hubiese obligado a comer apenas había amanecido.

Después de que su reloj cronológico lo llevara al baño, -y ya que estaba ahí, por qué no una ducha-, bajó y se encontró con un pan en la cocina. Solo quedaba uno, y lo aceptó con un suspiro pesado, preparándose una tasa de café para luego terminar de preparar un sándwich de jamón y queso. Era consciente de que había dormido mucho tiempo, y nadie lo había despertado, lo que podría ser tan bueno como malo.

No tenía dinero para el taxi, así que tendría que ir por Rosy a pie, y si quería llegar a tiempo, debía irse ya. Por lo que fue directo a avisarle a Elías que iría por la niña y, sin esperar respuesta, emprendió su marcha.

El camino a la escuela no era tan largo a decir verdad, iba por la sombra de la vereda y podía pensar muchas cosas. Antes, le encantaba tomar ese camino porque podía poner sus pensamientos en orden, pero ahora, parecía aterrarle la idea de quitarse los auriculares y empezar a sentirse decaído con la serie de cosas que se le venían a la mente.

Al igual que todas las mañanas, Caleb llegó antes que todos los padres de familia o representantes legales de los niños. Volvió a sentarse en el mismo lugar de la vereda al otro lado de la calle frente a la escuela, y esperó, mirando a la puerta y escuchando la bulla que venía desde el interior del edificio, decidiendo recolocarse el auricular que se había quitado al llegar

Recordaba cuando estudiaba allí y su madre se empeñaba en ir por él, aunque Caleb ya conociera bien el camino a casa. Él le decía que con Louis se irían caminando, pero si en algo se parecían los dos, él ―porque ya lo había aceptado― y su mamá, era en lo testarudo. Así que tuvo que aguantar que ella lo esperara afuera todos los días, por varios años. Ojalá hubiese aprovechado más ese tiempo.

Sonreía con nostalgia cada que lo recordaba.

Pero como casi siempre, cuando más concentrado estaba en algún tema, Louis aparecía para distraerlo bruscamente, y este día no fue la excepción, cuando casi le tiró la moto encima, haciendo que Caleb cayera sobre su espalda y quedara con las piernas en el aire.

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