El atardecer tenía algo especial que provocaba cierta tranquilidad en él, en gran parte debido al recuerdo del ser que le dio la vida. Junto a su madre, había descubierto la virtud de la paciencia, y todas las veces que le habló de ser paciente, lo hizo mirando la puesta de sol, pues era el momento del día donde la calma podía acariciar todas sus preocupaciones.
Caleb, en una de sus travesías con Louis cuando eran niños, había encontrado un gran árbol en medio de un lote donde se planeaba crear un cine, un restaurant, o algo. Ahora el terreno estaba vacío, con maleza esparcida por el suelo, pero con el árbol aún junto a la cerca ―o las estacas que aún quedaban. Sus hojas bailaban al ritmo del viento como si se riera en la cara de los planes de construcción que arruinó.
―¿Recuerdas cuando subíamos aquí todo el día? ―le preguntó Louis, que estaba sentado a su lado, en la gruesa rama que salía del tronco sobre la que Caleb sostenía su mano, como si le diera una pequeña caricia a un viejo amigo.
Caleb miró a los escalones, o más bien tablones, que habían sido clavados en el tronco luego de haberlo escalado juntos y descubrir que el árbol los aguantaba. Ellos pensaron en volver y escalarlo cada día después de clases, porque, joder, eso es divertido para unos niños adolescentes exploradores de doce años... Tristemente para ellos en esos días, el papá de Louis, que aún vivía, los descubrió y, a fin de mantenerles el secreto, solo pidió a cambio que tuvieran cuidado, que volvieran temprano a casa, que llevaran con ellos un silbato y lo sonaran en caso de cualquier emergencia por mínima que fuera, y que usaran los tablones que él les ayudó a colocar con ayuda de una escalera, un martillo, y muchos, muchos, muchos clavos.
―Parece que fue ayer ―respondió Caleb, con un atisbo de sonrisa.
Louis suspiró.
―¿Crees que si saltáramos moriríamos? ―preguntó Louis, mirando al suelo cubierto de maleza varios metros bajo sus pies.
Caleb rodó los ojos con exageración. Louis era capaz de saltar si lo motivaban.
―Muere solo, si quieres ―le dijo Caleb.
―Espera...
Louis se puso de pie sobre la rama, ganándose todo tipo de insultos de Caleb, quien prefirió quedarse sentado. Bien podría resbalarse y caerse, o lo que es peor, arrastrar a Caleb con él. O mucho peor, que la rama se rompiera... Pero para Caleb, considerando el grueso y el tamaño de la rama, era muy poco probable que esto pasara.
Louis, de pie, se arrimó al tronco, presionando a Caleb contra éste.
Caleb levantó la mirada cuando Louis se puso de puntillas para meter la mano en un hoyo pequeño en el tronco, aunque no era necesario que se estirara, ya que aún sin tener que estirar el brazo, bien podía alcanzarlo. Sin embargo, el objetivo de Louis también era mirar en el interior del orificio. Caleb reconoció ese pequeñísimo punto secreto del árbol.
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Como El Atardecer
Novela JuvenilHay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pudo terminar muy mal para Emma Dotson y Caleb Morrison, sus caminos terminan itersectándose en una caprichosa jugarreta del destino, envolvién...