No había pasado mucho desde que había vuelto a casa cuando recibió la llamada del señor Martin, diciéndole que la vacante era suya, si es que estaba disponible al día siguiente, así de simple. Según las palabras del Licenciado, tendría que ir dos semanas de prueba, donde se determinaría si se quedaría o no con el puesto. Caleb no dudó ni un segundo en decir que estaría ahí al día siguiente, donde le entregarían una camiseta con el logo de la cafetería. Ya si se quedaba con el trabajo, Caleb pagaría con su propio dinero el uniforme completo.
―Interesante ―comentaba Louis a través del teléfono.
―¿Me estás prestando atención?
Caleb se sentía un poco alterado, primero porque ya tenía trabajo, y segundo, porque empezaba mañana. Y si pudiera añadir una tercera razón, sería el hecho de que su amigo parecía estar ocupado en otra cosa, pero aun así no cortaba la llamada, lo que era desesperante.
―Sí... ―Se escucharon voces y luego la respiración de Louis se agitó, terminando en un fuerte resoplo, como si se echara en un sofá, cansado―. Ahora sí. Es que estoy en la farmacia... Mierda. Estas sillas podrían tener un cojín o algo.
Caleb echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. No había visto la hora; el turno de Louis ya había comenzado. Se sintió tonto, pero la voz de su amigo lo devolvió al momento.
―¿Thomas?
―Aquí estoy... Nada, solo eso. Ya tengo trabajo.
―Mierda ―maldijo el rubio al otro lado de la línea―. Eh, me alegro, la verdad que sí, y me sorprende, pero tengo que irme. Esta gente jode.
Caleb sonrió. Si esa gente escuchará las palabras de Louis, posiblemente harían que lo botaran. Quizás era extremista, pero nunca se sabe.
―Dale. Hablamos luego. Cuídate.
―Igual.
Por la ventana veía cómo el atardecer se ponía en un lugar donde no podía verlo, debido a las otras casas más allá cubriéndolo.
Relamió sus labios, sediento, mientras bajaba por las escaleras a paso lento, conociendo el hecho de que el taller ya estaba cerrado y que su padre podría estar en la cocina. Con el pasar del tiempo, luego de una discusión, o de un vomite de palabras durante una borrachera, el ambiente se tornaba tenso en incómodo entre los dos en cualquier rincón donde se encontraran. Así que prefería evitarlo.
A pesar de haber merendado los tres en la misma mesa, Caleb seguía esperando unas disculpas que nunca llegarían, que nunca habían llegado. Elías solo le sonreía, como si todo estuviera bien, como si esa fuera su ofrenda de paz, como si esa fuera su disculpa, pero ese acto ya Caleb lo conocía muy bien. Al día siguiente, Elías pensaría que ya todo estaba superado y arreglado entre él y su hijo.
El haber ayudado un poco en el taller, más la mañana ocupada que pasó en la entrevista y en la calle, hizo que al tocar su cama luego de bañarse, fuera suficiente para quedarse profundamente dormido, no sin antes poner la alarma en su teléfono. No podía permitirse quedarse dormido y llegar tarde a su primer día de trabajo.
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Como El Atardecer
JugendliteraturHay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pudo terminar muy mal para Emma Dotson y Caleb Morrison, sus caminos terminan itersectándose en una caprichosa jugarreta del destino, envolvién...