Hambrienta.
Emma se sentía hambrienta mientras miraba al sujeto de cabellos castaños detrás del mostrador. Él se movía con agilidad de aquí para allá, con un envidiable semblante enérgico que acababa en una que otra sonrisita con sus compañeros. Sus miradas se encontraron un segundo, pero ella desvió la suya, igual que las últimas cinco o seis veces. De hecho, pensó que él tal vez hacía lo mismo.
Se volteó hacia Jamie con una sonrisa en el rostro. Él la recibió con una ceja levantada.
―¿Qué?
―¿Te gusta? ―preguntó él.
Emma levantó la ceja, y Jamie señaló con el mentón al chico junto a la barra, donde ahora tomaba la orden de un señor de traje marrón.
―Nada que ver ―contestó Emma, sabiendo que no lo convencería por el simple hecho de que sus palabras ni siquiera la convencían a ella―. Voy al baño ―y se levantó.
―Cuidado ―le dijo Jamie con una sonrisa, pero ella prefirió no preguntar a qué se refería y mejor se puso en marcha.
El muchacho que había estado espiando vilmente, se detuvo frente a ella con la bandeja en las manos, justo antes de chocar. Emma vio la sangre llenarle las mejillas a través de la piel bronceada y algo brillosa de su cara. Había algo de sudor en su frente, pero fue la leve sonrisa la que se robó toda su atención. Sus dientes, tan simples como eso, solo unos dientes, de pronto parecieron el show perfecto para Emma, quien no pudo hacer más que devolver el gesto por inercia. Aunque estaba casi segura que su sonrisa había salido más como una vergonzosa mueca.
―Casi ―dijo él, soltando el alivio en medio de su tonta sonrisa.
La voz del muchacho retumbó en sus oídos, haciéndola titubear para sus adentros al no encontrar una respuesta para aquello. Diablos, ni siquiera requería una respuesta. Emma volvió a sonreír y solo asintió, pidiendo permiso y caminando hacia los baños.
Eso había sido algo muy estúpido de su parte, aunque parte de lo que había pasado estaba solo en su mente. Es decir, él no la escuchó titubear, o la vio ponerse roja. ¿Y si se puso roja y no se dio cuenta? ¿Cómo te das cuenta que te pones rojo?
Estaba sobreactuando. Parecía una adolescente, la cual veía un chico lindo por primera vez en su vida. Pero este no era un tipo tan lindo como para decir que había salido de una revista, o que era el digno representante de ensueño protagonista de un libro de fantasía, ni siquiera parecía un príncipe. Pero entonces esa sonrisa venía de nuevo a sus pensamientos... No era lindo, pero tenía algo que la cautivaba... Algo lindo.
Se miró al espejo mientras se lavaba las manos, con las muletas bajo sus brazos.
Cuando salió del baño, mientras hacía su camino hacia la mesa donde la esperaba su hermano, buscó al misterioso castaño con disimulo, y lo encontró, mirándola, como si la estuviera esperando, y de nuevo, ahí estaba, esa sonrisa estúpidamente coqueta.
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Como El Atardecer
Dla nastolatkówHay un viejo dicho que dice que, lo que está destino a pasar, tarde o temprano, pasa. En un accidente que pudo terminar muy mal para Emma Dotson y Caleb Morrison, sus caminos terminan itersectándose en una caprichosa jugarreta del destino, envolvién...